El actual salario mínimo de 130 bolívares en Venezuela comenzó a aplicarse el 15 de marzo de 2022. Este ajuste fue anunciado con anterioridad por Nicolás Maduro, para luego ser publicado en Gaceta Oficial mediante el decreto 6691, cuyo efecto sobre las pensiones y jubilaciones es inmediato acorde con el artículo 91 de la CRBV y la Ley Orgánica de Seguridad Social que establece que el salario mínimo debe garantizar al trabajador y a su familia una calidad de vida digna.
Adicionalmente, el artículo 91 señala: “El Estado garantizará a los trabajadores y trabajadoras del sector público y del sector privado un salario mínimo vital que será ajustado cada año, tomando como una de las referencias el costo de la canasta básica”. Norma constitucional que evidentemente ha sido violada por el tiempo transcurrido y por el monto de la canasta básica en el mercado.
Dicho esto, al consultar mediante el ChatGPT el tiempo transcurrido desde el 15/03/2022 hasta el presente, nos indica que se han cumplido 1.000 días el pasado lunes 09/12/2024. Desde esa fecha inicial el salario mínimo de 130 bolívares que equivalía a 30 dólares mensuales ha devenido en tan solo 2,25 dólares al transcurrir el lapso señalado.
Entre tanto, en ese período los trabajadores activos, los pensionados y jubilados como toda la población en general han conocido una brutal ofensiva del estado contra el salario y la condición de vida, que simplemente ha sido la continuación de una política de Estado orientada a precarizar el trabajo formal, al extremo que la relación salario y poder adquisitivo es una caricatura frente al valor de los productos del mercado.
Ahora bien, esta tragedia del trabajador no sólo se gestó en el siglo XXI, se inició con la ruptura de la paridad del dólar frente al bolívar de 4,30 x dólar en 1983, relación que se había mantenido firme un poco más de medio siglo desde 1931 hasta el nefasto viernes negro en 1983, entre 3,30 y 4,30 bolívares x dólar. De allí en adelante la cotización frente al dólar se convirtió en un tobogán en desmedro del salario al punto de que al terminar el segundo gobierno de Rafael Caldera la cotización del dólar alcanzaba los 510 bolívares.
Los remiendos que se intentaron en el siglo XXI con la creación del bolívar fuerte en 2008, luego el bolívar soberano en 2018 y finalmente el actual bolívar digital en 2021, se saldaban eliminando ceros y estableciendo una paridad ilusoria con el 4,30, queriendo por arte de magia desaparecer los desatinos de políticas públicas orientadas a presentar una falsa imagen de recuperación. Nada fue posible y nos retrotrae a la reconocida frase que señala al mandatario ignorante ¡es la economía, estúpido!
Veamos lo sucedido con el bolívar soberano (2018): la relación frente al dólar en septiembre 2021 era 1 dólar que equivalía a 5.035.381, devaluación récord que superó con creces la del marco alemán frente al dólar en la República de Weimar (2023) cuando alcanzó 1.000.000 de marcos por dólar. Este colapso del bolívar fue el escenario del surgimiento de otro invento, el bolívar digital en octubre 2021, cuando se eliminaron de nuevo 6 ceros y se inauguró una “nueva cotización” con un dólar a 4,40 bolívares.
¿Qué tenemos como resultado hoy? La inflación producida en el contexto de una economía en ruinas llevó al traste la osadía de los «genios» de la economía madurista, al decretar el flamante salario mínimo de 130 bolívares el 15 de marzo de 2022 equivalente a 30 dólares, lo que hoy representa según la web oficial del BCV 48,79 bolívares x dólar y la web Today 57,56 bolívares digitales, es decir, el salario y la pensión mensual es de 2,25 dólares.
¿Con esa ridícula cantidad cómo logra un trabajador, un pensionado y un jubilado cubrir la canasta alimentaria de 130 dólares? La respuesta la han dado “los premios Nobel” de economía del gobierno madurista y representantes de Fedecámaras, con la política de conjurar el salario y sustituirlo por bonos sin incidencia salarial, los cuales tristemente representan el viejo adagio de “pan para hoy y hambre para mañana”.
Han transcurrido 1.000 días, tiempo que ha conocido la implementación del “diálogo social” con la importante visita de la OIT para participar en varias ruedas de Foro Social junto con centrales sindicales, empresarios y gobierno, pero sin ningún resultado positivo que no sea la convocatoria a comités de trabajo, cuyos acuerdos los desprecia el actor gubernamental.
Por tanto, es oportuno destacar que los pueblos, los trabajadores, se cansan de esperar que las instituciones funcionen, que el salario responda a la más preciada aspiración de bienestar general. Por otra parte, pretender solapar la situación con adelanto de navidades, con pan y circo, es burlarse del pueblo venezolano, que siente que la rabia y la prepotencia le recorre las entrañas.
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