En las últimas semanas el calentamiento anormal del océano Atlántico ha provocado una reducción de la intensidad de las lluvias y bajos niveles en el caudal de varios ríos de la Amazonia, dos situaciones que se podrían exacerbar con fortalecimiento del fenómeno de El Niño, ocasionando estragos en el ecosistema y en la calidad de vida de los habitantes que dependen de estas fuentes hídricas.
Entre los pobladores de distintas comunidades de la región Amazónica, la lluvia es esencial para su subsistencia: incide en los hábitos de pesca, en la producción agrícola y, de cierta manera, ayuda a los habitantes a no permanecer incomunicados con los municipios cercanos, pues cuando el río está caudaloso resulta más fácil para las embarcaciones moverse por él.
“Nosotros no contamos con agua potable ni alcantarillado, lo único que tenemos es la lluvia que nos ayuda a llenar los tanques de almacenamiento, pero con esta sequía ha sido difícil mantenerlos llenos”, afirma Gentil Gómez, curaca (líder indígena) de la comunidad Santa Clara, aledaña al municipio de Puerto Nariño, en el departamento de Amazonas.
Según explica Gómez, el cambio en la movilidad ha sido drástico. “Antes uno se gastaba media hora en ir a Puerto Nariño por lo necesario o por emergencias de salud, pero ahora toca ir caminando y jalando la lancha por casi una hora y media de camino”.
Por su parte, Felipe Abreo, médico del Hospital San Rafael de Leticia, quien recorre las comunidades de la Amazonia colombiana haciendo revisiones del estado de salud de las comunidades, también advierte que las pocas lluvias de los últimos meses repercuten en la falta de acceso a agua potable, en el incremento de enfermedades como la escabiosis (sarna), la propagación del virus del dengue y también agrava la desnutrición en la población infantil.
También se suma el riesgo de que las comunidades apartadas no reciban atención médica especializada en urgencias. “Si un paciente presenta una apendicitis o una afección más crítica, es bastante difícil tratarlo, más aún estando aislado y sin los implementos necesarios”, expresa el doctor Abreo, quien insiste en que en esas zonas el solo tener apéndice y presentar complicaciones puede ser mortal.
La sequía incide en varios niveles de la sociedad
El impacto económico tampoco es menor, en una región que se centra en actividades del sector primario como la agricultura y la pesca, según la Cámara de Comercio del Amazonas. “El clima es un factor importante; en los últimos meses el pescado ha estado muy escaso. Ya debíamos estar en invierno, pero no ha llegado”, afirma Melkin Valerio, vigía del proyecto indígena Pensando, Pescando y Cuidando Juntos, que tiene como objetivo hacer cumplir los acuerdos de pesca responsable en los lagos Tarapoto (uno de los principales refugios para delfines de río en la Amazonia colombiana).
Según explica Silvia Vejarano, bióloga especialista en conservación de WWF, “con la sequía se ha incrementado no solo la muerte de delfines sino también la muerte de otras especies de peces, y esto genera serias consecuencias en la población amazónica, ya que todo depende el río”.
Un fuerte impacto para la seguridad alimentaria de las poblaciones amazónicas en diferentes frentes. Otros de ellos son los cultivos esenciales, como la yuca y el plátano, que también están más propensos a plagas y cosechas más pobres por las altas temperaturas, lo que provoca mayor gasto en sistemas de riego, tecnologías para la conservación de aguas, y a una menor disponibilidad de alimentos.
La sequía y la crisis climática de la Amazonia escalan a todos los niveles de la sociedad. “El Amazonas es el lugar que mantiene húmedo todo el trópico; si perdemos nuestros bosques tropicales, el río y las precipitaciones, van a comenzar a cambiar todos los pisos térmicos y toda la productividad agrícola que se tiene en Latinoamérica”, afirma Jimena Valderrama, médica veterinaria de la Fundación Omacha, organización que lleva más de 30 años trabajando en proyectos de preservación en esa zona.
La pérdida de los delfines
El avistamiento de delfines rosados y grises, con la sequía y otros factores, también amenaza con desaparecer en esta región. Según la veterinaria Valderrama, “en China estos animales ya se extinguieron, entonces no es raro pensar que eso pueda pasar aquí”.
Entre otras amenazas que tiene esta especie están la sobrepesca, que afecta su dieta natural; la contaminación por mercurio, el cambio climático y una de las que más preocupan: los delfines son usados como carnada para pescar otra especie conocida como piracatinga, un pez carroñero con altos grados de mercurio, que es luego comercializado en las plazas de las ciudades, y que puede provocar problemas de salud pública.
“Se tiene registro de hasta 36 miligramos de mercurio por kilogramo, muy por encima del límite impuesto por la Organización Mundial de la Salud, que está alrededor de 0,05 (mg/kg)”, advierte Valderrama. Y recuerda que en los seres humanos se ha comprobado que los altos niveles de este metal aumentan la probabilidad de presentar enfermedades neurológicas y complicaciones en el desarrollo intrauterino.
Además, existe un precedente preocupante con los delfines en América del Sur. En el lago Tefé, localizado en territorio brasileño, el Instituto Chico Mendes, a través de la Operación de Emergencia Botos Tefé, registró en la última semana de septiembre alrededor de 130 delfines rosados muertos y 23 grises. Una pérdida que representa el 10 por ciento de esta población. Según Valderrama, esta mortandad genera una advertencia del impacto del cambio climático en el entorno, ya que “esta especie es un indicador de salud del ecosistema. Si ellos están bien, los humanos estamos bien”.
Contrarrestar la amenaza
El 12 octubre, en el marco del lanzamiento del Plan Nacional de Gestión de Riesgos, el Gobierno Nacional destinó 2,2 billones de pesos para la implementación de estrategias que contrarresten los efectos del fenómeno de El Niño en distintas zonas del país, y especialmente se planteó el establecimiento de un plan estratégico para la Amazonia a fin de tratar la dispersión poblacional, la situación en Leticia de bajos caudales en los ríos y las consecuencias de los incendios que se puedan presentar durante el fin de año y hasta mayo del 2024.
Igualmente, organizaciones como WWF trabajan desde varios ángulos para disminuir los riesgos que se están incrementando con la ola de calor que atraviesa la Amazonia. Vejarano detalla que desde esta organización trabajan en aspectos como el control de la deforestación y de la minería del oro. “Esta actividad es una de las grandes amenazas para los ecosistemas amazónicos, generando consecuencias devastadoras para la salud de delfines y humanos”.
En cuanto a la protección de la fauna se creó la Iniciativa de Delfines de Río de Suramérica (Sardi), que integra a científicos de Brasil, Perú, Colombia, Venezuela, Guyana, Bolivia y Ecuador para promover la conservación de los delfines de agua dulce y sus hábitats, y ayudar a las personas que dependen de los ríos para su supervivencia.
Sin embargo, las repercusiones significativas en la movilidad, en la seguridad alimentaria y en la economía que está padeciendo la Amazonia colombiana por la sequía todavía se pueden prolongar hasta principios del próximo año, según el pronóstico del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam).
Lo que quiere decir que en lo que resta del semestre, las comunidades y el ecosistema siguen en riesgo inminente ante las amenazas que han traído consigo estas condiciones climáticas extremas.
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