Desde hace más de 10 años el sacerdote Andrés Tirado dice que como sacerdote exorcista debe luchar contra demonios y espíritus malignos que se aparecen en sus sueños. Su figura empieza a caminar por sectores llenos de niebla, luego empieza a correr por enramadas y es allí donde recibe el ataque de una entidad que intenta apoderarse de su cuerpo.
En las noches frías de Bogotá el padre siente cuando se posan sobre su cuerpo al punto de asfixiarlo y, al otro día, se levanta con marcas y rasguños en su cuello. Quizá en esos sueños ha tenido suerte, pues en otras oportunidades, cuenta, se despierta con agresividad en la madrugada y termina rebotando contra una pared de su habitación.
Las persecuciones las empezó a sentir desde que hace liberaciones y exorcismos con la comunidad Iglesia Católica Apostólica Antigua a la que ingresó en el 2000 como sacerdote exorcista.
Los días en la casa en Bogotá donde se dedica a hacer las liberaciones pueden convertirse en histerias. Hay personas que con solo entrar a esa vivienda de dos pisos empiezan a alterar su comportamiento y otros que al comenzar el exorcismo ríen con desespero y cambian su voz.
Sentado en una habitación llena de imágenes religiosas, crucifijos de Jesús y libros sobre exorcismos, Tirado cuenta que también pensaba que las posesiones eran simplemente locura. Sin embargo, desde su primera experiencia notó que había algo más allá, y que el demonio y la brujería no eran un cuento.
Cuando estaba en el seminario de la Iglesia Católica Romana, en los años 90, algunas personas se le acercaban para pedirle oraciones y entre ellas llegó Margarita. Esta mujer de 40 años pidió una bendición, como era habitual, pero un decálogo de groserías lo desestabilizó.
-En el nombre del Espíritu Santo, ¿cómo te llamas?
Una voz gruesa respondió:
-Soy Mauricio.
Asustado durante todo el día, Tirado empezó a indagar las razones por las cuales le respondieron así. La familia de Margarita desesperada por la agresividad que la mujer reflejaba en su casa buscó ayuda con el seminarista para que les colaborara con otra oración.
-¿Cómo se llama?
-Mauricio
De nuevo Margarita lucía una actitud de histeria ante Tirado, quien en ese momento ya había investigado lo que era un exorcismo y decidió seguir preguntándole al cuerpo qué estaba pasando.
-¿Qué hace ahí?
-Me mandaron.
-¿A qué lo mandaron?
-A destruirla.
-¿Por qué no se va?
-No me dejan, estoy enterrado. Hicieron un ritual y estoy metido en un frasco de una tumba.
La curiosidad de Tirado pudo más que el miedo que sentía y decidió ir a la tumba en el sur de Bogotá que la entidad llamada Mauricio le dijo tras entablar el diálogo. Allí, con ayuda de un sepulturero, escarbó en la tierra y empezó a sentir escalofrío cuando vio un frasco, el cual desenterró, limpió y botó sin pensarlo.
Luego de unos días enfermo tras visitar el cementerio, Tirado se volvió a encontrar con la familia de Margarita. Esta le comentó que la mujer no mejoraba e incluso se había buscado ayuda psicológica que no daba resultado.
En un nuevo encuentro, el entonces seminarista se encomendó a la Virgen María.
-¿Por qué no se ha ido?
-No me puedo ir, estoy enterrado.
-Revise bien, ¿seguro está ahí?
-Mire más allá, hay una foto enterrada hacia el otro lado de la tumba.
De regreso a aquella tumba, con susto y todavía más frío del habitual, el sepulturero y el seminarista escarbaron de nuevo entre la tierra. Lo hicieron hasta que encontraron una foto de Margarita. Pasó semanas esperando que la mujer regresara y pese al terror que sintió había quedado fascinado con la experiencia que estaba teniendo. Por ello, volvió a hacer contacto con la familia de la mujer, quien seguía con depresión.
-¿Por qué no se ha ido?
– No me puedo ir porque estoy aquí y no tengo la fuerza para irme. Ya no hay entierros, usted los sacó.
Tirado tenía preparado un ritual que había estudiado y, por fin, logró liberar a Margarita del espíritu que la atormentaba. Fueron meses tortuosos para la mujer, el ahora sacerdote cuenta que los familiares le decían que era una persona rabiosa con los hijos y el esposo. Además, en los exámenes médicos no se le hallaba nada y que en las noches era desesperante.
