El país está en peores condiciones que a finales del año pasado. Son totalmente falsas las expectativas que el régimen quiere mostrar ante propios y extraños sobre una supuesta mejoría en las condiciones de vida del país. Para colmo, bastantes de las iniciativas tomadas disminuyen o desaparecen. Es el caso de los llamados bodegones y la multiplicidad de restaurantes, grandes y pequeños, abiertos en zonas privilegiadas de algunas de las más importantes ciudades del país. La curiosidad tiene un límite. Los recursos, hasta de los más pudientes, también. La iniciativa no se corresponde con la situación verdadera de la familia venezolana.
Lo poco que puede anotarse en el haber de la República es obra de unos pocos gobernadores y alcaldes, en su mayoría opositores, que hacen extraordinarios esfuerzos para mejorar, al menos, la visión física de las comunidades bajo su responsabilidad. No es necesario profundizar sobre lo dicho. Está a la vista.
Todos los males están sobrediagnosticados. Con relación a ellos hay soluciones concretas. Ideas, proyectos, planes y hasta compatriotas en capacidad de llevarlos adelante. Pero se necesita un cambio urgente de régimen para hacerlo realidad. Con Nicolás Maduro y su combo es imposible. Las últimas intervenciones públicas de las cabezas más responsables y visibles ratifican lo que estoy afirmando. Dan pena.
Buena parte del mundo libre no termina de entender cómo hemos aguantado tanto. Veintitrés años. Más de dos décadas. Es tiempo suficiente para que la reacción haya sido definitiva para cambiar radicalmente de rumbo. Ya nos hemos referido en varias oportunidades a las razones existentes para que eso no haya sucedido. La gente sabe lo que pasa. También la razón de ser de tantas omisiones y complicidades provocadas desde el régimen para dividir a los factores opositores con relativo éxito. También sabe lo que significan las alianzas abiertas y encubiertas del régimen con algunas de las tiranías más condenables del planeta, además de Rusia y, por supuesto, Cuba.
Todos debemos movernos con pies de plomo. Con prudencia y firmeza como acostumbraba decir aquel gran hombre que fue Lorenzo Fernández. Prudencia que no se confunda con debilidad. Y firmeza sin atropellar a nadie. Lamentablemente, Venezuela perdió una oportunidad extraordinaria cuando Lorenzo perdió las elecciones presidenciales de 1983. Esta es una parte menor del repaso que normalmente hacemos en tiempos de Navidad, antes de cerrar el año.
¿Qué hacer? son tantos los elementos que es difícil marcar una pauta. Pero por lo que sí debemos trabajar sin descanso es por la UNIDAD real y honesta de cerca del 90% de compatriotas que desean que Maduro se vaya como primer gran paso para el cambio necesario, en el menor tiempo posible.
- Esta columna tendrá un receso hasta mediados de enero 2023
@osalpaz
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