Un guardián del campo de concentración polaco de Stutthof compareció este jueves ante la justicia alemana por complicidad en miles de asesinatos, en uno de los últimos juicios a un SS nazi.
Las audiencias del juicio iniciado este jueves y que se prolongará al menos hasta mediados de diciembre se verán restringidas a dos por semana y a un máximo de dos horas cada una debido al precario estado de salud de Bruno Dey, de 93 años de edad.
«La edad no debe impedir que se celebre el juicio. Él fue uno de los engranajes de la mayor tragedia de la historia, y así lo decidió», indicó antes de la audiencia un representante del Centro Simon Wiesenthal, especializado en la caza de nazis, Ephraim Zorhoff.
Dey está acusado por la fiscalía de la ciudad Hamburgo de complicidad en asesinatos cuando era guardián entre agosto de 1944 y abril de 1945 del campo de Stutthof, en el norte de Polonia, a 40 km de Gdansk. Fue el primer campo nazi edificado fuera de Alemania.
Ahí perecieron 65.000 personas, esencialmente mujeres judías procedentes de los países bálticos y de Polonia. El campo pasó a formar parte del sistema de exterminio de los judíos en junio de 1944.
Dey, que tenía 17 años en el momento de los hechos, se convirtió, según la fiscalía, en cómplice en el asesinato de 5.230 presos. 5.000 de ellos por «crear y mantener condiciones que ponían en riesgo la vida», 200 gaseados y 30 de un disparo en la nuca.
Máquinaria asesina
El trabajo del acusado consistía en «impedir la fuga, la revuelta o la liberación de los presos» judíos del campo, condenados a ser exterminados por bala o mediante el gas Zyklon B, según la acusación.
Dey fue un «engranaje de la maquinaria asesina, con conocimiento de causa», acusa la fiscalía. El objetivo del juicio es determinar si «apoyó conscientemente los crueles asesinatos de presos, y de judíos en particular».
Los supervivientes describieron los asesinatos en este campo, cometidos delante del personal del lugar.
El acusado reconoció durante la instrucción que estaba enterado de lo que ocurría en el campo con las cámaras de gas y las cremaciones de cadáveres, pero aseguró que no pudo huir, pues corría el riesgo de ser también asesinado.
«Lo que nos hicieron fue inhumano», declaró en una entrevista a la Deutsche Welle una superviviente del campo, Dora Roth, cuya madre murió de hambre en Stutthof. Esta mujer forma parte de las 28 acusaciones civiles del proceso.
«El que sabe, el que puede hablar de ello, debe hacerlo en la audiencia», explicó Roth. «Es la única forma de evitar otro Holocausto», agregó.
Severidad tardía
En estos últimos años, Alemania juzgó y condenó a varios antiguos SS por complicidad en asesinatos, ilustrando la creciente pero muy tardía severidad de su justicia.
En efecto, fiscalías y tribunales alemanes han ampliado a los guardianes de los campos la acusación de complicidad en asesinatos, antes reservada a las personas que ocupaban cargos importantes en la jerarquía nazi, o que estaban directamente implicadas en los homicidios.
Ninguno de estos condenados ha sido hasta ahora encarcelado por problemas de salud.
El caso más emblemático fue el proceso llevado a cabo contra John Demjanjuk ante el tribunal regional de Múnich. Este ex guardián del campo de exterminio de Sobibor, fue condenado en 2011 a una pena de cinco años de prisión. Murió en 2012 antes de su juicio en apelación.
A principios de abril, el proceso de otro ex guardián del mismo campo nazi de Stutthof terminó abandonado debido a la degradación del estado de salud del acusado, de 95 años. Las fiscalías alemanas están instruyendo otros 23 casos de este tipo.
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