Carlos Pérez-Ariza asegura que la Agenda 2030 «se impone en Occidente desde 2015»
La Agenda 2030 tiene 17 objetivos y 169 metas. La ambición por un mundo mejor. Quiere acabar con la pobreza, el hambre y proteger al planeta de su inminente destrucción. En el papel parece un catecismo por un mundo feliz. Recuerda a los mundos de Huxley y Orwell. Leer el documento enseña la mano que esconde la felicidad. El texto repite una letanía compuesta por palabras claves: «sostenible» (213 veces), «inclusivo» (40), «libertad» (sólo 3), «familia» (sólo 1) o «propiedad privada» (ninguna). Todo ese fondo ideológico coincide con el Foro Davos, socios de la 2030, que ha acuñado el eslogan «No poseerás nada, pero serás feliz». A seis años de alcanzar ese planeta sin desvalidos, la misma ONU duda de que podamos conocer ese mundo idealizado. Fernando del Pino Calvo Sotelo en su artículo sobre el tema llama la atención sobre «el carácter orwelliano del texto 2030». Un neolenguaje, donde el ministerio del Amor, reprimía y el de la Verdad solo decía mentiras. Afirma ese autor, y otros, que la 2030 sea un intento soterrado por controlar los mecanismos, que permiten ejercer la libertad a los ciudadanos. La 2030 destila una versión refinada del globalismo. Bajo la pátina de proponer la prosperidad para siempre, oculta el alto precio que pagará la humanidad: Entregar su libertad por un soma placentero de bienestar. La crítica generalizada a la 2030 es que camufla un nuevo totalitarismo o falsa democracia. Aspira a un Estado superior, autoritario, controlador de la vida de las personas. Qué deben o no comer. Qué conductas son o no reprochables. Qué lenguas o no usar. Se difumina la libertad individual y la iniciativa privada. Siembra el miedo al fin del mundo por el cambio climático, que levanta dudas científicas. Sorprende que, tanto la izquierda tradicional, caviar y medio pensionista (PSOE y adláteres), como la derecha del centro socialdemócrata (PP), luzcan con orgullo en sus solapas el logo multicolor de la 2030, hermanados por ese futuro incierto. La ONU duda poder cumplir con su Agenda.
Carlos Pérez-Ariza es doctor en Periodismo por la Universidad de Málaga.
Artículo publicado en el diario La Razón de España