Desde inicios del siglo XX el espectro de la guerra no abandona al viejo continente y es que Europa, cuna de la civilización occidental, fue el epicentro de las dos guerras más devastadoras de la historia, que propiciaron el exterminio de casi un centenar de millones de seres humanos.

Estos conflictos bélicos tuvieron efectos tan demoledores que las naciones del mundo entero juraron no volver a cometer semejantes atrocidades, entre ellas destaca el Holocausto del pueblo judío, el mayor crimen cometido contra el género humano, lo que conllevó a constituir en 1945 la Organización de Naciones Unidas bajo el manto de la paz y la concordia mundial.

De allí en adelante se creyó que la convivencia entre naciones sería más duradera y que las divergencias territoriales, no solo en Europa sino en el mundo entero, sería posible solventarlas en instancias internacionales, para así evitar guerras intestinas y de exterminio.

En el contexto del viejo continente hubo progresos con la unificación de Alemania, la separación de las repúblicas de la extinta Unión Soviética se efectuó con rebeliones locales en procura de constituir las nuevas repúblicas independientes, hasta que surgió el conflicto de mayor envergadura como lo fue el de Los Balcanes que atrajo la atención mundial.

En definitiva, con los acuerdos alcanzados en torno a la ex-Yugoslavia se creyó alcanzar la paz definitiva para el siglo XXI en Europa, sin sospecharse que de la antigua URSS se gestaba en las entrañas de Rusia un espécimen de bestia, que finalmente hoy cree ser el heredero de Pedro el Grande de la dinastía de los Romanov y del imperialismo soviético, predestinado a reconstruir la Gran Rusia.

Semejante alucinación personificada en Vladimir Putin lo ha llevado a concentrar los delirios de grandeza rusos y las prácticas nazis de Hitler, para atreverse a iniciar el exterminio de Ucrania, por considerarla parte de Rusia, negándole el derecho a existir como nación independiente, a partir de la manipulada “operación especial” para maquillar la invasión.

Hace 6 meses inició su aventura, mediante la blitzkrieg -guerra relámpago del ejército hitleriano-, asumió que sería un paseo y en tan solo 5 días llegaría a Kiev, donde sería recibido como un césar romano entre vítores de los ucranianos, por haberlos “liberado” del “gobierno nazi” de Volodimir Zelenski.

Por el contrario, el segundo ejército más poderoso del mundo fue expulsado del centro-norte de Ucrania, debiendo reducir sus objetivos al este del país, a tal extremo que luego de 180 días de invasión controla 20% de su territorio, pagando un alto precio en bajas militares. Según expertos las bajas se sitúan alrededor de las 60.000, más del doble de efectivos militares caídos en la guerra de Afganistán dirigida por la URSS durante 10 años.

Es de hacer notar que la feroz resistencia de Ucrania al invasor ha sido posible por el apoyo incondicional político, militar y económico de la UE, la OTAN y en particular de Estados Unidos, quienes han sancionado con múltiples medidas al régimen ruso hasta su retirada del territorio ucraniano.

Como consecuencia de los caprichos del orate dictador, el pueblo ucraniano ha pagado con decenas de miles de vidas, la destrucción de la infraestructura, viviendas, escuelas, el fallecimiento de cientos de niños, cuyo único delito ha sido nacer en suelo ucraniano. La devastación de Ucrania es de tal magnitud que se requieren mas de 700.000 millones de dólares para su reconstrucción por los efectos de la malvada invasión rusa.

La desproporcionada agresión a Ucrania permitió ver los árboles detrás del bosque, al desenmascarar las verdaderas intenciones de Putin y Xi Jinping, de confrontar la primacía de las instituciones democráticas en el planeta, pretendiendo estos tiranos constituir un nuevo orden mundial bajo el imperio de las dictaduras, donde no existan poderes públicos autónomos, ni ningún género de libertades, solo la voluntad del mandatario autócrata.

La humanidad vive una hora crucial porque la derrota del eje Putin-Xi es un objetivo del mundo democrático, para preservar el modo de vida de libertad de expresión, libertad de pensamiento y libertad de elegir los poderes públicos en democracia, sin chantajes, ni controles autoritarios.

Esta lucha implica confrontar a los satélites del eje del mal en América Latina, en el caso concreto al régimen madurista, quien no ha vacilado en apoyar la invasión rusa y las tropelías cometidas contra el pueblo ucraniano, conducta que permite reconocer el talante dictatorial que somete al pueblo venezolano.

Ucrania plantó cara a la invasión de Putin y al mismo tiempo demostró una lección al mundo democrático, de cómo se deben defender los valores democráticos de una civilización hoy amenazada por esta oleada de especímenes dictatoriales del siglo XXI.


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