Fuera de la arepera esperando el turno para ser atendido, el dilema político en este momento es establecer la diferencia entre la carne picada y la tradicional mechada, u otras alternativas. Eso es una decisión. ¿Qué tiene que ver eso con lo coyuntural en Venezuela?
Antes de entrarle al asunto que nos va a ocupar hoy, es menester hacer un abreboca histórico para contextualizar. Durante la Segunda Guerra Mundial los británicos ejecutaron un plan de engaño que al final tuvo una efectividad extraordinaria en los objetivos establecidos. La operación Mincemeat (Carne picada) fue un diseño estructurado desde las principales agencias de inteligencia británicas, con el concurso del resto de los aliados. Se trataba de engañar a Hitler sobre las operaciones militares que tenían pensado realizar en el mar Mediterráneo. La idea era hacer llegar hasta el escritorio del Führer unos documentos que les indicaran que la invasión aliada iba a producirse en Cerdeña y en Grecia en lugar de Sicilia. Para ello necesitaban un cadáver. Habilitaron el cuerpo abandonado en la morgue londinense de un vagabundo, le construyeron una historia y le crearon un nombre, el comandante de los Royal Marines William Martin, le sembraron unos documentos falsos de movimientos de tropas, lo trasladaron en un submarino hasta las costas de Huelva en España, lo lanzaron al mar y dejaron que las mareas lo arrastraran hasta la orilla de la playa. ¿Vieron el nivel de detalles? Cuando lo encontraron las autoridades del lugar y eso llega a oídos de la eficiente Abwehr (Inteligencia alemana) desplegada en la España franquista muy afín a los nazis y el III Reich, con todas las diligencias del caso, todos los documentos del engaño fueron a parar al bunker de Hitler. Lo demás fue historia. La operación Husky, una gran incursión anfibia y área seguida de una campaña terrestre de seis semanas inició la campaña de Italia, fundamental para el despeje nazi en el mediterráneo y la caída de Benito Mussolini. Eso es un plan y este es una decisión. Como si se estuviese saboreando una arepa de carne mechada.
El otro yo de la carne picada
El expresidente Colombia Álvaro Uribe Vélez le ha puesto el dedo en la llaga a un tema crítico y sensible sobre la actual situación política en Venezuela. En el ánimo de ponerle fin a la tragedia de los venezolanos que se convierte en binacional por la vecindad y por el tema del desplazamiento que en este momento ronda los 3 millones de migrantes, el cambio político conviene a Venezuela en primer lugar y por añadidura a Colombia. Desde Cúcuta, a tiro de fusil con cualquier emplazamiento de francotirador que pueda ubicar el régimen de la revolución bolivariana en Ureña, la intervención militar protagonizó en la voz de Uribe, la película que todos los venezolanos quieren ver ante el único camino del cambio político que ha dejado el régimen que encabeza Nicolás Maduro desde el palacio de gobierno: la fuerza. Ante ese planteamiento se ha manifestado alguna sorpresa por la propuesta que ha agarrado calle también en la subregión y en la opinión pública del continente. Ejecutar una intervención militar en Venezuela para solucionar el problema político lo que incluye algunas variables intervinientes. Unas propicias y otras no tanto. De las primeras priva la posición de reconocimiento al presidente electo Edmundo González Urrutia por los principales países con gobiernos democráticos en América encabezados por Estados Unidos y Canadá; y de Europa con Italia, Alemania y Francia en la vanguardia. Ese consenso se ha trasladado hasta la ONU, la UE y la OEA con un clima favorable para ejercer la máxima presión a la revolución bolivariana para que respete los resultados electorales del pasado 28J. El régimen respondió el pasado 10E con la juramentación espuria de Nicolás Maduro como presidente de la república con el respaldo de la FAN. De tal forma que están dispuestos a convertir en realidad sus amenazas de que no van a entregar el poder por las buenas ni por las malas. La oposición democrática ha intentado con todas las vías por las buenas, y ha fracasado.
