Está preocupado y no lo niega. Iván Adolfo Goite tiene 46 años de edad. Hace 18 años llegó a Lisboa, donde vive con su esposa y sus tres hijas. Productor audiovisual freelance, la mayoría de los compromisos laborales que había asumido han sido suspendidos, entre ellos la Eurocopa, y espera también que pronto comuniquen la cancelación de los Juegos Olímpicos de Tokio. «Como freelancer, la crisis del coronavirus me ha puesto a pensar mucho. Si yo no trabajo, no cobro. Esto va a significar descapitalizarme», dice el periodista egresado de la Universidad Católica Andrés Bello.
Tampoco tiene dudas. «Esta pandemia del coronavirus me obligará a reinventarme, a buscar un plan b. En eso los venezolanos llevamos ventaja y probablemente encontremos una solución rápida», agrega.
Desde hace una semana está confinado con su familia en casa. No ha sido fácil, confiesa, pero con el paso de los días han ido mejorando los métodos de convivencia, aunque reconoce que ha habido fricciones. «Comenzamos organizando la comida y los espacios de la casa. Lo que se nos ha hecho complicado es cumplir con el régimen escolar de mi hija menor, que tiene 7 años. Las dos mayores, de 17 y 13, ambas en bachillerato, trabajan por skype en un proceso muy organizado. Pero con la más pequeña ha sido más difícil porque la escuela pretende trasladar el sistema de aprendizaje a la casa. Los profesores no se han dado cuenta de que no pueden dejarnos solos a los padres con el programa educativo para que luego sean ellos los que evalúen según su criterio», destaca.
No ha hecho compras nerviosas. Siente, como dice la canción de Franco de Vita, que «esto ya lo había vivido». «La sociedad no está hecha para almacenar tanta comida. Y sin saber lo que viene me doy cuenta de que no sé si tenemos la cantidad de alimento que necesitaremos en el futuro». Su intención, por lo pronto, es ir reponiendo lo que se va agotando en la despensa. Hasta ahora los supermercados de la capital portuguesa se han mantenido abastecidos aunque se ha limitado el acceso de las personas que deben hacer cola para entrar a los establecimientos.
Es muy pronto, dice, para saber si Portugal ha tomado las medidas correctas para frenar la pandemia del coronavirus. Ningún país se preparó para esto, agrega. «Siento que la toma de decisiones se tardó un poco, pero Portugal apuesta por lo seguro y esperamos resultados positivos por el bien de todos», destaca Goite.
El tema del aislamiento, comenta, ha sido difícil de asimilar. Pero reconoce que esta será una oportunidad en la que las personas más creativas lograrán reinventarse desde casa, mientras que las pesimistas lo que harán será asustarse ante la adversidad. «Este momento nos va a imponer un cambio. No sabes cuánto tiempo nos tomará esta situación. Pudiera ser unos tres o cuatro meses más. Sin duda, todos los sectores del país se verán afectados. Pienso, incluso, que lo que vivimos va a obligar a cambiar las leyes».
Está claro que la única manera de salir de esta situación es quedarse en casa. Para él es una imprudencia estar en la calle. «Hay que dejar las salidas para lo urgente».
Hay otra preocupación que lo desvela: Venezuela. En el país están sus padres, su hermana, su padrastro, su madrastra, un sobrino y primos. En ellos piensa todos los días y más en esta situación. «Mis padres pasan los 70 años y son candidatos a ser contagiados con el coronavirus en el momento en el que la epidemia avance en el país. Sé que no la tienen fácil. Yo los ayudo, pero no tengo la capacidad para mantenerlos holgados como quisiera. Mi mamá tiene pocas mascarillas y no hay familiares jóvenes cerca que le puedan comprar unos guantes, por ejemplo», reconoce con tristeza. Es entonces cuando recurre a sus amigos, aunque sabe que no puede abusar. «Tengo que ahorrar esas ayudas», dice.
Y finaliza: «Para mí Venezuela es mucho más mi familia que pasa trabajo gigante que el propio país».
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