Sin querer generar situaciones de mayor preocupación para nuestro sufrido pueblo venezolano, es más que evidente que esta segunda fase de 30 días más de cuarentena está siendo determinada por una serie de factores muy importantes que están pasando por encima del aspecto sanitario en Venezuela, como es la escasez de gasolina y el incremento de la cotización de la divisa estadounidense en forma apreciable la última semana.
En medio de la conmoción mundial por el incremento de los casos del covid-19 y con la presión creciente de la escasez de gasolina en la inmensa mayoría del país, el incremento sostenido de la cotización del dólar hasta los niveles actuales que afectan el costo de todos los productos de primera necesidad, está a punto de convertir la fase de ampliación de la cuarentena en un período de terror si no se consigue establecer un mecanismo de control de dicha variable y los precios terminan incrementándose de forma considerable, afectando a una población que está sumergida en una economía paralizada desde hace varias semanas después de 6 años de reducción, en la que se ha perdido entre 50%-60% del producto interno bruto del país.
Si el gran éxito del gobierno ha sido controlar los niveles de ampliación de la pandemia a unas cifras realmente bajas comparadas con las de otros países vecinos y de otras latitudes –para sorpresa de muchos que han denunciado durante años las carencias del sistema hospitalario en Venezuela– dando un frenazo brutal a la actividad económica y muy especialmente a las actividades informales de las cuales depende buena parte del país, es una tragedia para esta estrategia de control el incremento exponencial de los precios de los productos y servicios de todo tipo como producto del ajuste cambiario. Esto reduce de manera muy radical las reservas financieras de la inmensa mayoría de la población venezolana, que dispone de escasos ahorros en bolívares y dólares, si es que los tiene; y tiene un efecto devastador especialmente en el sector público porque reduce las quincenas y bonos congelados por contratos colectivos y tablas a niveles muy precarios para garantizar la subsistencia.
El economista Francisco Rodríguez ha planteado la necesidad de un bono de 100 dólares para ayudar a los venezolanos en el exterior, quienes sin duda lo ameritan, pero yo creo que mayor impacto tendría repartir en Venezuela 25 dólares mensuales entre los jefes de familia durante 4 meses. Si son 6 millones de familias, como calculan algunos, serían 150 millones de dólares mensuales que se pueden controlar por vía digital para ser gastados en alimentos y medicinas, mientras se le garantiza a los comerciantes el pago de sus dólares en efectivo, eso sí, libres de impuestos de todo tipo, lo que superaría con creces cualquier tipo de bono ofrecido por el sistema Patria. En el momento de escribir este artículo sería un total de 3.375.000 bolívares (25 dólares multiplicados por 135.000 bolívares), lo que equivale a 7,5 salarios mínimos de 450.000 bolívares en la actualidad.
Es vital para los decisores políticos en todo el mundo tratar de resolver las consecuencias económicas del impacto del covid-19, que pueden ser muy duras y pasar muchos años para que sean superadas, por lo cual es necesario adoptar de inmediato una estrategia de asistencia financiera directa a la población, pero ya no en bolívares sino en dólares para no seguir incrementado la masa monetaria, que con más de 60 billones de liquidez amenaza con llevar la inflación a los niveles que pronosticaban los estudios de Venancham, en los que se hablaba de un dólar a precios de 1.400.000 bolívares por divisa, es decir, un precio 10 veces mayor que el actual.
A la vez que tiene lidiar con el problema del dólar paralelo, no puede dejar de pensar en el problema del bloqueo comercial y financiero que ha vuelto sumamente peligroso para muchos empresarios y políticos foráneos mantener relaciones mercantiles o incluso de orden personal con el actual gobierno nacional después de las acusaciones del Departamento de Justicia estadounidense, cuyo impacto se puede medir en la decisión de la empresa rusa Rosneft de abandonar Venezuela para evitar acusaciones judiciales y congelaciones de cuenta en todo el planeta.
Falta por ver qué próximas sanciones van a caer sobre las empresas mexicanas, chinas, españolas e italianas que aún insisten en mantener relaciones comerciales con el gobierno de Nicolás Maduro.
A la situación anterior se suma la verdadera preocupación central del gobierno de Nicolás Maduro, que nadie va a admitir por televisión, como es la amenaza cierta de captura o muerte de los funcionarios del gobierno por fuerzas especiales o mercenarios de empresas contratistas que buscan las recompensas en efectivo y el prestigio que les daría concretar con éxito dichas operaciones en estos tiempos de “privatización de la guerra”, en los que multiplicidad de empresas militares están buscando contratos militares en todo el mundo.
Es difícil imaginar cómo se puede mantener la tranquilidad teniendo una flota de guerra estadounidense merodeando las costas de Venezuela, monitoreando diariamente la situación del país, lo que sin duda debe afectar los nervios y quitar mucho tiempo a las actividades cotidianas del gobierno e incluso a las actividades que deben realizarse en estos tiempos extraordinarios de cuarentena contra el covid-19.
A todo esto se suma el problema de la escasez de gasolina, que tiene sus altas y bajas con la llegada de buques desde otros países y la recuperación parcial de algunas refinerías, que han evitado hasta la fecha un colapso total de la economía venezolana. Esto también ha sido posible por la enorme reducción del consumo que implica la aplicación estricta de la cuarentena que ha evitado la movilización diaria de millones de trabajadores y estudiantes, que en condiciones normales habrían presionado al transporte público y privado hasta los límites de una escasez mucho peor.
Y de último, pero realmente el origen de la situación actual, tenemos el virus o covid-19, que mientras se mantenga en los actuales niveles y no genere la saturación de los servicios sanitarios y el pánico que ha sembrado en otros países como Ecuador, España o Italia, es una escopeta cargada sobre la salud de todos los venezolanos hasta que los más de 70 proyectos de vacuna y los más de 20 tratamientos clínicos en desarrollo en todo el mundo terminen teniendo éxito y salven a la humanidad entera de esta tragedia.
Es imperativo, entonces, tratar de lograr el tan ansiado acuerdo político que termine de destrancar esta grave situación estructural, que un momento dado puede llevar a un derrumbe del edificio nacional como un todo si se terminan juntando todos los factores a la vez en forma tal que no puedan ser manejados por la sociedad venezolana en su estresante realidad de cada día.