Comienza el 2023 de manera controversial. La protesta educativa pone contra las cuerdas al oficialismo. Los salarios de hambre del sector público y un enero donde la gente se quedó sin plata, amenazan con un estallido social. El remitido de la Conferencia Episcopal ha sido contundente en la misma dirección de poner el dedo en la llaga.

La inflación de 2022 superando el 300% es una de la más altas del planeta. Hace unos 5 meses el salario mínimo y la pensión promediaron unos 30 dólares, de manera progresiva para mediados de enero cayó a menos de 7 dólares. La brecha dólar-bolívar se abre cada día y al cerrarse, producto de la intervención del Banco Central, el bolívar compra mucho menos. ¿Hasta dónde vamos a llegar?

Los cambios de personal en el manejo de la industria petrolera no auguran nada nuevo, más militares y gente sin verdaderas credenciales, ni experiencia.

Maduro debería entenderse con la oposición venezolana con Estados Unidos como garante para que cesaran las sanciones y volver al restablecimiento de la exportación petrolera. Sin embargo, insisten en perseguir a la oposición y emiten una nueva orden de captura contra Julio Borges.

El 2023 es también el año de las primarias opositoras. La alternativa democrática debe escoger más que a un candidato, a una lista de aspirantes, de acuerdo con las preferencias de los electores. El gobierno es capaz, siguiendo el ejemplo de Ortega en Nicaragua, de inhabilitar a los principales abanderados. Por ello, la lista hace más incómoda esta posibilidad, saltando cada vez que dejen fuera de carrera a un opositor. Inclusive si se maneja con tino, cada candidato inhabilitado de la lista puede hacer crecer el rechazo mayoritario. Los nombres de la comisión de primarias para elegir el candidato gozan de una gran aceptación y reconocimiento. La oposición tiene que garantizar un gobierno de unidad nacional, que incluya a todas sus tendencias y partidos, con un plan mínimo en común para el nuevo gobierno.

Al país le convienen unas elecciones libres y justas para que el nuevo mandatario salga con legitimidad de origen, sea reconocido por la comunidad internacional y cesen todas las sanciones.

Aunque parezca paradójico, el presidente de Colombia ha venido desempeñando un papel interesante con relación a lo que pasa en Venezuela. Ha insistido en que Venezuela vuelva a la comunidad andina de naciones donde existe una cláusula democrática, regrese al Sistema Interamericano de Protección de los Derechos Humanos y se den las condiciones para unas elecciones libres y democráticas en Venezuela. Maduro tiene la última palabra. El mundo lo observa. El presidente electo de Brasil también puede tener un papel decisivo. Las negociaciones en México deben seguir un curso progresivo. El futuro de la democracia en el continente también está en juego. Hay que lograr que la Constitución de 1999 retome su eficacia.

@OscarArnal

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