Sobre ese tema hay que continuar insistiendo y mantenerlo vigente. El futuro de la patria está comprometido en que el planteamiento agarre cuerpo y se materialice desde Venezuela como la victima principal y haga de esa recomendación una formula viable convertida en un plan. Como si se estuviera en el mostrador de una arepera. Que no quede en el aire como un diseño retórico que, en el punto más alto del giro discursivo cucuteño del político antioqueño, que desemboca en la opción armada, y todo queda en el reposo quimérico de lo que pudo haber sido y no fue por la inercia venezolana, por la indecisión de EGU, por la indiferencia de MCM, por la ignorancia del liderazgo político o simplemente por miedo. La pelota está en este momento en el terreno de juego del presidente electo Edmundo González Urrutia, quien debería devolverla con algunas decisiones orientadas hacia ese rumbo. Como depositario de la soberanía popular expresada en las recientes elecciones presidenciales escamoteadas por el régimen y en su condición constitucional de comandante en jefe de la FAN, el tema de la intervención militar le atañe y debe enfrentarlo con disposiciones oportunas.
No hay nada original en los 214 años de la vida republicana con esto del uso de la fuerza desde el exterior, conducida por venezolanos. Hay algunas experiencias recogidas en la historia de intervenciones militares organizadas, dotadas y entrenadas por connacionales desde el exterior al interior de Venezuela para desalojar un régimen político.
La campaña admirable iniciada por el libertador Simón Bolívar desde Cúcuta en 1813, puede muy bien encajar en una de esas experiencias. Además, Bolívar ejecutó dos expediciones militares desde Los Cayos en Haití en marzo y diciembre de 1816. En mayo de 1899 los generales Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez entraron a Venezuela en lo que quedó registrado ante la historia como la invasión de los 60 a través del estado Táchira, que en octubre estaba entrando victoriosa a Caracas. Otra invasión emblemática lo fue la que se conoce como la del Falke por Cumaná en 1929 encabezada por el general Román Delgado Chalbaud durante la dictadura del general Gómez. No deben olvidarse las cuatro invasiones ejecutadas por guerrilleros venezolanos en Machurucuto, en Falcón, y otras dos promovidas por el actual régimen cubano en la década de los sesenta.
De manera que, en materia de intervenciones militares desde el exterior, organizadas, equipadas y entrenadas por venezolanos, y apoyadas por otros países hay suficiente experiencia.
Con una arepa de carne picada en la mano
El presidente González Urrutia acaba de pronunciarse sobre la intervención militar. No comparte con el expresidente Uribe la propuesta de la intervención armada y prefiere transitar los caminos del diálogo, de la negociación, de la inclusión, de la paz y del perdón de los rojos rojitos que han dicho que no van a entregar el poder ni por las buenas ni por las malas. A él le corresponden en este momento las decisiones de la república y el destino de la patria. Eso es lo mismo que decir el futuro de la nación encomendado con los 7.743.584 votos equivalentes a 67% del sufragio del 28J. Es un mandato constitucional claramente expresado ante la oferta electoral de cambio político desde el depositario original de la soberanía: el pueblo. Y es a ese a quien habría que preguntarle, señor presidente González, si habiéndose agotado todas las vías de las buenas para desalojar el régimen usurpador, la ruta de las malas es la que se debe seleccionar. Allí está la historia venezolana. Solo media para eso un plan. Como el Carne Picada de la II Guerra Mundial.
Juan Guaidó en su momento se arropó con la emoción popular que lo hizo presidente interino. Como consecuencia de pésimas decisiones políticas de espaldas al mismo pueblo que votó por Edmundo González Urrutia, aquel es lapidado permanentemente en la opinión publica y genera tanto o más rechazo que Nicolás Maduro. 25 años de tragedia revolucionaria, 8 millones de compatriotas regados por el mundo, la desventura de sufrir al régimen dentro del territorio, la hipoteca del futuro en revolución y la esperanza de llegar rápido al cambio político no son buenos indicativos de que el pueblo lo apoye en ese rechazo a la intervención militar que hizo el presidente González Urrutia, disparando diplomáticamente desde la cintura. Consúltenle a la gente si están de acuerdo o no con esa declaración y valoren las reacciones desde las redes sociales. Como si se estuviera frente al menú de la arepera y se le planteara el dilema de una arepa de carne mechada o picada. Eso es una decisión. Salvo que el presidente electo sea una reaparición en ectoplasma del comandante William Martin.