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78 Asamblea Anual de Fedecámaras

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El Aula Magna de nuestra Universidad de Los Andes en Mérida se vistió de gala con la presencia en pleno del equipo rectoral, decanos, directores, empleados, estudiantes, ex gobernadores, nuestro arzobispo coadjutor Helizandro Terán Bermúdez y demás personalidades y fuerzas vivas, con motivo de la instalación de la 78 Asamblea Anual de Fedecámaras, evento ocurrido el pasado jueves 14 de julio, fecha emblemática por lo demás en el ámbito mundial por la toma de la Bastilla y su significancia en términos de derechos y cambios a partir de la Revolución Francesa, y por supuesto, la Declaración de Los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 como un parteaguas en la historia político constitucional mundial.

Precisamente esta septuagésima octava asamblea anual de Fedecámaras guiada por la premisa y consigna “Confianza y desarrollo” no pudo convocarse en mejor momento y lugar, y creemos que lo planteado en Mérida representa igual un parteaguas, no sólo en materia económica, financiera y empresarial, sino fundamentalmente, en la visión de modelo de desarrollo que Venezuela requiere en la actualidad al asumir, entre otras cosas,  el agotamiento del rentismo y sus implicaciones para un país como Venezuela.

Si algo muestra nuestra Venezuela actual, y no es un tema de simplismos, fatalismos ni nada parecido, es precisamente el deterioro o eclosión del modelo desarrollo rentista y extractivista, que, si bien funcionó y ha sido objeto de grandes debates, la realidad actual nos muestra la imperante necesidad de debatir, revisar, cuestionar, replantear y sobre todo proponer un nuevo modelo de desarrollo. Valga señalarse que Venezuela nunca fue tan rentista como en los años de la llamada revolución bolivariana 1998-2022 y es precisamente en es este periodo o etapa donde por una serie de aspectos y variables veremos sucumbir al modelo que por décadas se implemento por parte del gobierno y del Estado venezolano.

Estas dos décadas y pico nos dejan varias enseñanzas. Primero se aumentó la presencia desmedida del Estado venezolano en todas las actividades lamentablemente con un desempeño poco discreto o cuestionable incluyendo expropiaciones y ocupaciones, en paralelo debilitando al sector privado quien paradójicamente es el responsable de lo poco que ha funcionado. Segundo, en estas dos décadas las empresas del estado fueron desarticuladas y arrasadas por una mala gerencia colocándolas literalmente en rojo, en déficits, desde Pdvsa, Corpolec hasta llegar a Sidor o Pequiven. Tercero, el estamento militar copó todos los espacios y ámbitos a niveles nunca vistos en la historia militar venezolana y latinoamericana, desde gobernaciones, cancillería, industrias, ministerios, entes diversos, negocios y demás con un desempeño poco vistoso y eficiente. Cuarto por ausencia de una sólida política económica, monetaria, fiscal y gravitando precisamente en el esquema rentista extractivista llegamos a la hiperinflación, aunado a la pulverización del salario, del ahorro y poder adquisitivo y que su expresión se dará en el empobrecimiento generalizado de la población venezolana en el inicio del siglo XXI y consiguientemente, en la diáspora y éxodo de cerca de 6 millones de venezolanos en los últimos años.

Con tardanza hemos acogido que el modelo de desarrollo hizo aguas, e incluso, no fuimos capaces ni siquiera de gerenciar el llamado negocio petrolero donde por décadas tuvimos un sitial y liderazgo mundial asociado a Pdvsa. En ese sentido, ha sido la llamada cúpula empresarial quienes han venido liderizando la promoción de un gran debate nacional, no sólo en el interior de las cámaras, asociaciones, sectores y regiones de pensar a Venezuela, de evaluar las potencialidades de las regiones y de ciertos sectores, mirando al futuro y no siguiendo en el error o esquemas ortodoxos que ya no se corresponden con los grandes retos y desafíos del siglo XXI, y más aún con un país andino, amazónico y caribeño con la mejor ubicación geopolítica de América Latina como la que tenemos.

