La frase “a confesión de parte, relevo de pruebas” es un axioma jurídico que indica que quien confiesa algo libera a la contraparte de tener que presentar evidencias para acusarlo y esto se aplica a las recientes declaraciones de Nicolás Maduro, quien dijo: “Estoy dispuesto a realizar elecciones limpias”.
Con semejante afirmación Maduro deja claro que los últimos procesos han sido –como todos los venezolanos lo saben– manipulados para darle ventaja a quienes usurpan el poder en el país.
Ahora bien, ¿por qué lo dice ahora? Pues lo plantea como parte de un recurso para la negociación política en la cual él accede a la realización de jornadas electorales “limpias” a cambio que le permitan permanecer en la presidencia hasta 2025.
Maduro sabe que cada vez se le agotan los espacios de maniobra y su sostén en el poder se debe más a los errores estratégicos y tácticos de la oposición que a sus propios méritos, pues es evidente –y así lo dicen las encuestas– que Nicolás Maduro no pasa de 15% de aceptación, en los mejores casos, y que cerca del 60% de quienes de autodenominan chavistas rechazan sus políticas al frente del Estado.
Esta situación, por lo demás compleja, obliga a Maduro a empezar a comprender la necesidad de abrir el compás. Ya desde la óptica económica lo está haciendo dando pasos hacia medidas cada vez menos socialistas, como la privatización de bienes –hasta ahora pequeños– del Estado y la aceptación de transacciones bancarias en divisas por particulares.
Maduro sabe que las tesis socialistas dogmáticas no funcionan, saben que la dolarización de hecho es una realidad, sabe que no puede seguir sosteniento supermercados quebrados, hoteles destartalados y empresas en ruinas y es por ello que está cediendo a los consejos de los llamados revisionistas y permitiendo políticas ligeramente capitalistas, para favorecer a sus compinches mafiosos.
Asimismo, en el ámbito político, se ve empujado por abrir espacios para la negociación, ya no en términos de los viejos diálogos – mejor dicho monólogos de oxigenación política del pasado – sino acuerdos en otro sentido, y si se niega a eso, él sabe que la crisis le explotará en la cara.
Es por ello que Maduro confiesa que en el pasado no ha realizado elecciones limpias y plantea la materialización de unos comicios correctos, pero esto pasa por la aceptación de su permanencia en Miraflores por 4 años más, lo que sería un desastre para un país como el nuestro sumido en la más caótica de las crisis que puedan existir.
Y, esta confesión es parte de una realidad peligrosa para Maduro, ya que es sabido que las presiones en el PSUV son cada vez mayores, entre los radicales, los revisionistas y aquello que optan por reivindicar el espíritu originario del 4F, es decir, toda una ensalada de posiciones, tendencias e intereses que agobian hasta el más pintado.
Lo cierto es que Maduro confiesa que es y siempre será un tramposo, nos dice que su presidencia es una farsa –como ya todos sabemos– y nos reafirma que él sí controla el CNE al indicar que “ahora sí” se harán elecciones transparentes.
En conclusión, sus declaraciones están cargadas de demasiado cinismo para una sola persona.
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