El pasado 25 de diciembre se cumplieron 30 años del hecho político más importante de mi generación, como fue la desaparición de la Unión Soviética, primer país del mundo constituidos según sus fundadores en los principios marxistas, que apuntaban a la creación del “hombre nuevo”, la desaparición del hambre, la pobreza, la prostitución, la delincuencia, el desempleo y cualquier otro problema social, creando un nuevo “Jardín del Edén”, donde según sus defensores, la clave de todos los problemas era la desaparición del capitalismo y las clases sociales que este generaba.
Es imposible imaginar la historia de la humanidad entre 1918 y 1992, sin la figura presente de la promesa política de construir un “mundo perfecto” que sería regentado desde Moscú, afectando el desarrollo político y social de todos los continentes y países durante dicho periodo.
Esta guerra por el “corazón y la mente” de los habitantes del planeta, llevó al control de los partidos comunistas de casi todo el mundo a ser simples apéndices del Partido Comunista de la Unión Soviética, que pontificaba sus ideas y teorías como verdades absolutas, cuyo cuestionamiento se castigaba igual que la herejía religiosa con la muerte, persecución y descrédito.
Esta batalla ideológica se sustentaba en el éxito cultural y económico de haber alfabetizado y adiestrado laboralmente en menos de 15 años a un pueblo con elevado índice de analfabetismo y pobreza, desarrollando una economía industrial de grandes dimensiones en el mismo periodo, lo que azuzados por la propaganda, pareció ser la fórmula del éxito en cualquier país del mundo, que se independizara o deseara salir del subdesarrollo. No es difícil imaginar la pasión y el fanatismo que generó en jóvenes de todo el planeta queriendo imitar dicho ejemplo.
Movimientos y líderes políticos que desafiaron la línea soviética eran denominados “cachorros del Imperio o agentes de la CIA”, siendo importante acotar en estos casos el inmenso valor personal de venezolanos como Teodoro Petkoff que marcó una ruptura intelectual en América Latina con su obra Checoslovaquia: el socialismo como problema, abriendo una ruta disidente que llevaría a la fundación del MAS y una prolífica carrera como defensor de las libertades democráticas y personales que le dieron reconocimiento internacional (En 2015 fue galardonado con el Premio Ortega y Gasset de Periodismo, que le entregó el expresidente del gobierno español Felipe González, ya que Petkoff no pudo salir de Venezuela para recogerlo por las medidas judiciales que pesaban sobre él). Otra acción inolvidable por lo atrevido y desafiante fue la protesta del diputado Carlos Tablante en el aeropuerto de Moscú, solicitando libertad para los presos políticos.
A nivel global, no es exagerado decir que los movimientos independentistas en África y Asia, así como las luchas contra las dictaduras militares en Latinoamérica durante el siglo XX, fueron el terreno fértil que la Unión Soviética abonó y muchas veces participó en forma crucial para obtener sus objetivos políticos.
Este conflicto permanente, que produjo guerras e invasiones en Polonia, Letonia, Lituania, Estonia y Finlandia, en abierto contubernio con el nazismo alemán, fue convenientemente olvidado al desatarse la guerra entre Alemania y la URSS, denominada como la “Gran Guerra Patria”, donde murieron decenas de millones de ciudadanos soviéticos, finalizando con una gran victoria militar de la URSS (1945), que le dio el rango de superpotencia que le perduró hasta 1991.
Hoy en día, países como la República Popular China, Repúblicas Socialistas de Vietnam o Cuba, celebran sus victorias del pasado reciente, sin darle la debida importancia al colosal apoyo financiero y material soviético que hizo posible que finiquitaran con éxito la guerra civil china, la guerra de Corea, la guerra de Indochina, la guerra de Vietnam, el bloqueo económico y las guerras de África, especialmente de Angola, destacando el elemento vital del sacrificio humano de millones de combatientes por una causa, por encima del apoyo material recibido.
En muchos otros casos, que no tuvieron éxito, como El Salvador, Colombia, Grecia, Congo, etc., el núcleo de militantes y activistas entrenados en las universidades soviéticas, como la Universidad Patricio Lumumba, que formaba cuadros político-militares para todos los países, eran de un protagonismo determinante.
Este conflicto fue llevado incluso al campo deportivo, para dar la impresión de tener sociedades superiores en lo social y económico, dándole tal prioridad que la Unión Soviética arrasó en los juegos olímpicos de los años cincuenta, setenta y ochenta en los que participó, dando una memorable actuación de supremacía deportiva en los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988. Esta política deportiva se repitió en la República Democrática Alemana (Alemania Oriental) y especialmente en Cuba, que pasó a ser la gran potencia deportiva latinoamericana, con gran diferencia, hasta llegar a ganar los Juegos Panamericanos de La Habana en 1991.
El otro ámbito destacado era el de la Tecnología Espacial, iniciando con enorme éxito la denominada “carrera espacial” en 1957, marcando numerosos hitos desde el satélite Sputnik hasta el primer ser vivo (la perra Laika), el primer hombre y la primera mujer en el espacio.