Tamaño compromiso el asumido y el planteado en esta asamblea nacional de Fedecámaras en Mérida, esfuerzo titánico pero que sin dudas está siendo acompañado y respaldado por la iglesia, las universidades, los gremios, la sociedad civil y demás sectores, tal vez los más rezagados en la actualidad sean nuestros políticos que no terminan de comprender que estamos en el cierre de un ciclo, aspecto que implica grandes retos y desafíos para un país que creció exponencialmente y consecutivamente por tres décadas, y que más aún pudiésemos decir que la historia pudo ser otra hoy en día si la llamada revolución bolivariana no hubiese dilapidado los ingresos petroleros en estas dos décadas además de impulsar un conjuntos de reformas sostenidas en el tiempo.

Somos de la premisa y criterio que no hay vuelta atrás, y no es un tema de añoranzas o lamentos. La evaluación, diagnostico y toma de decisiones no es discrecional sino imperativa. Registramos cambios a escala planetaria en buena parte de las áreas, maneras de hacer negocio, el impacto de la educación y conocimiento experto, la promoción de energías limpias, la calidad de los servicios públicos, nuevos modos de generación de riqueza e inclusión basados en educación, tecnología y competitividad, transformación de hábitos de producción, distribución y consumo en esta modernidad liquida como la llamó Zygmunt Bauman.

El rezago de Venezuela (ciertamente coincidirá con el cierre del siglo XX y la llegada de la revolución) de este debate y sobre todo de estas tendencias y cambios que son indetenibles, y que como lo hemos dicho con responsabilidad nos falló la clase política, una clase política – salvo honrosas excepciones – sumamente pedestre, arcaica y de una orfandad única, no sólo en labores y posiciones de gobierno sino en la propia oposición. Pero el tema es otro y tiene que ver como la necesidad de plantear cambios, rupturas, revisiones, transformaciones, básicamente de ese modelo rentista que pertenece al pasado y que pareciera la propia pandemia mundial lo termino de liquidar.

Luego de haber sido un referente de país estable en términos democráticos, institucionales, económicos y sociales al ser una economía con el mayor crecimiento y desarrollo regional, un país que no sólo se abastecía sino que exportaba en muchos áreas y rubros, fuimos además fundadores de diversos tratados regionales y subregionales de integración y cooperación, promotores de diversos tratados, acuerdos y pactos de derechos humanos y democracia en toda América Latina, hoy estamos en déficits y mora con Venezuela y los venezolanos, hemos visto retroceder a niveles nunca antes vistos documentados  en el deterioro en todos los ordenes de la nación, y de allí repetimos la inédita diáspora venezolana como expresión de la regresión actual.

Los retos y cambios son impostergables y exigen asumir las fallas o tropiezos, las carencias como primer paso, y en simultaneo promover un gran dialogo nacional sobre bases ciertas y no falacias, sobre un nuevo modelo de desarrollo, sostenible, viable, incluyente, basado en el ser humano, en el talento, en las destrezas, en las capacidades, en las regiones, en la iniciativa y sector privado, en las universidades como centro de formación de excelencia, y por supuesto también en la participación del sector publico y del Estado venezolano, con imperio de la ley, es decir, con reglas de juego claras (rule of law), metas viables, objetivos claros y disciplina en todos los órdenes.

