Especialmente desde 1990 hasta hoy he mantenido una guerrilla perseverante de denuncia y rechazo contra la corrupción. Así como algunos juegan golf y otros coleccionan estampillas, mi afición ha sido el estudio y la batalla contra esta aflicción. En Venezuela la corrupción en la función pública y la complicidad del sector privado han estado históricamente enraizados en nuestra cultura, hasta el punto de que algunos analistas la han considerado como parte de nuestro genoma.
Uno de mis grandes hallazgos serendípicos fue conocer, alrededor de 1990, a Robert Klitgaard, un intelectual estadounidense que le había dedicado mucho tiempo al estudio de la corrupción, ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Robert_Klitgaard . En su visita a Caracas pude conversar con él repetidas veces y me fui nutriendo de sus experiencias y reflexiones sobre las estrategias para combatir la corrupción. Al escucharlo, pensé que podía “tropicalizar” algunos de sus atisbos, combinarlos con mis propias reflexiones sobre el tema y elaborar un taller sobre “Estrategias para el control de la corrupción” para el medio venezolano /latinoamericano.
Este taller llegó a ser el caballito de batalla en mi guerra personal contra la corrupción por los siguientes diez años y uno de los tres programas principales de la Agrupación Pro Calidad de Vida, ver también: http://lasarmasdecoronel.blogspot.com/2022/09/de-washington-dc
Comencé a dar este taller* a todos quienes quisieran escucharme, en las escuelas, en los centros culturales de la provincia, en la sede de nuestra agrupación. Una de mis grandes sorpresas iniciales fue ver que quienes acudían a mi presentación eran, en su mayoría, miembros de la clase media baja, con muy pocos asistentes pertenecientes a la clase media alta. Ello me ha hecho pensar que muchos miembros de nuestros estratos universitarios y de altos ingresos tienden a olvidarse de este problema cuando llegan a un nivel de vida confortable y pasan a considerar la corrupción como un ingrediente inevitable de la sociedad venezolana. Esto suena ilógico y fuera de sintonía con la realidad existente en países más avanzados, pero esa fue mi experiencia.
El taller
En este taller comenzaba por hablar de cómo se vive en diferentes países y la correlación existente entre desarrollo social, bienestar económico, educación y las actitudes ciudadanas, incluyendo en este último factor el rechazo de la corrupción. Definía el significado de corrupción como el abandono del interés público en favor del interés personal o grupal y describía cómo la práctica de la corrupción que predomina en Venezuela es el sistema patrón-cliente (Yo te doy y te protejo, pero te exijo lealtad).
La corrupción, les decía, no es genética, es un fenómeno cultural y reversible. Aparece:
- Cuando la persona cree tener un motivo, ya sean por sus bajos ingresos, por su pobre autoestima o por su débil formación ciudadana;
- Cuando se le presenta la oportunidad, ya sea por el desorden administrativo existente, por la carencia de controles o porque la sociedad en la cual se mueve es permisiva;
- Cuando sabe que tendrá impunidad, que no habrá castigo penal, ni siquiera habrá sanción social. Al contrario, podrá hasta ser admirado porque “lo supo hacer”.
En Venezuela la corrupción ha tenido su mayor expresión en el sector público, con la frecuente colaboración entusiasta del sector privado, favorecida por la inexistencia de claras fronteras entre lo público y lo privado, lo cual lleva a la contaminación política de la administración del Estado. Todos recordamos aquellos gritos de “Exprópiese” de quien pretendió ser un Calígula tropical, pues creía que el Estado era de él.
Desde el inicio advertí que mis oyentes evidenciaban un gran desconocimiento de lo que es la corrupción. Pensaban que era solamente robarse el dinero de la nación, cuando su dimensión es mucho mayor. Me decían: “No puede ser igual darle a un portero un billete de Bs 50 (de 1990), para que nos deje entrar de primero en la cola que darle a un ministro o a un gerente petrolero uno o dos millones de dólares para que nos otorgue un contrato”. Tenían la tendencia a creer que corrupción era lo grande, mientras que lo pequeño era “resolver”. Mi mensaje fue que la corrupción era una sola, ni pequeña ni grande. Ese astigmatismo moral tenía y tiene una profunda raíz cultural y será una de las características promotoras de corrupción más difíciles de erradicar. Muchos compatriotas definen la corrupción solo desde el ángulo monetario y en base a cantidades, cuando la corrupción pequeña y la grande tienen el mismo significado perverso de violación de nuestros deberes ciudadanos.