El hurto por agentes israelíes del discurso secreto del líder soviético Nikita Jrushchov contra J. Stalin y sus excesos, y su posterior difusión en Occidente, rompieron el culto sacramental a la línea política de Moscú, produjo un virtual divorcio ideológico con China y Corea del Norte y dio pie a los movimientos socialistas reformistas o democráticos, que anteriormente eran denominados “colaboracionistas” y que florecieron como corrientes socialdemócratas en Europa y Latinoamérica, siguiendo al cuestionamiento ideológico la incapacidad de la economía soviética de ajustarse a la revolución tecnológica de los años setenta (estancamiento brezhneviano), que unido a un gigantesco gasto militar en las décadas de los setenta y ochenta, terminó por drenar los recursos financieros necesarios para la modernización económica y con ello, fue superado por Japón y Alemania Occidental, entre otros países europeos y asiáticos que tenían tasas anuales de desarrollo económico muy elevadas, lo que derivó en el cuestionamiento total del sistema económico y social, en la medida que era claramente observable que otros países salían de la pobreza y el subdesarrollo, sin tener que imitar recetas soviéticas.
Esta situación de crisis estructural, unida a la crisis coyuntural de la guerra de Afganistán, que afectó gravemente el prestigio político y militar de la URSS, creó las condiciones para que las diferencias étnicas, contenidas durante décadas, resucitaran con gran fuerza a finales de los ochenta y llevaron a la implosión política de la URSS en 1991.
El triste espectáculo de generales y líderes políticos suicidándose por el fin de su mundo conocido fue tan impactante como las grúas desmontando, por millares,las estatuas de Marx y Lenin a lo largo de Europa oriental, desde Alemania, Polonia o Rumania hasta Siberia.
En Venezuela es digno de recordarse el apoyo público de un dirigente del Partido Comunista de Venezuela al golpe de Estado realizado entre el 19 y el 21 de agosto de 1991, por militares conservadores y agentes de la KGB, con el objeto de revertir todas las reformas sociales y políticas de Mijaíl Gorbachov, a favor de la libertad y la democracia, lo que generó la renuncia pública de otro dirigente del mismo.
De aquellos días, recuerdo personalmente unos profesores de la UCV botando en la basura de la universidad todos sus libros de la Academia de Ciencias de la URSS, maldiciéndolos por haber perdido su juventud y sus vidas por los fulanos dogmas económicos y sociales que señalaban los mismos.
A pesar de ello, hoy día, continúa en forma camuflada para los jóvenes que no conocieron dicho ente político, muchas de sus ideas en la cultura popular, sin sospechar sus orígenes.
Las ideas anticapitalistas que sustentan a los movimientos antiglobalización y medioambientales no son novedosas para quienes conocimos esa época, recordando el apoyo soviético a los movimientos pacifistas de los años setenta.
A quienes critican el modo centralista de los partidos políticos en Venezuela y los poderes imperiales de los secretarios generales, deben saber que es una versión tropicalizada del modelo soviético de los años treinta, en el que no se tolera la indisciplina o disidencia interna, castigándose con la autoexclusión del militante, sin necesidad de pasarlo al tribunal disciplinario para defenderse con el debido proceso.
Casi todos los elementos de organización y propaganda del modelo gubernamental en Venezuela, desde 1999, responden a versiones suavizadas del modelo soviético, desde el Plan de la Patria, hasta los movimientos Sociales, el desarrollo endógeno y tantos más, que faltaría espacio para explicarlos.
Aun hoy en día subsiste la discusión teórica de por qué ocurrió esa repentina y brutal caída, existiendo explicaciones como las siguientes:
“Diversos analistas marxistas han sostenido que la Unión Soviética no representaba el «verdadero» marxismo, sino un Estado autoritario basado en un partido único al mando de una oligarquía, léase nomenklatura, cuyo único objetivo era mantenerse en el poder, y por tanto su caída no supone ningún menoscabo de las ideas «marxistas». ”
(Heilbronner, Robert [1990]: “The world after communism”, Dissent pp. 429-432).
Otros marxistas, dejando de lado argumentos materiales, sostienen que la caída se debió a la incompetencia política de personas concretas, con lo cual ni siquiera la caída de la Unión Soviética supone un fracaso del tipo de marxismo conocido como leninismo.
(Perlo, Victor [1991]: «The economic and political crisis in the URRS», Political Affairs, 70 (agosto): pp. 10-18.)
El autor, en cambio, considera en cambio que el sistema soviético era inviable, desde el principio, como habían señalado estudiosos como Milton Friedman, Friedrich Hayek y Ludwig von Mises, quien expusiera en 1922 los factores que a largo plazo hacen fracasar a los gobiernos que se apoyan en el intervencionismo estatal, véase: (Socialism: an Economic and Sociological Analysis).
De lo que cabe duda es de si seguirán existiendo defensores de esta causa, nostálgicos de la Unión Soviética, especialmente en los países en vías de desarrollo, por la fuerza emocional de su discurso contra la pobreza y la injusticia y su mensaje de revanchismo contra ricos y poderosos, culpables en su mundo mental de las desgracias e infelicidad de los demás miembros de la sociedad.
Agradeciendo al lector haber llegado hasta el final, le deseo este 31 de diciembre un feliz Año Nuevo 2022.