Bucarest se convirtió este viernes, con la visita del papa Francisco, en una gran fiesta de la unidad cristiana entre ortodoxos y católicos. Miles de rumanos de estas dos confesiones y peregrinos llegados de diversas partes del mundo agasajaron a Francisco en las calles, en un ambiente alegre y de fraternidad entre personas de diferentes razas, orígenes y religiones.
«Estamos muy contentos y llenos de energía esperando la visita del papa, porque estamos seguros de que trae muchas cosas para el país y para la sociedad rumana», dijo María José Escobar, una colombiana que estudia Derecho en Bucarest y se implicó en la organización de la jornada junto a miles de jóvenes más.
Entre quienes acudieron a ver al pontífice argentino estaba también Jill, un profesor católico de Escocia que celebraba el ambiente de unidad que ha presidido todos los actos. Numerosas monjas de diversas nacionalidades de la orden de las Misioneras de la Caridad que fundó Santa Teresa de Calcuta jalearon al Santo Padre junto a los enfermos y discapacitados a los que cuidan en diversos centros sociales bucarestinos.
Estos creyentes compartían espacio en el centro de la capital con miles de personas de religión ortodoxa, el credo mayoritario de Rumanía. «Todos somos cristianos y Francisco es también nuestro papa», afirmó Luminita Iordache, una jubilada que madrugó para poder ocupar uno de los asientos habilitados junto al trayecto previsto del «papamóvil» por la emblemática calle de la Victoria.
La nota de color entre los peregrinos la pusieron un grupo de católicos de Oriente Medio, que saludaron al pontífice desde el margen de la calzada con banderas del Líbano, Irak, Siria y demás países de origen. «La mayoría vivimos desde hace años en Bucarest, tenemos aquí una parroquia dedicada al santo libanés Charbel Charbel Makhlouf, un venerado monje y cura maronita, y es una oportunidad muy buena para poder ver al papa», explicó Teresa Bahis, una joven católica de origen libanés.
El momento más emotivo de la jornada se vivió tras la misa oficiada por Francisco en la catedral católica de San José. Bajo la lluvia que empezó a caer durante la misa, el pontífice saludó a la multitud desde su «papamóvil» antes de poner fin a las actividades oficiales del día.
Previamente, Francisco había orado en la nueva catedral ortodoxa de Bucarest junto con el patriarca Daniel, el jefe de la Iglesia Ortodoxa Rumana. Esta ceremonia, llena de simbolismo, en la que un coro católico y otro ortodoxo entonaron himnos religiosos y se rezó en latín y rumano, conmovió a los asistentes y a quienes la seguían en las pantallas gigantes instaladas en el centro de Bucarest.
Poco antes del mediodía, el presidente de Rumanía, Klaus Iohannis, había recibido a Francisco en el aeropuerto para después ofrecerle una recepción oficial en el palacio presidencial de Cotroceni. Miles de gendarmes y agentes del servicio secreto rumano de paisano velaron durante toda la jornada por la seguridad del papa.
Francisco proseguirá mañana su viaje con una visita al santuario católico de Sumuleu Ciuc, en el centro de Rumanía, y se desplazará después a la ciudad nororiental de Iasi para oficiar una misa. El domingo, último día de la visita, el papa visitará Blaj, sede de la Iglesia greco-católica rumana, donde oficiará otro servicio religioso y se reunirá con miembros de la minoría gitana de Rumanía.
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