Ya se viene otro aniversario del 23 de Enero; ya se viene otra fecha donde todos emiten loas a las gestas del pasado y recordamos a aquellos hombres que derrocaron a una dictadura. Sin embargo, pareciera que aquel espíritu combativo se perdió hace mucho tiempo.
Salvo las valientes actuaciones de nuestros jóvenes –quienes fueron abandonados a su suerte en la batalla del asfalto–; salvo los aguerridos venezolanos que salieron en muchas ocasiones a luchar; salvo todos ellos, pareciera que en la clase política más pudo el facilismo y la flojera que la lucha por el país.
Aquí hay una casta política que solo habla y habla; que es buena para pegar cuatro gritos en una asamblea o para tuitear cualquier bravuconada, pero a la hora justa del combate se le enfría el guarapo. Y eso ya lo hemos visto en muchísimas ocasiones.
Ustedes se hubieran imaginado a un Rómulo Betancourt, a un Rafael Caldera o a un Jóvito Villalba mandando a su gente a tocar cacerolas “con arrechera” ante un robo descarado de una elección.
Ustedes se hubieran imaginado a un Ruiz Pineda o Alberto Carnevali sentándose en mesas de diálogo con torturadores y con esbirros. ¡No! Eso era impensable, eso era imposible.
Los hombres y mujeres que hicieron realidad la resistencia en aquellos años 50 lo dieron todo por Venezuela, y no se rindieron nunca. Y así lograron vencer, no obstante ese espíritu no existe en esos señores de la actualidad que conforman un club de amigos llamado G-4.
La política de la retórica sin acción debe quedarse en el pasado. De nada vale un político con verbo fino. Pues, la lucha no se trata de quitar pinturas o fotografías de algún despacho sino de quitar del poder a una mafia política que lleva 20 años enquistada en el Palacio de Miraflores.
No se trata de que un político viaje por el mundo hablando de lo cruel que es el régimen venezolano. De lo que se trata es de luchar aquí adentro y buscar las maneras de articular una fuerza democrática que sea totalmente monolítica y que logre sacar constitucionalmente a los usurpadores del poder.
Debemos revivir el ánimo que llevó a materializar el 23 de Enero; debemos reivindicar a los gestores de aquella gran proeza, debemos imitarlos, seguir su ejemplo y demostrar que los venezolanos seguimos siendo los mismos que liberaron a un continente y que derrumbaron a tiranos.
Este 23 de Enero que viene no basta con discursos, con recuerdos, con frases elocuentes. Este 23 de Enero debemos comprometernos con la libertad del país, con el futuro y con la vida de nuestra nación. Debemos ser valientes, debemos ser como los padres de la democracia.
Y si para ello debemos dejar en el camino a aquellos políticos complacientes con el régimen, entonces debemos hacerlo. No podemos seguir bajo el chantaje de una clase política que lleva más de 23 años dirigiendo a la oposición y llevan más de 23 años de fracaso en fracaso. ¿Hasta cuándo?
Este 23 de Enero alcemos la voz y hagamos realidad una nueva política más franca, más decidida, más coherente y sobre todo triunfadora.
¡Así de simple!