El próximo año, ya listo, por venir, puede, debe, resultar altamente significativo para la lucha por el restablecimiento de las libertades y la democracia en Venezuela. Es año electoral. Lo que significa, además, de gran movilidad política en cada rincón. Nos requerirá alertas ante todo, suspicaces ante todo. Ante todo firmes en nuestros propósitos que no deben variar un ápice: salir de la dictadura, usando la ruta electoral unitaria trazada responsablemente.

Seguirán, aumentarán, los obstáculos, desde luego. Pero debemos perseverar por encima de ellos, según nuestros deseos colectivos de vivir en paz, de manera armónica, sin atención a los déspotas que hoy manejan el poder a su antojo. La reconstrucción institucional del país es una meta que bien puede dejar sentadas las bases este 2024. Sin ingenuidades ni desesperos.

Lo primero es lograr esas elecciones de las que ni siquiera han fijado calendario a estas alturas de fin de año. Continuar exigiendo dentro y fuera que sean realizadas de forma libre y con observación internacional que garantice la exactitud de los resultados. Las condiciones electorales, aunque no bastan en sí mismas, son indispensables para terminar de alentar el voto. Pero hay más. Se requiere igualdad de acceso a los medios. Evitación de la censura. Librarnos de esta permanente persecución de líderes políticos.

Montados en las fechas que corren raudas, debemos afincar la exigencia de la habilitación de la candidata y de los demás políticos injustamente inhabilitados. La devolución de los partidos políticos secuestrados es otra de las exigencias de primer orden. El inmenso y profundo trabajo con el registro electoral. La inscripción y el cambio de domicilio de aquellos votantes que se mudaron. El indispensable voto en el exterior debe ser finamente cuidado.

Una vez más, los gobernantes del terror demuestran sus habilidades para desconocer acuerdos que terminan por no ser tales. La indispensable liberación de los rehenes políticos ha quedado nuevamente como burla a la sociedad venezolana. Como descarada respuesta absurda a la intención internacional de contribuir con la democracia venezolana en gestación de nuevo. Aquí no debe haber un solo prisionero político más el año próximo. Tampoco ciudadanos sujetos a libertades condicionadas, como sigue habiendo miles de compatriotas.

Todo esto permitirá el reencuentro de los connacionales en su reconocimiento mutuo a lo interno y el regreso de un alto porcentaje de nuestros compatriotas que sufren el destierro. La lucha será más dura este año próximo, pero no por ello debemos cejar en nuestra incalculable acción permanente por conquistar para el país la democracia y la libertad. La victoriosa ruta que nos conduzca a librarnos de esta cobarde agrupación pequeña -en todo sentido- de criminales en el poder.

Así será para Venezuela un feliz año. La esperanza es que no sean solo palabras de anhelo.


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