Perder las elecciones en Cataluña, España, es complicado y serio inconveniente para la mayoría de los partidos políticos nacionales, tal como ser derrotados en el País Vasco, con sus particulares formas de actuar, proceder, pensar primero catalanes y vascos, luego españoles que no logran independizarse. Pero que el Partido Socialista Obrero Español sea derrotado y no por pocos votos en Andalucía no es un revés insignificante para ignorar, es un estruendoso fracaso político, una verdadera vergüenza. Ha sido el principal centro del hervor popular del socialismo español.
Pero allí, justamente, ha perdido y por mucho, para deshonor de Pedro Sánchez cuyo populismo estulto aliado a la indignidad de Podemos se hunde ante el desastre. Triunfó, para más rubor, la derecha española, levantó las banderas del centroderechista, madrileño y gallego Partido Popular, organización sólida que fundó Manuel Fraga, que ha gobernado a España varias veces y que el impresentable socialista arrebató a Mariano Rajoy, con triquiñuelas, un sorpresivo voto de censura que se consiguió sin aviso ni protesto, de repente en pleno Congreso de Diputados, y que no pudo torear; ahora es conducido con astucia y estratégica tras corregir con rapidez, prestigio y decisión el error de quien abrió caminos de vuelta a la Moncloa, Alberto Núñez Feijóo.
El madrileño de Tetuán con buena pinta, tendencia de buen orador y que pretende ser más de lo que es, recibió España con problemas pero en proceso de crecimiento, convirtiéndola hoy en una nación que se enreda en truculencias, afectos indeseables y difíciles de justificar, que es derrotada por la inflación y cuyos ciudadanos, en vez de vivir mejor en socialismo, viven peor.
A tal punto peor que en Andalucía, donde ser del PSOE es casi como ser del Betis; desconcertado y poco habilidoso es barrido en su tierra natural, por una centroderecha tradicional y la moderna de VOX que le planta cara, arrebatándole votos y popularidades.
Sánchez y acompañantes han resultado bribones tramposos, pactaron para ganar el poder con quien había dicho de manera contundente y pública jamás lo harían. La indecente izquierda viciosa, truculenta, mañosa, tremebunda de Podemos, y, por si fuera poco, trata de adueñarse del Tribunal Constitucional, vara más alta en la justicia, como de la empresa de tecnología comunicaciones Indra que, casualidades, integra procesos electorales; del Instituto Nacional de Estadística, que maneja el censo electoral, sin olvidar que el Correo también es de control oficial.
El Partido Popular y Vox crecen, PSOE pierde Andalucía, los españoles están insatisfechos, molestos con la dudosa, incierta, mala gestión de Sánchez y su partido; inflación, desmesurado aumento de la electricidad de uso doméstico ponen cada día más al ciudadano -tanto a los del Real Madrid y el Atlético como los del Barcelona, Sevilla y Betis- contra la pared, atemorizando a jubilados, pensionados, y enfureciendo a los jóvenes.
España, democracia con monarquía que tiene de la melancolía aunque la pareja real haya unido el no necesariamente bueno pero legítimo recuerdo de los Borbón y el dinamismo periodístico donde lo que cuarenta años de dictadura franquista dejaron atado, fue una ciudadanía dispuesta a ser moderna y europea por esfuerzo propio, no por albures geográficos. Que parió para su socialismo aquel dirigente Pablo Iglesias -que ni era corrupto ni usaba coleta- o el andaluz mundial Felipe González, forjador de la democracia; a grandes escritores, a Francisco Franco, pero también a Manuel Fraga, Feijóo y muchos otros. Sin embargo, mediocres zapateros, que para desgracia se escapan y por alguna razón llegan.
@ArmandoMartini
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