“A partir del 5 de enero de 2021 Venezuela ser sumerge en un conflicto político aún más profundo. A partir de ese momento el país queda sin ningún poder público con un origen claramente democrático. Dos presidentes y dos asambleas sin fundamentos constitucionales”. Michael Penfold
Hemos dicho y repetido que Venezuela vive la perfecta crisis, recordando y asumiendo el título de un filme exitoso que muestra un naufragio de un barco pesquero que sucumbe a una tormenta perfecta, léase, una combinación de todos los elementos climatológicos del desastre, vientos huracanados, mar en estado de agitación paroxístico, perdida de la ubicación y el control y todo ello, fatalmente, al mismo tiempo.
El desmoronamiento de la república sigue en paralelo al desmantelamiento de las instituciones y a la ampliación de la usurpación. El crimen electoral del 6D y la incapacidad de los actores políticos para atender las demandas de la sociedad, nos hace recordar aquel discurso de Chávez del 2 de febrero de 1999 y la invocación de lo que denominó la teoría de la catástrofe, misma que trataría de justificar no solo la intentona golpista del 4 de febrero de 1992 sino la arremetida contra la república liberal democrática que, por cierto, sobreseyó su causa y le permitió participar en una elección pulcra, sin control de los comicios y sin los vicios que hoy son regulares, precisamente por el desconocimiento de la Constitución y del derecho electoral.
Quiso Chávez imputar a los partidos su sordera ante el clamor popular que en opinión del paracaidista llenó de demandas insatisfechas el tapete político y provocó la conducta sedicente del Comacate. Luce desfachatado a la distancia comparar el abandono, el fracaso, la desidia, el desprecio y la indolencia con la cual el chavismo madurismo desconoció e ignoró y ahora lo hace impúdico, los justos reclamos de los venezolanos que han visto y padecido el peor gobierno de la historia de América Latina y tal vez del mundo o, les cayó a tiros, abusos, violaciones, asesinatos, ejecuciones sumarias extrajudiciales y juicios amañados.
Ingenua la democracia puntofijista y sus vilipendiados factores, los partidos Acción Democrática y Copei, por honrar el encargo soberano y sus resultas, a pesar de que se les advirtió que les freirían sus cabezas. Todo eso aconteció porque uno de los derechos más garantizados fue precisamente el de disentir y, contar sin embargo con más que tolerancia, respeto. La única catástrofe, le diría Montesquieu a Maquiavelo en una novelada, actualizada y tropicalizada versión del texto de Maurice Joli, Diálogos en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, es la del linchamiento de la oclocracia en apariencia pero también y completando su mutación cleptocrática a la república civil, para infortunio y desgracia de la nación.
Pero volvamos al propósito de este artículo que, aparecerá, si Dios quiere, el primer día del año 2021 que ya por sacarnos del 2020, aciago y pernicioso para la humanidad, debería ser mejor, pero que tal vez no lo sea. Todo dependerá de lo que pase entre permanecer o cambiar la clase gobernante y con ello, mantener o reorientar el rumbo del país encallado en las piedras de la ineptitud y el morbo ideologizado o, sacudirnos el yugo, el cepo de una revolución a mejor describir como la de todos los fracasos.
¿Cómo hacerlo? Sencillamente, haciendo una auténtica y decidida oposición ciudadana. Para lo cual será menester reconstruir, regenerar, reanimar y elucidar a la por ahora confusa y hasta desciudadanizada ciudadanía, su pensamiento y, sobre todo, su misión, su valor, su sentido histórico.
Comencemos rescatando decididamente la verdad. Hay que encarar la mentira oficial en todos los escenarios, para lo cual es menester despertar a la hoy desarticulada sociedad civil en todas y cada una de sus expresiones orgánicas intermedias. Para hacerlo, debe constituirse una plataforma nacional unitaria y democrática que dé cabida a todos, pero que no pertenezca a ninguno en particular.
Correas de transmisión entre la sociedad y una dirigencia emergente que incluya el saneamiento de los partidos y sus estructuras de masas, pero especialmente la recreación de las hoy cuasi inexistentes vínculos con la sociedad, siendo que, a la postre, es eso lo que permitirá contar con la participación de las ausentes y patéticamente intrascendentes mayorías.
Reactivar, a como dé lugar, la educación y la universidad es clave. No significa que admitamos que mejoró el entorno y que disminuyen los sin duda legítimos impedimentos de hoy en día. Quiero decir que mantener la paralización o adherir a la sola denuncia no ayuda a nadie y nos deja postrados e incapaces de pensar y actuar con la indispensable organicidad.
El bien común en su sustancialidad cristiana consiste básicamente en la asunción de la alteridad que genera la unidad en el pensamiento, en el examen de la cotidianidad que termina por dejar salir y convencer de la realidad existencial sin cortapisas ni fantasmagorías con las que el régimen trata y manipula a los destinatarios de la gestión de la cosa pública. Hay tantas razones pera oponérseles que resulta inexplicable no hacerlo. No hacer nada o apartarse o concentrarse en lo de cada cual es simplemente estúpido.
Finalmente, en este sucinto mensaje les ruego, amigos lectores, advertir que la demanda de responsabilización es un discurso propio de la justicia social. El fracaso consecuente y consecutivo no puede quedar huérfano. Es capital pedir y ofrecer compromiso y juicio, evaluación y sanción eventual por las ejecutorias de aquellos que fungen de directores, entiéndase, liderazgo. No solo al régimen cabe esta arenga, sino a los que se reclaman opositores.
Infinidad de detalles me vienen a la mente, pero solo quiero comenzar por el comienzo que consiste en tomar conciencia de lo que podemos y debemos hacer.
Pensar el país y su tragedia ya es inevitablemente un vehículo que conduce al primer paso de la estrategia; hacer oposición, ciudadanía, comunidad de espíritus es el común denominador, el principio vector, el pivote central. ¡Hagámoslo!
@nchittylaroche
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