Hoy se 23 de junio se celebra el Día del Abogado en Venezuela. Esta fecha fue escogida por la Federación de Colegios de Abogados para conmemorar el natalicio del abogado y profesor Cristóbal Mendoza.
Considerando en lo que se ha convertido el ejercicio de la profesión los últimos 23 años con la destrucción del ordenamiento jurídico y de las instituciones garantes de los derechos y libertades individuales, este artículo pretende reflexionar sobre el ejercicio de la profesión desde una perspectiva liberal, esto es, desde una concepción filosófica que tiene por norte la reafirmación del individuo, la libertad como valor absoluto y un gobierno limitado. Desde esta perspectiva es fundamental concebir al Derecho como una institución evolutiva
Tradicionalmente se concibe y enseña al Derecho como un instrumento estatal para ordenar la conducta de los individuos cuando debe ser concebido como una institución evolutiva, esto es, un conjunto de comportamientos que se han ido formando a lo largo del tiempo, dentro de un proceso evolutivo que supone ajustes, adaptaciones y coordinación social, y donde el legislador tiene una participación limitada que es la expresión en el Derecho de un gobierno limitado.
No se lucha por la justicia sino por la libertad
El cuarto mandamiento del Decálogo del Abogado de Eduardo J. Couture establece: «Lucha. Tu deber es luchar por el Derecho; pero el día que encuentres en conflicto el Derecho con la justicia, lucha por la justicia».
Nada más dañino que este pensamiento, a pesar de lo que muchos pueden pensar. Y esto no es por culpa del procesalista uruguayo sino de nuestro foro que asume este Decálogo con rigurosidad académica y no como una proclama poética.
Su interpretación literal nos invita a abandonar la certeza que provee el Derecho (entendido como institución evolutiva) para buscar una idea utópica de justicia. ¿De qué justicia estamos hablando?, ¿de la justicia conmutativa, la de los intercambios como indica su origen en latín? o ¿de la justicia distributiva, que lamentablemente ha predominado en nuestro país?
No desvirtuar la ley
La ley no está para imponer un ideal de justicia. Si algo nos enseñó el siglo XX es que las utopías son el germen de los totalitarismos. La ley, como nos dijera en 1850 con su ensayo «La Ley» Frédéric Bastiat, está para impedir injusticias. Ésta es la mejor expresión de un legislador limitado. Y ante la pregunta –porque es una constante en las aulas de clase- «¿y entonces, si el legislador es limitado, qué queda?», pues digo que la autonomía de la voluntad (el libre albedrío y los libres intercambios).
Menos Estado (o mejor dicho «estado») en nuestras vidas
Ricardo M. Rojas, jurista argentino liberal, es muy activo en sus redes sociales y recientemente ha dicho en una de ellas una gran verdad que para muchos puede resultar incómoda: «Mucha gente tiene claro que hay que separar el Estado de la religión. También que hay que separar el Estado de la cultura, y de la economía. Pero pocos tienen claro que el Estado deba separarse del derecho. Por el contrario, consideran que la principal función del Estado es dictar leyes generales y obligatorias. Sin darse cuenta de que el derecho, finalmente, regula la religión, la cultura, la economía y todo lo demás. La primera y más importante de las separaciones, la que permitirá todo lo demás, es la separación del Estado y el Derecho».
Y quise dejar de último el ser disruptivo
Sé que sonará contradictorio esto que diré justo un 23 de junio, pero ser disruptivo es parecer cada vez menos abogados, esto es, menos ingenieros sociales de los que nos advertía Hayek.
En muchas oportunidades me han llamado de forma despectiva que soy solo una divulgadora y para colmo, de ideas utópicas. La verdad cada vez me sorprende menos y cada vez me convenzo más que el Derecho no se puede seguir enseñando ni ejerciendo como lo hemos venido haciendo.
Apuesto por la praxeología del Derecho a la que apunta Ricardo M. Rojas (Fundamentos praxeológicos del derecho, Unión Editorial Argentina, Buenos Aires, 2018) o un derecho experimental interdisciplinario al que apunta Antonio Canova antes que seguir repitiendo tesis y teorías desgastadas e incluso estatistas y liberticidas.
Finalmente, hoy 23 de junio, a punto de cumplir 20 años de graduada no considero que mi mayor logro sea haber obtenido el doctorado (2014) o haber dado clases (desde 2005) o haber publicado de manera constante desde el año 2002, sino el no haber claudicado en las ideas (y con ello en los autores, tesis y personas) en las que creo y que se enmarcan en una filosofía liberal que tiene estos componentes.