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A 80 años de la invasión de Normandía y las amenazas a la democracia global en el siglo XXI

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Dos batallas capitales significaron la derrota del Tercer Reich en la Segunda Guerra Mundial, la primera la de Stalingrado en 1943 y luego la iniciada el día D en 1944 en las playas de Normandía, consagraron la debacle definitiva de la  Wehrmacht de la Alemania nazi, convirtiéndose en el punto de inflexión del conflicto bélico más letal en la historia de la humanidad.

Al término de 1945 el planeta conoció la confrontación extendida a la segunda mitad del siglo XX de 2 visiones societales: la occidental de la mano de Estados Unidos consolidó el grado de primera potencia capitalista mundial, y la segunda bajo el modelo soviético destacó a la otra potencia la URSS con sus satélites de Europa del Este.

Hoy luego de 8 décadas ¿en qué lugar estamos? El sacrificio de millones de seres humanos, quienes entregaron sus vidas para defender los valores democráticos, la libertad individual y derrotar al fascismo europeo y asiático, tuvo sus frutos en el mejoramiento de las condiciones de vida y en la calidad de sus gobiernos, aun cuando la desigualdad sea la preponderante según el laureado economista francés Thomas Picketty (2017) en la evolución de las sociedades.

Cuando observamos el curso político y económico del siglo XX, ¿se podrá decir que el sacrificio fue en vano? Para aquellos que derramaron su sangre en las playas de Omaha, Utah, Juno y el acantilado de Pointe Du Hoc, su heroísmo permitió derrotar militarmente a las potencias del Eje y a sus gobiernos conformar con los acuerdos de Yalta y Potsdam el mapa mundial durante el resto de siglo.

Y luego ¿qué ha pasado en el primer cuarto de siglo XXI? Las paradojas de la historia nos indican cuánto la humanidad es ingrata con su memoria, al conocerse el renacimiento de expresiones políticas de la ultraderecha y del autoritarismo. Al desaparecer la URSS y la caída del muro de Berlín en la década de los noventa del pasado siglo, finalizó la confrontación entre marxistas y capitalistas sustituida por la globalización y la expansión de las instituciones democráticas.

Hoy se conoce un rumbo opuesto donde el enfrentamiento se concentra en la disputa entre gobiernos proglobalización vs aislacionistas, entre mandatarios contrarios a los acuerdos de integración como la Unión Europea para ser sustituidos por mercados nacionales, y lo más grave aún, gobiernos hostiles a las democracias parlamentarias o presidencialistas en pro de rudos regímenes autoritarios.

Como referencia identificamos a gobiernos de América Latina, Europa, África y Asia, quienes ven en Putin el Iván el Terrible ruso y Xi Jinping, como modelos a seguir en lo político y lo económico, sin importarles las conquistas democráticas y económicas logradas con el triunfo aliado en la Segunda Guerra Mundial.

Las recientes elecciones del Parlamento Europeo arrojan resultados alarmantes reflejados en el fortalecimiento de facciones profascistas, en Alemania la AFD; en Hungría con Orban, alfil de Putin en la UE; en Francia el FN de Marine Le Pen, en Portugal Chega, cuyos perfiles políticos se unifican en torno a promover la xenofobia a la migración, el rechazo a apoyar a Ucrania frente a la agresión rusa, el antiaborto, la desvalorización del parlamentarismo.

A esto se añade en otra vertiente la promoción de un antisemitismo irracional donde se confunde la causa palestina con el terrorismo de Hamás, tendencia observada en los campus universitarios de Estados Unidos cuyos jóvenes no sobrevivirían ni un día a la ley Sharía, base del derecho islámico, con normas que rigen el código de conducta y la moral de los ciudadanos, las cuales convierten a la mujer en esclava de la sociedad, teniendo como castigo la pena de muerte como conocimos en Irán y en numerosos países árabes.

Cuando vemos el panorama del siglo XXI no dudamos en la vivencia de la vieja frase “el mundo da muchas vueltas”, esperando no se convierta en una nueva tragedia para la humanidad. En mi caso por fortuna en mis tiempos de estudiante universitario en Francia estuve en las playas de Normandía, pudiendo respirar el ambiente lúgubre de los bunkers alemanes, y el aire sobrecogedor del lugar donde murieran más de 10.000 soldados aliados en un solo día, finalmente enterrados en el cementerio norteamericano situado en el lugar.

Ojalá aquel sacrificio vivido hace 80 años como los millones que perecieron en esta cruenta guerra no sea en vano, ni desmeritado por las nuevas generaciones que olvidan pronto las raíces del mal, por su ambición desmedida de alcanzar el poder pretendiendo revestir con un manto de olvido el apocalipsis que vivió la humanidad bajo el fascismo.

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