Puestos a ver, si a ver vamos; la poesía es como el amor, como la vida y, por extensión, como la muerte misma. La poesía, desde la más oscura noche de los tiempos, mejor; desde los albores del devenir de la humanidad, es la pura expresión de la ternura, del dolor y del padecimiento del espíritu. La poesía como manifestación sensible del espíritu está presente en las sociedades y civilizaciones más extrañas y lejanas de la especie humana. Desde que homo sapiens-sapiens, bajo los influjos de los más inclementes rigores del tiempo, del clima y las gélidas temperaturas, se entregó a las más abstrusas divagaciones del espíritu aislado, solitario, en grupo o en manadas, no tardó mucho en sucumbir a los encantos de la metáfora, el símil, la parábola, sinécdoque, paranomasias y demás corolarios y figuras expresivas del discurso sintáctico oral a los fines de poder entablar puentes de diálogos y de interacción comunicativa entre sus congéneres. Desde la más cerrada noche de la historia hasta el alba de los tiempos históricos ha emergido y proliferado manifestaciones orales y escritas (grafemáticas) de connotaciones líricas y poéticas para dar cuenta del paso del hombre sobre este triste y melancólico planeta que insistimos
llamar Tierra, tan frágil y vulnerable en todos los órdenes y ámbitos de su desenvolver. Quién, en su sano juicio, puede negar que hay poesía en los hechizantes atardeceres crepusculares del Delta del Misisipi o del Vietcom o del alucinante Delta del Orinoco. ¿Quién osa dudar de la profunda tesitura lírica de la irremediable entrega total
y absoluta de unos labios fusionados en agónica entrega en prueba de amor entre un hombre y una mujer que dicen no poder vivir el uno sin el otro?
El mundo, incluso el peor de los mundos concebible por la febril imaginación del humano ser puede carecer o prescindir de una cierta y determinada impronta poética. La tragedia con sus consubstanciales expresiones de dolor, pérdida y tristeza son, de suyo, manifestaciones elocuentes de poesía. La espera como materia prima de la esperanza en un futuro inminente o largamente atisbado en lontananza es, también por supuesto, un rasgo constitutivo del poema que se fragua en proceso lento y a veces lentísimo de forja verbal y morfosintáctica para, al
final del proceso espiritual, emerja la poesía como la más elevada manifestación estética del espíritu humano.
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional