Es el título de un libro, ensayo, historia o denuncia de la sociedad política venezolana en tiempos de la degenerada democracia, del sociólogo Carlos Raúl Hernández, escrito, pensamos, a partir de 1959, cuando se tomaron caminos de buenas intenciones, tropezando con las curvas de la «geometría política» que trazara a finales del siglo XIX el ingeniero, general y eficiente ministro de varios despachos Jesús Núñez Tébar en su ensayo Personalismo y legalismo. Es decir, altos y bajos que han obstaculizado el desarrollo del país. Curvas que para Hernández, en el libro Las curvas de las campanas, demuestran cómo una demagógica política de subsidios se desvía hacia fines contrarios para lo que son, conduciéndonos precisamente al Estado Malhechor.
Tan subjetivo título del libro de Hernández nos permite interrogarnos ¿quién es el Déspota Bienhechor? ¿Cuál el Estado Malhechor? A tenor de la Constitución de 1999 «Venezuela es un Estado, democrático, social de derecho y justicia… cuyas atribuciones se rigen por el «Principio de la Legalidad» (artículos 137 al 140) que de transgredirlos, le coloca en un Estado Malhechor visto, conocido y denunciado parámetros como, corrupción política e ineficacia judicial, evidentes niveles de criminalidad, delincuencia organizada, inseguridad ciudadana y narcotráfico, con el agregado de informalidad, pobreza extrema y violaciones de derechos humanos a extremos, que de ello conoce la Corte Penal Internacional. Vistas así las cosas, sólo los gobiernos de Antonio Guzmán Blanco y Hugo Chávez Frías y Nicolás Maduro calzan en el esquema anterior y no porque en anteriores regímenes las señaladas características no estuviesen presente, sino por saltarse de un mínimo de exigencias constitucionales e institucionales.
El Estado es un complejo concepto desde Platón y Aristóteles, coincidiendo en los vínculos políticos y jurídicos de lo que se ha encargado el Derecho Constitucional, blindandando una serie de Instituciones revestidas de autoridad, vía organismos de gobierno — esté — sujeto a responsabilidades, con el fin de garantizar el Estado de Derecho y regular la convivencia ciudadana al decir del artículo 3º de la Constitución, entre cuyos fines esenciales está:
«…la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa, y amantes de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo la garantía del cumplimiento de los principios, derechos y deberes consagrados en esta Constitución».
Ese Estado constitucional no existe en Venezuela actual, lo que le hace «malhechor» para los efectos del gobierno, con el uso de la fuerza.
Al respecto y a nuestro juicio, el primer «déspota bienhechor» de Venezuela fue Bolívar, como se desprende de discursos suyos, entre otros el de Angostura en 1819, al proponer un Senado hereditario: «integrado por los primeros bienhechores…» es de gratitud de Venezuela, es del honor nacional, conservar con gloria hasta la última posteridad una raza de hombres virtuosos, prudentes…y si el pueblo de Venezuela no aplaude la elevación de sus bienhechores es indigno de ser libre y no lo será jamás» En 1826 desde Lima expuso: «Dame un punto de apoyo decía un antiguo y moveré el mundo. Para Bolivia, este es el presidente vitalicio. En él estriba todo nuestro orden». Para terminar diciendo en el Congreso Constituyente de Colombia en 1830: «Mi más ardiente deseo es el de descargarse del peso insoportable de una autoridad sin límite».
José Antonio Páez y Guzmán Blanco se harían déspotas bienhechores con el caudillaje. Juan Vicente Gómez malhechor con el petróleo, al igual que Chávez y Maduro, con lo cual bien vendría otro libro de Carlos Raúl Hernández…
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional