OPINIÓN

20 años de Donnie Darko de Richard Kelly: la ciencia ficción en toda su rareza

por Aglaia Berlutti Aglaia Berlutti

La película Donnie Darko de Richard Kelly se ha convertido en todo un clásico de la ciencia ficción. Y por extraño que parezca, a veinte años de estrenada, sigue siendo tan intrigante e inclasificable como cuando llegó a la pantalla grande. Desde toques de horror hacia la incertidumbre al futuro, te contamos por qué la película hizo historia cinematográfica. 

Donnie Darko de Richard Kelly cumple veinte años de su estreno y sigue manteniendo su misterio. Quizás, se trate de una de las películas más emblemáticas de un tipo de ciencia ficción, que juega a la incertidumbre. Pero más que eso, que explora la naturaleza humana desde el enigma y lo inexplicable. Convertida en objeto de culto, el filme es un recorrido por una mirada el mal, la realidad y el futuro que aún desconcierta.

Eso, a pesar de la buena cantidad de argumentos actuales que utilizan la dualidad y la ambigüedad sobre la realidad como centro de sus historias. Sin embargo, Donnie Darko es una búsqueda de algo más complejo relacionado con lo invisible. ¿Qué ocurre cuando cada cosa que damos por verídica podría no serlo?

De la misma forma que Tenet (2020) de Christopher Nolan, la película de Kelly se sustenta sobre la percepción deformada del tiempo y lo material. Pero agrega algo más profundo y es la conciencia sobre qué consideramos palpable. Para Kelly, la concepción del futuro y el pasado son piezas de una historia alterna. Y si a eso se agrega una noción sobre lo terrorífico, el film es una combinación de códigos de género que aún resulta actual.

Considerada una pequeña joya de la ciencia ficción, lo que comenzó como un proyecto imposible y terminó por ser historia cinematográfica, es toda una rareza. Una que, además, celebra el género desde un ángulo y tenebroso muy poco frecuente. Y quizás por eso, su inestimable valor dos décadas después de su humilde estreno en Sundance.

Una larga línea de tropiezos hacia la pantalla grande 

A pesar de que en la actualidad parezca impensable, la película estuvo a punto de jamás estrenarse en el cine. En primer lugar, era un proyecto pequeño, extravagante y que sorprendió incluso al Festival del Sundance de 2001.

Fue gracias a Drew Barrymore, que produjo la película, que logró encontrar su lugar en el cine. La actriz, que también interpretaría el singular papel de Karen Pomeroy, contaría después que fue toda una “odisea” lograr un estreno semejante.

En especial, porque el argumento era un desafío no solo a una forma de contar la ciencia ficción, sino también de narrar el género. Había muy pocos precedentes que pudieran avalar la intención de Kelly de profundizar en el tiempo y su manejo.

También, en la forma en que el miedo y lo irracional se unen para sostener una inquietante versión sobre la identidad. Christopher Nolan, que también fue una parte activa en su estreno, llegaría a decir que la película era una ruptura con el lenguaje cinematográfico contemporáneo.

En especial, la película es un juego de espejos en el que resalta su cualidad para ser impredecible. Comparada con frecuencia con el ritmo y la forma de Mulholland Drive (2001) de David Lynch, hay un eco incomprensible en todo su discurso. ¿Lo que vemos es real, una versión de la realidad, una fractura del espacio y el tiempo?

La forma de enfocar las diversas posibilidades permitió a Kelly elucubrar de maneras ingeniosas con el discurso cinematográfico. Desde la cámara que sigue al personaje central, el inquietante conejo gigante hasta la sensación de amenaza perpetua.

Nada en la película parece ser casual, aunque las piezas se entremezclan entre sí de forma casi espontánea. De hecho, suele decirse que uno de sus grandes logros argumentales es crear y construir una sensación de ligero vértigo narrativo. Donnie Darko es un misterio, uno que no se prodiga con facilidad y que resulta cada vez más poderoso escena tras escena.

Todos los obstáculos de una película impensable

Donnie Darko ha sido un filme lleno de problemas –y no solo por su argumento – desde el mismo momento de su llegada al cine. La película se estrenó el 19 de enero del 2001 y ese mismo año, el atentado de las Torres Gemelas sacudió al mundo.

La confluencia entre la tragedia y una de las escenas de la película, sacudió al público. Se trató además, de una extrañísima versión fílmica de la paranoia que de pronto se extendería a todo el país. Como si se tratara de una correspondencia dolorosa, el filme de Kelly pareció presagiar los tiempos más duros de la Norteamérica contemporánea.

También hubo todo tipo de señalamientos sobre el “oportunismo” de los productores de estrenar una historia semejante en mitad de una crisis semejante. Al final, hubo una dolorosa controversia alrededor de la capacidad del cine para mostrar las pulsiones de la cultura pop. Donnie Darko salió perdiendo en medio de semejante discusión.

De hecho, fue la polémica a su alrededor lo que la convirtió en un fracaso de taquilla. Tanto, que se temió incluso por su destino como producción destinada al cable y al formato casero. No obstante, finalmente pudo relanzarse en DVD, lo que la convertiría en el clásico diminuto que es en la actualidad.

Claro está, una película semejante tenía todas las cualidades para ser un escándalo. Se rumoreó que en la mesa de edición quedaron escenas tan explícitas, como la que mostraba al personaje de Jake Gyllenhaal aplastado por una turbina.

La versión que no llegó al montaje final era tan gore que se decidió descartarla. Pero el mismo Kelly admitió que podría haber hecho de la película algo más duro. En especial en su visión sobre el futuro, el dolor y la pérdida de la individualidad.

Con su extrañísima e inexplicable combinación entre ciencia ficción y una oscura percepción del tiempo, Donnie Darko es un raro fenómeno del cine. Llegó quizás en la época equivocada en el momento menos adecuado, pero sin duda, fue lo suficientemente audaz para crear un universo propio. Uno que sigue siendo de enorme valor en el cine actual. En especial, en la necesidad de lo cinematográfico por encontrar un lenguaje propio que le permita dialogar con el pesimismo de una época cínica.