La historia contemporánea de Venezuela está marcada por una década que ha dejado cicatrices profundas en su tejido social, económico y político. Desde 2013 hasta 2023, nuestro país ha enfrentado una serie de desafíos que han llevado a lo que comúnmente se conoce como la «década perdida». Este período ha sido testigo de una combinación de factores, incluyendo una prolongada crisis económica, la inestabilidad política y la migración masiva, que han dejado a la nación sumida en una situación precaria.
En el ámbito económico, Venezuela ha experimentado una de las crisis más severas de su historia moderna. La dependencia histórica del petróleo como principal fuente de ingresos se volvió una vulnerabilidad evidente cuando los precios del crudo cayeron abruptamente en 2014. La gestión ineficiente de los recursos durante la bonanza de años anteriores y la falta de diversificación económica dejaron al país en una posición precaria, con una inflación galopante, devaluación de la moneda y escasez de bienes básicos. La hiperinflación continúa erosionando nuestros ingresos, empujándonos a una lucha diaria para satisfacer necesidades básicas como alimentos y medicinas.
A nivel político, la década perdida ha estado marcada por la polarización extrema y la inestabilidad institucional. La falta de consenso entre las fuerzas políticas ha llevado a un ambiente de confrontación constante, debilitando las instituciones democráticas y afectando la gobernabilidad. Las elecciones han sido objeto de controversia, y las tensiones entre el gobierno y la oposición han exacerbado la crisis, haciendo difícil encontrar soluciones consensuadas para los problemas del país, que se agudizan de década en década.
La migración masiva se ha convertido en una característica distintiva de esta década perdida. La crisis económica y política ha obligado a millones de venezolanos a abandonar su tierra natal en busca de mejores oportunidades y condiciones de vida. Esta diáspora ha tenido un impacto significativo en los países receptores y ha generado una pérdida de capital humano para Venezuela, afectando la capacidad de recuperación y reconstrucción del país, asunto que el régimen actual se niega a entender y atender.
La crisis humanitaria resultante ha llevado a la comunidad internacional a expresar su preocupación y buscar soluciones para aliviar el sufrimiento de la población venezolana. Sin embargo, la respuesta internacional ha sido compleja, con desafíos para la entrega de ayuda humanitaria y la intervención en asuntos internos, sin que la situación mejore para los venezolanos, incluso las víctimas directas de crímenes de lesa humanidad, aún esperan justicia.
A pesar de estos desafíos, es crucial señalar que la historia de Venezuela no se reduce a esta década perdida. El país tiene una rica historia, una cultura vibrante y un potencial humano que podría ser la base para la recuperación. Sin embargo, superar los obstáculos actuales requerirá un esfuerzo concertado, tanto a nivel nacional como internacional.
Iniciaremos el 2024 con un gran desafío sobre la legitimidad y transparencia de los procesos electorales, que dejaron de ser cristalizadores de la voluntad ciudadana, para convertirse en una guerra sin sentido de polarización política, desinformación y exacerbación de tensiones internas entre los extremos políticos. Sin embargo, el pueblo venezolano tiene a su disposición diversas herramientas para hacer valer sus demandas frente al régimen de Nicolás Maduro. El fortalecimiento de la sociedad civil, la participación y defensa de la autoorganización electoral, la movilización pacífica, el uso estratégico de las redes sociales y la cooperación internacional son vías efectivas para construir un camino hacia un futuro más democrático y justo.
A mi entender, la década perdida de Venezuela, comprendida entre 2013 y 2023, ha sido un período de desafíos económicos, políticos y sociales sin precedentes. La crisis ha dejado a la nación en una situación precaria, pero también ha resaltado la resiliencia del pueblo venezolano. La reconstrucción requerirá no solo medidas económicas y políticas, sino también un esfuerzo conjunto de la comunidad internacional para abordar la crisis humanitaria y sentar las bases para un futuro más próspero y estable.
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