Desproporcionalidad de los sectores a confrontarse electoralmente en las contiendas por venir hacen predecible sus resultados, por fortuna para bien. Fin de una era trágica y obscura, depuración del espectro político y reinicio e implementación de los valores democráticos y de justicia en favor de otra etapa obligada de transformación de un país con todos los elementos y condiciones para su reconstrucción y materialización del desarrollo y progreso, luego de haber aprendido una gran lección a un costo extremadamente elevado que liquidó a varias generaciones.
Venezuela vive un momento en el que los espejismos son creados permanentemente para distraer e influir en la visión y el pensamiento de los sitiados y empobrecidos ciudadanos. Se crean fórmulas y estrategias de toda índole en todos los sectores políticos, en especial las aplicadas por el régimen para manipular, esconder las realidades, vender un bienestar inexistente, tapar la podredumbre de la escandalosa corrupción y negar la anhelada justicia.
La clase política degradada por acción u omisión, sin resultados tangibles, fallida e insensible, en la que los dirigentes más relevantes gozan de privilegios, unos más que otros, pero visiblemente todos inmoralmente distantes de lo que percibe cualquier venezolano en modo supervivencia, aumentan la brecha de la desigualdad y distorsionan la relación y cohesión necesaria para vencer, para en algún momento comenzar a darle soluciones a las acumuladas y crecientes necesidades que agobian a la población diezmada por el socialismo, ese que aberrantemente, para vergüenza de los venezolanos, expande sus postulados y resultados a otros países de este y otros continentes
Por esta razón y muchas otras más se ha creado un divorcio irreconciliable entre los políticos y el pueblo venezolano. Esta aseveración se sustenta científicamente en las evaluaciones y estudios que periódicamente las empresas encuestadoras realizan y que lógicamente al acrecentarse la crisis y salir a la luz pública las reiteradas y constantes denuncias de corrupción en todos los niveles de ambos bandos y que en algunos casos se evidencia una especie de asociación para delinquir, se dispara obviamente el sentimiento anti partido hacia todas las tendencias involucradas y el sentimiento anti gobierno acorrala a la ya demostrada minoría oficialista, principal responsable del saqueo del país y el mal vivir de los ciudadanos.
Las ideologías, principios y doctrinas que regían muchas organizaciones fueron desestimadas para convertirse en centros de control y negociados depravados en su mayoría públicos y notorios, siempre contrarios al interés nacional y a la posibilidad de una salida a la crisis general que se vive.
Asombrosamente, casi 90% de los venezolanos mantiene su exigencia de lograr la unidad opositora a los contaminados y otros moribundos dirigentes de los partidos políticos, que se niegan a buscar los mecanismos para lograrla.
El venezolano debe poner en práctica su sentido común y asumir su responsabilidad de inmiscuirse en la política, “hoy más que nunca”. El circo político es en estos momentos un centro de distracción que utiliza las nuevas tecnologías para captar la buena voluntad y la creciente esperanza de cambio de la gente para alimentar las cúpulas trogloditas que persisten en mantenerse en el poder formal o los que de ejercen fraudulentamente tras bastidores.
La descomposición general del país está impulsando determinantemente a la mayoría de los venezolanos a plantarse con claridad frente a un modelo político cívico militar fracasado y cuestionado y a todas luces fraudulento y fallido. La familia, la sociedad y las instituciones sufren los rigores de la voracidad insaciable de una minoría, la indolencia de muchos y la ignorancia de otros.
Estamos ante el reto de vencer unidos esta atrocidad, cuya descripción la tenemos grabada imborrablemente cada uno de los venezolanos en nuestras mentes, en nuestros corazones, graficadas perfectamente con lo que hemos y tenemos que transitar, ver y sentir diariamente. Además, lo que vemos vivir y padecer a nuestras familias, vecinos, compañeros y amigos. De esta manera, ya tenemos claro la necesidad impostergable de salir de este modelo castrochavista madurista que ya sabemos perfectamente lo que representa, por lo que se hace necesario, urgente y obligatorio el fomentar la organización familiar. Cada cabeza de familia debe inventariar su grupo o su núcleo familiar. Debe alinear a todos sus componentes en una sola postura frente al mal. Debe determinar quiénes tienen que inscribirse o actualizar sus datos o domicilio en el registro electoral y actuar en consecuencia de modo que no se pierda ni un voto para los procesos venideros. Esto es la base para construir una fuerza indivisible e invulnerable, capaz de formar parte de una organización ciudadana. Si en el núcleo familiar existe algún componente que aún respalde este régimen debemos invitarlos a reflexionar y a sumarse al cambio. Si no somos capaces de cumplir con esta tarea, no estamos contribuyendo con el cambio.
Debemos todos, ya cumplida esta tarea, no hacernos eco de noticias negativas, no debemos publicar informaciones que genera el oficialismo y algunos sectores de oposición que producen confusión y distorsión. Si nos corresponde, incluirnos en grupos que nos informen y orienten con objetividad e involucrarnos con los que requieran ayuda en lo organizativo y estructural.
Debemos tener conciencia de que los que queremos salir del régimen de Maduro somos una mayoría que oscila entre 85% y 90%. Que es falso que el régimen mantiene 25% o 30% de respaldo y que solo medido responsablemente alcanza 8% o 10% de respaldo. Que es cierto que Maduro desde que heredó el poder del difunto comandante perdió, según cifras de su CNE, más de 4, 3 millones de votos al año 2021 y en los últimos 2 años -considerados los más severos y agobiantes para los venezolanos- según el promedio estadístico ha perdido 1,5 millones de votos más, lo que concuerda con las cifras de este año 2023 que certifican la pérdida casi absoluta del respaldo popular que sostenía la revolución, que hoy cínicamente pretende justificar el hambre, la miseria, el esclavismo laboral y la ruina del país.
Corresponde a los venezolanos que siguieron a organizaciones políticas en el pasado, hoy vulneradas y desprestigiadas, huérfanas de un liderazgo serio y comprometido con la democracia interna y del país, desecharlas, algunas por su vinculación evidente con el régimen y a otras, de ser el caso, por no ser garantes del triunfo ciudadano opositor. Todas deben ser borradas parcial o totalmente de nuestros pensamientos, para asumir con racionalidad la o las tarjetas electorales que finalmente la candidata o candidato que consolide el respaldo popular en su momento indique al electorado cómo canalizar el voto de manera segura y confiable, que no dé posibilidad a la desviación y dilapidación del sufragio.
Vendrán tiempos de conflictos, dimes y diretes, pretensiones de manipulación de la opinión pública, escándalos, manejos de capitales mal habidos para comprar conciencias y la aplicación de estrategias engañosas; sin embargo, la diferencia es tan abismal entre la resignación y la esperanza que nada será suficiente para que el régimen permanezca en el poder, a menos que declaren oficialmente la dictadura y obvien o desconozcan los procesos democráticos electorales.
El régimen actuara de mil formas para tratar de desestimular al pueblo venezolano con la complicidad de los poderes y recursos que controla, que les sirven de instrumentos para el control social, pero aun así tampoco será suficiente para detener la decisión de un pueblo oprimido vejado y sitiado que pactó con el bien para cambiar y lograr justicia a tantas atrocidades de las que han sido víctimas millones de venezolanos.