Mi interacción con los asistentes a los talleres me fue llevando a precisar las principales razones por las cuales la batalla contra la corrupción distaba tanto de ser exitosa:
(1) Pocos estaban claros en lo que es la corrupción, por lo cual no podían combatirla con eficiencia. Muchos eran corruptos sin saberlo; (2) Algunos opinaban que era útil, puesto que facilita, acelera, “lubrica” los trámites que todos debemos llevar a cabo en nuestra vida diaria; (3) Otros decían que ella formaba parte de nuestra manera de ser venezolana, del “rebusque” y la viveza criolla; (4) Se pensaba que cambiar nuestra manera de ser tomaría demasiado tiempo; (5) Algunos alegaban que si todo el sistema está contagiado, combatirlo sería lo anormal; (6) ¿Qué podría, pensaba alguno, hacer yo solo ante la fuerza del sistema?
La corrupción no es un crimen pasional sino un crimen que se comete a sangre fría, de forma premeditada. Klitgaard lo expresaba en términos de una fórmula: C = M + D – T, donde C es corrupción, M es el grado de poder, D es la discrecionalidad en el uso de ese poder y T es la transparencia. El chavismo marcó un nivel de corrupción nunca visto antes, dado el gran poder que tuvo, la total discrecionalidad que exhibió Chávez para ejercer su poder y su poca transparencia en el manejo de los asuntos del estado. La corrupción en Pdvsa, el ejemplo más trágico, ha sido gigantesca, debido al control rojo rojito ejercido sobre la empresa, al uso brutal de ese poder al convertir el negocio petrolero en una empresa social orientada a comprar lealtades políticas y a la total ausencia de rendición de cuentas en el manejo de los ingresos petroleros.
El taller incluía una serie de estrategias para el control de la corrupción, entre las cuales la fundamental era hacer el acto de corrupción lo más costoso posible a los corruptos, es decir, la aplicación de vigorosas sanciones morales, sociales y penales. La aplicación de la justicia es la pieza central de cualquiera batalla contra la corrupción que quiera ser eficaz y no debe ser abandonada a favor de transacciones y arreglos con los corruptos.
Aunque la aplicación del castigo es pieza fundamental, pensamos que la solución que llevaría a minimizar la incidencia de la corrupción en Venezuela tendrá que ver con programas de educación ciudadana, con énfasis en valores para la formación del carácter en los niños y jóvenes venezolanos, a fin de ir cambiando las actitudes colectivas de los venezolanos, a fin de transformarlos en verdaderos miembros de una sociedad civilizada. Esto no es lo que tenemos hoy como país y, en el mejor de los casos, tomará un par de generaciones y deberá esperar –para su puesta en marcha- de la llegada a Venezuela de un gobierno libre y democrático y de un liderazgo político honesto, con genuinos deseos de promover una Venezuela digna.
La batalla en dictadura
Después de la llegada del chavismo al poder me he dedicado a denunciar desde el exterior la corrupción del chavismo, especialmente en Pdvsa, la cual ha sido de una magnitud nunca antes vista en Venezuela. En 2007 comencé un blog, www.lasarmasdecoronel.blogspot.com, en el cual he colocado unos 6.900 artículos, muchos de ellos sobre corrupción y sobre los mayores responsables de la corrupción en Venezuela, definida como la violación del interés público para favorecer sus intereses personales o de grupo. Los principales cabecillas de la agresión a Venezuela han sido Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Cilia Flores, Iris Varela, Tareck El Aissami, Rafael Ramírez Carreño, Nelson Merentes, Tobías Nobrega, José Vicente Rangel, Jorge Giordani, Vladimir Padrino López, Diosdado Cabello, Raúl Gorrín, Alex Saab, Leopoldo Betancourt López, Diego Salazar Carreño, los banqueros del chavismo y la legión de parásitos militares y civiles sin conciencia y sin honestidad, quienes han saqueado a la nación al amparo de la fuerza bruta.
Para estos criminales he pedido un Núremberg criollo, el cual deberá ser parte integral de la redención venezolana. Junto con varios miembros de la Gente del Petróleo publicamos un libro, Quién Destruyó a Pdvsa, en el cual documentamos la corrupción y destrucción institucional generada en Pdvsa por gerentes corruptos, en especial Rafael Ramírez Carreño, Eulogio del Pino, Ali Rodríguez Araque. Manuel Quevedo y Asdrúbal Chávez.
En esta batalla contra la corrupción han ido creciendo los ejércitos de la honestidad, los cuales cuentan una formidable coalición de investigadores y analistas dedicados a la denuncia y empeñados en lograr el castigo para las alimañas que han destruido el país.
Me enorgullece ser un soldado en esta batalla.