El país requiere repensar todo, desde la educación, el empleo, el ahorro, los servicios públicos, la salud que ni es preventiva ni curativa, pasando por la protección social incluyendo prestaciones sociales, poder adquisitivo, reformas de política monetaria, fiscal, económica, tributaria pertinentes, infraestructura, telecomunicaciones, temas energéticos, hidrocarburos, minerales, federalismo y descentralización, trabajo y emprendimiento, tecnología, hábitat y medio ambiente, ciudadanía, liderazgo, democracia y todo remite a concebir e impulsar un nuevo modelo de desarrollo anclado en la confianza, en el desarrollo y certezas no en incertidumbres. Como lo dice uno de tantos documentos de Fedecámaras: “La condición de Venezuela es crítica. Exige esfuerzos, inteligencia y acuerdos como nunca antes, en un entorno cambiante e incierto. Nos urge un nuevo modelo de desarrollo a la luz de las oportunidades que nos traen el cambio tecnológico y la resiliencia y vocación de modernidad de los venezolanos”.

Si seguimos insistiendo en las mismas ideas, en los mismos patrones, en las mismas concepciones seguiremos cosechando los mismos resultados. Venezuela y los venezolanos estamos obligados a evaluar a fondo lo vivido, lo registrado, incluso ni siquiera para culpar, pero si para potenciar, para innovar, para visualizar y lograr un consenso de toda la sociedad venezolana asumiendo con creatividad, audacia y disciplina los retos y los cambios de la economía de escala, la productividad, el propio ser humano y masa crítica a escala global.

Como lo expresamos anteriormente en una de nuestras columnas de El Nacional “el mundo no sólo cambio con el advenimiento de la globalización en la segunda mitad del siglo XX, sino que en pleno siglo XXI el mundo sigue cambiando. Las formas de concebir la vida, los hábitos, el espacio, los negocios, el tiempo, las obligaciones, la educación, los roles, las ideologías, el papel del Estado, el trabajo, la familia, las estructuras, la comunidad, las instituciones, la pareja, la inteligencia artificial y para usted de contar estimado lector están mutando día a día”.

Basta leer los últimos ensayos o releer los anteriores escritos de autores como Zygmunt Bauman, Tzvetan Todorov, Daniel Innerarity, Tony Judt, Ulrich Beck, Arjun Appadurai para significar e inferir que nuestras vidas se desenvuelven en medio de una vorágine que pareciera replantea los cánones tradicionales. Asistimos a una época ciertamente confusa y excesivamente dinámica y mutante, emergen un sinnúmero de dinámicas, situaciones, fenómenos y demás que perfilan e impulsan transformaciones y cambios en muchos ámbitos, y especialmente en nuestras concepciones replanteándose precisamente los parámetros a través de los cuales pensamos, tomamos decisiones y existimos.

Si queremos que Venezuela siga apareciendo en el mapa mundial debemos impulsar un cambio del modelo de desarrollo unido por supuesto a otras transformaciones que son implícitas e impostergables. No estamos estamos hablando de cualquier cosa o nimiedad. Registramos cambios epocales que debemos asumir. Seguir gravitando en dudas, temores o lo actual no nos permitirá avanzar en un esquema productivo de desarrollo y de progreso para los venezolanos. La experiencia venezolana nos debe dejar aprendizajes, tal vez la mayor ganancia sea precisamente esos aprendizajes, dado que no podemos retroceder el tiempo o peor aún albergar que podemos volver a funcionar, pensar y actuar como lo hemos hecho hasta ahora.

La responsabilidad de motivar e impulsar una transformación y cambio es colectiva no es exclusiva de la cúpula empresarial, sin dudas parafraseando al presidente de Fedecámaras, Carlos Fernández Gallardo, este nuevo modelo de desarrollo representa un salto cuántico. La cúpula empresarial ha tomado la iniciativa de proponerle al país de manera responsable un nuevo modelo de desarrollo corresponderá a la sociedad venezolana meditar su acompañamiento y más aún hacerlo operativo. Ojalá tengamos la madurez y el coraje para dar los pasos que requerimos para parir y relanzar a una Venezuela distinta, más inclusiva, más estable, más democrática, más emprendedora, más viable y más feliz.

(*) Profesor de la Universidad de Los Andes E-mail: [email protected]

 

 

 

 

 

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