Ministros y directores de despachos, diputados a la Asamblea Nacional, gobernadores, legisladores regionales, alcaldes y concejales pierden progresiva y aceleradamente el control psicológico, emocional y electoral que se pretende seguir ejerciendo sobre la ciudadanía. Las organizaciones políticas nacionales más representativas, tanto oficialistas como de oposición, sufren la misma suerte. La desbandada y deserción abierta pasó de ser silente a evidente, pública y notoria.
Los jerarcas oficialistas dueños del poder han auditado sus estructuras formales que reciben de los estados, municipios y parroquias del territorio nacional y el resultado indica la desarticulación, en todos sus niveles, de lo que se consideró la maquinaria político electoral más controlada y organizada del país, que operó siempre bajo la figura del difunto comandante y sus postulados. Indudablemente la decadencia del efecto revolucionario indujo a los herederos del poder a suprimir y minimizar la permanencia, en las políticas comunicacionales, de casi todos los patrones por los que se regía, el para entonces efervescente chavismo y a reconfigurar un escenario con nuevas estrategias que diera paso al madurismo. Ambas tendencias oficialistas en un aparente eje de continuidad en favor de un modelo socialista entraron en contradicciones y hoy muestran su marcada diferencia que convergen en la efectiva y devastadora destrucción del país y el quiebre de la sociedad venezolana, desencantada de lo político pero habida de impulsar y respaldar el cambio de modelo político económico y social.
Un régimen que no tiene posibilidades de recuperarse política y económicamente, declarado enemigo de la masa laboral activa y jubilada del país, que restringe el cumplimiento de los derechos constitucionales de educación, salud y vivienda está decretado por los venezolanos como moribundo y en estado terminal.
Se habla de más de 7 millones de venezolanos que han migrado a diferentes partes del mundo y se ha pretendido endosarle esta alarmante cifra que en su mayoría sería del sector de la oposición cuando la gran realidad es que más de 45% son o fueron seguidores, activistas o funcionarios del régimen.
Las respuestas al reclamo laboral de toda la administración pública por parte de las autoridades que representan al señor Maduro son verdaderamente aberrantes e inmorales. Forzar a los empleados del Estado a emigrar tiempo parcial al sector informal a través del famoso emprendimiento señala el futuro que ofrece la revolución en caso de perpetuarse en el poder. Todos los sectores afectados, al que no escapan ni los en teoría privilegiados del componente militar, fueron privados de beneficios y robadas por la vía de la devaluación las prestaciones sociales de miles de ellos.
La ostentación en la que viven y muestran quienes conducen el país mientras la población no tiene con qué cubrir los gastos mínimos de alimentación y permanentemente se abona la desesperanza, se siembra la pobreza y se cultiva el conformismo con los discursos presidenciales, es una irresponsabilidad hablar de la fortaleza del régimen de Maduro.
El pueblo venezolano está respondiendo al embate cruel del sistema que ha sido victimario y pretende ahora convertirse en la víctima, después de que vaciaron las arcas de la nación, arrodillaron a la institucionalidad y convirtieron los antivalores como los ejemplos a seguir para conseguir el bienestar que todo ciudadano aspira a tener producto de su trabajo en un país con Estado de Derecho y de justicia.
El pueblo venezolano circunstancialmente y por un tiempo bastante prolongado ha sido sometido a las pruebas más duras que nación alguna hayan vivido. Es hora de ocuparse del problema que nos aqueja. Debemos comenzar por manejar los elementos básicos que nos permiten determinar que estamos en el momento de derrotar lo que ha representado el modelo socialista. El señor Maduro en el año 2012 recibió de Chávez un capital político de 8.184.383 votos, y en todos los procesos siguientes decreció. En el año 2013 obtuvo 7.517.999. En 2018 bajó a 5.988.430 votos. En 2020 bajó aún más y descendió a 4.331.388 votos, hasta llegar en 2021 a su mínimo histórico de 3.722.657 votos, perdiendo 4.446.727 con respecto al año 2012. Si a esta realidad inobjetable le restamos los desaciertos económicos y creciente malestar de todo el país que ha vivido sus peores años,¿cuánto creen ustedes que le pueda quedar? Lo cierto es que quienes evalúan responsablemente la realidad de país aseguran que el régimen solo cuenta actualmente con el respaldo de 9% a 12% del pueblo, que vive entre una eterna contingencia y en una constante e insuperable supervivencia.
Muchos hemos sido acusados de desfasados por parte de los sectores políticos recalcitrantes y en teoría dominantes, por llamar a la rebelión dentro de los partidos políticos para vencer la manipulación y el secuestro de la voluntad popular ejercida por las cúpulas nacionales; por llamar a la rebelión de las regiones en contra del centralismo y por invitar a los venezolanos a la toma de Caracas para pedirle la renuncia al señor Maduro. La verdad son escenarios que se están desarrollando en respuesta a la asfixia del poder sobre la vulnerable ciudadanía. Muchos deben haber visto un video que se hizo viral en el que un ciudadano en una entrevista con tono lloroso expresó: “¡Ya no aguanto más!”. Así está Venezuela.
Quienes hemos promovido la salida electoral constitucional y democrática, consideramos que cada proceso electoral que se ha desarrollado ha sido atípico y con condiciones diferentes, como es lógico en un país que se salió de la normalidad y constitucionalidad hace mucho tiempo; sin embargo, en este momento existen condiciones muy especiales para lograr el cambio pese a la crisis y la incidencia del Estado en la actuación del estamento político opositor. El callejón sin salida se abre paso con el sentimiento nacional que conscientemente expresa que respaldarán a quien se alce con la preferencia de la mayoría del país. El folklorismo y oleada candidatural no será un obstáculo para vencer. Responsablemente, puedo afirmar que aunque el régimen tenga el dominio y control de un sector de la oposición ya plenamente identificado y representado por un puñado de partidos, lo que podría catalogarse al final como una oposición dividida, aun así venceremos a Maduro y lo que representa. Solo debemos lograr la mayor unidad posible de los venezolanos y blindar la defensa del voto. Ya comenzó el primer triatlón político que consiste en competir a lo interno en cada oferta política para luego enfrentar un proceso primario aún por decidirse en cuanto a su normativa, para finalmente enfrentar la elección formal a la Presidencia de la República. El camino está abierto hacia la libertad, solo debemos transitarlo con sentido patrio y compromiso ciudadano.