Según la organización Mundial de la Salud, la obesidad se ha casi triplicado en todo el mundo desde el año 1975. Tan solo en 2016, más de 1900 millones de adultos de más de 18 años sufrían de sobrepeso. De estos últimos, más de 650 millones eran obesos.
A pesar de enormes esfuerzos de los gobiernos para mitigar estas cifras y la creciente epidemia de la obesidad, hay algo que queda cada vez más claro: contar calorías es una de las maneras más ineficientes para conseguir resultados.
En el caso de Venezuela, las tasas de obesidad rondan el 67,5% en los ciudadanos mayores de 20 años. Paradójicamente, estos números han ido en crecimiento a pesar de los problemas de escasez cada vez más graves que afronta el país.
Según Denis Balitskiy, fundador de RevoluciónSalud, planear la alimentación en función de calorías, es uno de los peores errores a la hora de transformar el metabolismo. La razón consiste en que las calorías no reflejan la verdadera calidad nutricional de los alimentos que se consumen. De hecho, esta unidad de medida nada tiene que ver con efectos de los alimentos, una vez que estos ingresan al tracto digestivo. En realidad, las calorías miden la energía necesaria para elevar la temperatura de un gramo de agua pura en 1°C.
Balitskiy da un simple ejemplo práctico para demostrar lo engañosas que pueden ser las calorías. Una lata de referesco tiene aproximadamente 150 calorías, y su consumo diario se asocia con el aumento de riesgo de padecer diabetes tipo 2. Por otro lado, unos 30 a 40 gramos de nueces también aportarían unas 150 calorías, pero su consumo diario se asocia con una reducción significativa del riesgo de ataques al corazón e infartos. Lo mismo sucede con una infinidad de alimentos más.
Otro ejemplo: las consecuencias metabólicas de consumir unas 300 calorías de pastel dulce, pueden ser totalmente opuestas a los efectos de la misma cantidad de calorías de carne de buena calidad.
“Las calorías no son todas iguales. Tampoco tienen los mismos efectos dentro de nuestro cuerpo. Las proteínas, carbohidratos y ácidos grasos saludables provienen de alimentos ricos en nutrientes. Llenan rápido y nos hacen sentir satisfechos durante más tiempo”, afirma el investigador.
También indica que desencadenan la liberación de hormonas que le dicen a nuestro cuerpo que queme grasas. Por otro lado, una dieta repleta de alimentos procesados, azúcares y granos refinados puede provocar el efecto contrario. Los azúcares simples no satisfacen de igual manera, por lo que es más probable que comamos en exceso. Por si fuera poco, la calidad nutricional de estos últimos es muy pobre comparando con los verdaderos alimentos saludables que necesita nuestro cuerpo.
Las malas nuevas a la hora de recortar calorías no terminan allí. Muchas personas cometen el error de olvidarse de los alimentos saludables y nutricionalmente densos, cayendo en la trampa de la restricción, el hambre y los constantes antojos. Los resultados suelen ser lamentables.
El cuerpo puede comenzar a experimentar fatiga, mareos, náuseas, pasar por desequilibrios electrolíticos, comenzar a perder músculo, sufrir el estrés y hasta depresión. Esta es la razón por la que tantas personas nunca logran escaparse de los atracones nocturnos, o las bajas energías a la media tarde. Y es que, quitarle valiosas energías al cuerpo en pos del recorte calórico, solo provoca que el cuerpo entre en el modo de hambruna.
Balitskiy recomienda una sencilla y práctica estrategia para controlar la ingesta de alimentos. Según el experto, primero que nada, hay que pensar en la calidad de alimento que se consume, y solo después en la cantidad. Comer intuitivamente alimentos saludables de alta densidad nutricional, es la clave para lograrlo, asegura.
Además, se debe optar por alimentos reales, evitando sus versiones procesadas, mantenerse hidratado y evitar los diferentes tipos de azúcar industrial que tanto abundan en alimentos industriales. Esto hará que las hormonas del hambre como la leptina y grelina estén en equilibrio. Los picos de insulina serán más bajos, haciendo que seamos menos propensos de sufrir antojos. De esta manera, el cuerpo estará menos estresado y mejor nutrido.