En 1982, Walter Forbes participó de una pelea en un bar en Michigan, Estados Unidos, que devino en una serie de sucesos trágicos que ocasionaron su injusto encierro en la cárcel. Luego de casi 40 años obtuvo su libertad.
A los 26 años de edad participó en una pelea en un bar local y uno de los implicados, Dennis Hall, buscó a Forbes al día siguiente y le disparó en cuatro ocasiones. A las pocas semanas, mientras Forbes se recuperaba de las heridas, Hall falleció en el incendio de su edificio, el cual fue provocado, según las primeras investigaciones.
Como era de esperarse, el principal sospechoso fue Forbes, tenía motivos para vengarse, argumentaron los investigadores a cargo.
El estudiante de Jackson Community College pensó que lo culparían, pero confiaba en el sistema. Sin embargo, no imaginó que apareciera una testigo clave que lo inculparía. Esto fue determinante en la condena de cadena perpetua que recaería sobre él.
“Hasta que fui condenado, pensé que el sistema funcionaría, que se corregiría solo. En retrospectiva, fui ingenuo”, declaró a Detroit Free Press.
La testigo clave del caso fue Annice Kennebrew, nombre que ha quedado marcado en Forbes, no solo porque fue quien lo acusó, sino también quien logró que lo liberaran.
Las pruebas de un crimen que no ocurrió
Walter Forbes ingresó a la cárcel en 1983. Se le acusó junto a dos personas más de iniciar el incendio en el edificio de Maple Street, donde vivía Dennis Hall. Ahí lo situó la testigo Kennebrew, pero los otros dos sospechosos fueron dejados en libertad luego de no encontrar pruebas en su contra.
En Forbes recaía una supuesta motivación. Kennebrew relató que vio a los tres hombres echando gasolina en recipientes de color rojo en el exterior del edificio.
Ese debió ser el primer indicio de que todo era una farsa. Según explica CNN, documentos judiciales señalan que los investigadores hallaron recipientes de gasolina color azul, no rojo, y que la evidencia de los aceleradores se encontró en el interior del edificio, no en el exterior.
Un informante anónimo llamó a la policía cuatro días después del incendio y atribuyó la culpa al dueño del edificio, David Jones, quien de esa forma ganaba dinero de las aseguradoras. En 1990, ocho años después del incendio en Maple Street, Jones fue condenado por provocar un incendio en otro edificio suyo en Livingston para cobrar alta suma de dinero del seguro.
La testigo clave se retracta
Michigan Innocence Clinic se hizo cargo del irregular caso de Forbes, el cual ocasionó una cadena perpetua apoyándose solamente en el testimonio de Annice Kennebrew.
“Sabíamos que había dos cosas que queríamos: hablar con la testigo y ver cuál era su historia. También sabíamos que había habido un sospechoso alternativo desde el principio en este caso”, expresó el abogado Imran Syed.
Se acercaron a Kennebrew para conocer detalles de lo que vio en 1982. En 2017, aquejada por una enfermedad respiratoria, dijo lo que en realidad había ocurrido, en declaración jurada: fue presionada para declarar en contra de Walter Forbes.
En ese entonces, con 19 años de edad, Kennebrew fue amenazada por 2 sujetos de acusar a Forbes y los otros dos hombres del incendio, porque de lo contrario asesinarían a sus familiares.
“Todo lo que le dije a la policía y todo lo que testifiqué en el juicio relacionado con haber presenciado el inicio del incendio, fue una invención. Hasta donde yo sé, Walter no tuvo nada que ver con este crimen”, dijo Kennebrew en el documento.
Se desconoce la razón exacta porque esas dos personas presionaron a la testigo en contra de Forbes. Ambos ya fallecieron y el dueño del edificio, David Jones, también.
Entre mayo y junio el juzgado escuchó los argumentos de la defensa de Forbes, la fiscalía minimizó los errores de Kennebrew y cuestionó el eventual motivo por el cual fue coaccionada, pero el juez desestimó la condena de Forbes y fue liberado el 20 de noviembre.
Forbes conoció a su hijo Runako recién cuando este cumplió 13 años de edad, en la sala de visitas de la prisión. Se ha instalado en Detroit y espera pronto visitar a su madre, de 94 años, en Mississippi, en las próximas semanas. Decidió no verla de inmediato por el temor al coronavirus, alargar ese esperado encuentro con algo que fue adquiriendo en los 13.000 días en prisión: paciencia.