Tras investigar conoció que un hombre quería entablar una relación con la mujer, pero ella lo rechazó y en represalias contrató un brujo para que le enviara un espíritu a atormentara.
Enfrentar al demonio
Andrés Tirado estuvo muy cerca de la maldad desde que era un niño, muchos de sus amigos en el sur de Bogotá terminaron en malos pasos. El acercamiento con Dios llegó cuando lo vincularon a un grupo católico, hizo la catequesis y durante años ayudó a la iglesia, por lo que le insistieron que entrará al seminario para convertirse en sacerdote.
Han sido cientos de batallas contra el demonio y asegura que como sacerdote exorcista cada exorcismo es diferente. De acuerdo con su experiencia, Tirado ha enfrentado a espíritus desencarnados, los cuales son usados para causar males en las personas. Este tipo de posesiones son fuertes, dice, y durante las sesiones es testigo de cómo la persona grita y debe ser controlada para que no haga estragos.
Cuando las sienta al frente de un altar que tiene en la casa donde atiende a quienes buscan ayuda hay personas que ríen con desespero, lloran, se vuelven agresivos y manifiestan otro tipo de personalidad. No son ellos.
Pero la que más atemoriza es la posesión demoníaca, unas experiencias que raramente pueden ocurrir en la vida, pero que el sacerdote Tirado ha tenido que enfrentar.
El padre dice que «no son cosas de ciencia ficción y lo que muestran en las películas no es tan descabellado». En su despacho parroquial ha visto cómo a algunas personas la cabeza les gira en 360 grados sin explicación fisiológica para ello. También levitan o caminan por el techo y cuando hablan se expresan en lenguas ocultas.
Uno de los casos que más lo aterrorizó como sacerdote exorcista fue el de un niño de 10 años que llegó con su familia buscando ayuda hace alrededor de 5 años. Con sus amigos del colegio, el menor jugó a las tijeras, una actividad que parecía inofensiva y terminó invocando un espíritu.
Sin saber lo que había pasado, el niño se fue a su casa y solo unos días después empezaron a ocurrir fenómenos paranormales en la casa. Sus dos hermanos y su mamá también se veían afectados.
La familia del niño no encontraba explicación a cómo era capaz de levitar, pero lo más doloroso era cuando lo tiraban de su cama, terminaba colgado en una pared y le estiraban los miembros. No había día cuando no se levantara con rasguños o moretones en su cuerpo.
El espíritu que estaba dentro del niño era fuerte y se repetían constantemente las liberaciones, pero este buscaba la manera de apoderarse de otro integrante de la familia. Es decir, de uno de los hermanos o de la misma mamá. Ya se trataba de una infestación, cuenta el padre.
El sacerdote comenta que era muy complejo lo que estaba pasando, debía hacerle la liberación a uno y después al otro, pues el espíritu rotaba por los cuerpos de la familia.
A Tirado no le cabía en la cabeza que un niño de 10 años tuviera la fuerza de arrojar a una persona contra la pared. Tras semanas intentando sacar el espíritu este por fin cedió para no molestar más a la familia.
El sacerdote exorcista conoció que quien estaba apoderándose de los cuerpos era el espíritu de un niño que se había suicidado a pocas cuadras del colegio donde ocurrió el llamado con las tijeras.
Para Tirado, los exorcismos son un tema tabú en la sociedad e incluso la Iglesia Católica y señala que nadie puede hacer una liberación sin estar preparado, pues es muy peligroso.
Pruebas
Cuando las personas llegan en busca de ayuda, el sacerdote exorcista pide que se hagan pruebas biológicas para descartar que los padecimientos que están sintiendo no tienen explicación médica. Luego de varios encuentros espirituales que pueden durar semanas, se procede hacer pruebas para determinar si se debe proceder con un exorcismo.
Tirado indica que hay quienes padecen bipolaridad o esquizofrenia, situaciones que no deben ser tratados como una posesión. Pero igual les ayuda espiritualmente para que intenten permanecer en calma.
El exorcista Tirado dice que estudia sigilosamente cada situación que se le presenta y examina cuál es la manera correcta de liberar de la posesión o brujería a quien llega a su despacho parroquial.
Pese a las marcas que ha sufrido por combatir demonios, los cuales cada noche lo atormentan más, él dice que seguirá con su lucha hasta que su cuerpo no aguante.