La elite que rodea al presidente Vladímir Putin está debilitada por las sanciones y cada vez más dividida, lo que aumenta las posibilidades de que una conjura acabe con el líder ruso y abre la puerta a una democratización del país, afirma Leonid Volkov, mano derecha del líder opositor Alexei Navalny.
En una entrevista con Efe durante su participación en la Cumbre de Derechos Humanos y Democracia de Ginebra, un tradicional encuentro anual de disidentes en la ciudad suiza, Volkov, exiliado en Lituania, asegura que Putin ha reducido sus posibilidades de mantenerse en el poder de forma vitalicia, como era su gran proyecto.
«Con la guerra ha bajado dramáticamente la probabilidad de mantenerse en el poder hasta su muerte, y ha aumentado las otras dos vías posibles: un golpe de su círculo cercano, o una revuelta popular», subraya Volkov, quien durante la década pasada dirigió las campañas electorales de Navalny antes de que éste fuera detenido.
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Con amenazas de 15 años de cárcel para los que protestan contra la guerra, Volkov ve la conspiración en el círculo de confianza de Putin como la opción más viable para acabar con un presidente que «cada año que está en el poder significa 60.000 millones de dólares fuera del país y oportunidades históricas perdidas».
Ese círculo cercano al presidente ha perdido mucho dinero a causa de las sanciones de Occidente y está formado por líderes que «se odian entre sí» y aumentan sus diferencias, por lo que la cúpula está mostrando cada vez más grietas y podría derrumbarse sobre Putin, afirma Volkov.
«Están empezando a filtrar unos información contra los otros, un síntoma de la mala situación de la elite», subraya el disidente ruso, quien pone como ejemplo recientes acusaciones mutuas de deslealtad a Putin entre el portavoz gubernamental Dmitri Peskov y el líder checheno Ramzán Kadirov, dos de sus más íntimos colaboradores.
Ucrania, las «malvinas rusas»
Según Volkov, la guerra de Ucrania es un ejemplo de la tradicional práctica «en la que una dictadura quiere fortalecer su poder con una victoria militar rápida», pero que en muchas ocasiones acaba con la propia dictadura, «como le pasó a la Junta Militar argentina en las Malvinas o a Sadam Husein en Kuwait».
Putin «tuvo un error de cálculo al creer que la población rusohablante del este de Ucrania recibiría con los brazos abiertos a supuestos ‘liberadores’ de Rusia», algo que de acuerdo con el colaborador de Navalni «se basaba en informes de inteligencia corruptos».
«Cuando gastas millones de dólares en propaganda dentro de Ucrania, es fácil que los responsables de ella se queden casi todo ese dinero y escriban bonitos informes asegurando a Putin que todo está funcionando», subrayó.
Para Volkov, la guerra nunca fue, como aseguraba Moscú, un modo de presión para que Ucrania no se acercara a la OTAN, sino un mero intento del presidente ruso de volver a tener la buena imagen interna que consiguió en 2014 con la anexión de Crimea, el momento en el que consiguió sus más altas cotas de popularidad.
«Putin es un adicto a los índices de popularidad, y tras Crimea logró que fueran del 80 %: eso significaba que el pueblo le iba a querer hiciera lo que hiciera, aunque posara montado a caballo semidesnudo», recordó.
«Antes de la guerra de Ucrania ese índice era de 45%, un porcentaje con el que soñaría cualquier líder democrático, pero a Putin le incomodaba y pensó que tenía que volver a los números que consiguió en Crimea», afirmó.
Luchas internas tras Putin
Si llegara esa caída de Putin, que según Volkov ahora es más posible, el analista cree que se abriría un periodo de tensiones que presentaría grandes oportunidades para que llegara la democracia, ya que no habría un sucesor claro y en los primeros momentos se desataría una lucha de facciones.
«Será como cuando Stalin murió y hubo tres años de intensa lucha interna, en la que Nikita Kruschov, Nikolai Bulganin y Georgui Malenkov conspiraron entre sí», explicó Volkov echando mano de los libros de Historia y asegurando que ahora la diferencia es que en Rusia sí hay una sociedad civil y ésta se movilizaría.
El hecho de que Rusia sea ahora una economía de mercado evolucionada impediría además que, como en los años 90 del siglo pasado, un colapso económico fuera utilizado por un caudillo estilo Putin para continuar el autoritarismo con la excusa de tener un «líder fuerte», analiza el disidente.
En cuanto al argumento de que una Rusia sin ese líder fuerte podría balcanizarse, Volkov asegura que «Rusia es grande y al mismo tiempo muy pequeña: en Kaliningrado y en Vladivostok, separadas a 11 horas de avión, hablan exactamente el mismo idioma. No hay dialectos regionales, no siquiera cocinas regionales».
¿Se sentará algún día Putin ante un tribunal que lo juzgue por crímenes de guerra? Volkov así lo espera, aunque se muestra sarcástico al señalar que «en realidad acabaría en una confortable celda, bien alimentado y rodeado de intérpretes y traductores».
«Mi sueño de verdad es que algún día lo lleven a Mariúpol para exhumar las fosas de la gente que mató y cavar tumbas para que esa gente tenga un lugar de descanso adecuado», concluyó Volkov.