El 24 de marzo pasado se cumplieron 4 años del fallecimiento de José Antonio Abreu. Por eso quiero empezar este artículo con unos maravillosos versos de Franz Von Schober “A la música”:
Noble arte, ¡en cuántas tristes horas, //en las que he sido alcanzado por el torbellino de la vida, // tú has encendido la llama del amor en mi corazón, //y me has llevado a un mundo más feliz!
Con frecuencia un suspiro de tu arpa, //un dulce y bendito acorde tuyo// ha abierto para mí un cielo de mejores tiempos, //¡noble arte, por esto te doy las gracias!
Toda gran obra empieza con una gran idea y necesita de alguien que crea fervientemente en esa idea y la impulse. Por eso, el nombre de José Antonio Abreu siempre aparecerá en los anales de la historia de lo que se debe hacer para sacar a un país del tercermundismo ¿o debería decir décimo mundo, ya que se trata, en primer lugar, sobre Venezuela?…
En el maravilloso libro de Jesús Chúo Alfonzo, Soggetto Cavato, leemos sobre los comienzos de El Sistema: “Atril por atril”… “otra vez”… “otra vez”… “Muchas veces empezábamos el ensayo a las seis o siete de la noche y no sabíamos a qué hora terminaríamos”… Cuando ensayaban con Abreu, no había intermedio. Los músicos todavía ensayan “a la manera del maestro”, lo que significa que hasta que no esté perfecto, no terminan de ensayar.
José Antonio Abreu tuvo el mérito de haber acercado la cultura al pueblo. Pero tuvo aún más mérito por haber acercado el pueblo a la cultura. Ya son más de 1 millón de integrantes que conforman sus orquestas, 1 millón de jóvenes que conocen el valor de la superación en cualquier disciplina que escojan como medio de vida. Y eso gracias a que Abreu le enseñó a un grupo importante de venezolanos que no pueden conformarse con ser mediocres si pueden ser excelentes; que los éxitos en la vida se consiguen a costa de esfuerzo y constancia, por lo que no deben temer a la exigencia y al trabajo duro. Todo eso da frutos. Abreu murió orgulloso de esos frutos que siguen cosechándose.
Los venezolanos nunca estaremos lo suficientemente agradecidos a José Antonio Abreu por la obra de vida, esperanza y amor que nos legó, porque la música es vida, es esperanza y es amor. Son justamente esas orquestas las que reflejan el país que nos merecemos todos, un país de excelencia, de conocimientos, de cultura, un país de todos y para todos, en el que realmente quepamos todos.
En Venezuela, y sobre todo en el campo público, casi nadie hace nada; pero basta que alguno tenga una idea, una iniciativa, para que lo destrocen. La envidia es uno de los sentimientos que más daño nos ha hecho. Debo decir por esto, que estimo y agradezco que el doctor Abreu nunca se detuvo en su empeño.
Si en Venezuela hubiera cien personas con la dedicación y el empuje de José Antonio Abreu en los distintos renglones del quehacer nacional, las cosas marcharían por sí solas, porque el cambio vendría desde la base, con venezolanos reeducados, con una nueva visión de lo que significa realmente ser venezolanos. Insisto en que ese es el único cambio que puede funcionar. Si no lo hacemos, las orquestas de Abreu seguirán siendo unas islas en el mar del desbarajuste venezolano, la esperanza en la caja de Pandora.
El mayor homenaje que el maestro Abreu ha podido tener es haberse ido con la certeza de haber creado una obra de trascendencia universal, por su contenido y alcance. Le doy las gracias por esa obra que ha tocado tantas almas y ha hecho que veamos las cosas desde una perspectiva más alentadora. Le doy las gracias por haber sembrado esas semillas que germinan incólumes en medio de este caos, y que siguen firmes y seguras en su camino hacia otros horizontes definitivamente mejores. Le doy las gracias por darnos continuamente la oportunidad de creer que sí hay solución para Venezuela.
A cuatro años de tu luz, querido maestro.
@cjaimesb