Las Fuerzas Armadas de Bolivia fueron determinantes en la renuncia de Evo Morales a la Presidencia. Pero la pregunta aún se mantiene: ¿por qué los militares le dieron la espalda a quien fue su capitán general por casi 14 años?
El domingo 10 de noviembre el comandante de las Fuerzas Armadas, general William Kaliman, le pidió a Morales que diera un paso al costado. Una solicitud tras dos semanas de violentas protestas propiciadas por la oposición que denunciaron un fraude del oficialismo en los comicios presidenciales del 20 de octubre.
Kaliman ofreció una declaración de prensa que selló la suerte de Morales y sepultó toda aspiración para seguir en el poder: «Luego de analizar la situación conflictiva interna, pedimos al presidente del Estado que renuncie a su mandato presidencial permitiendo la pacificación y el mantenimiento de la estabilidad, por el bien de nuestra Bolivia».
El mismo domingo, el comandante de la Policía, general Yuri Calderón, se plegó a ese llamado dos días después que sus subalternos se rebelaran en todo el país: «Nos sumamos al pedido del pueblo boliviano de sugerir al señor presidente Evo Morales que presente su renuncia para pacificar al pueblo de Bolivia».
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Más tarde, y después de casi 14 años en el poder, Morales dijo al país y al mundo: «renuncio».
Sorpresa
¿Por qué los militares le dieron la espalda al presidente, tras años de invariable lealtad? Por Constitución, el presidente cumple la función de máxima autoridad de las Fuerzas Armadas, con el rango de capitán general.
La presidente del Senado, Eva Copa, del partido MAS liderado por Morales, en el exilio en México desde hace dos semanas, deslizó este lunes su sorpresa por el comportamiento de los uniformados.
El Alto Mando Militar solía mantener encuentros semanales en Palacio de Gobierno, para evaluar la situación política del país y para definir acciones de política conjunta.
Al llegar al poder en 2006, Morales buscó la forma de cambiar la lógica pensante de las Fuerzas Armadas, a la que solía acusar de colonialista o de actuar al servicio de la derecha local. En 2010, sugirió a los uniformados responder en los actos públicos con un venceremos al saludo presidencial de patria o muerte que utilizó su mentor cubano Fidel Castro.
Los militares asumieron y defendieron el grito. «Dicho lema resume un compromiso para velar por el destino de Bolivia, por lo que recogemos las palabras patria o muerte». Así dijo el entonces jefe militar, general Ramiro de la Fuente.
Alto mando militar sometido
El ex mandatario impuso un proceso de desinstitucionalización de las Fuerzas Armadas. Así indicó a la AFP el abogado y militar retirado Omar Durán. «Morales agarró a las Fuerzas Armadas a su manera y a su estilo y eso motivó un llunkerío (zalamerío), por ejemplo, del general Kaliman».
Los altos mandos se sometieron políticamente, como única forma de que los uniformados puedan ascender de grado o llegar a algún puesto de jerarquía, agregó.
Pero, dice, tras la descomposición política, el mismo alto mando obligó a Kaliman a pedir a Morales su renuncia.
«Fue obligado a pedir renuncia», asegura Durán. Fue algo que se deslizó en medios locales, aunque no hubo confirmación oficial.
«Lo que se necesita ahora es discutir qué pasó con las Fuerzas Armadas, cicatrizar las heridas y discutir cómo recuperar la institucionalidad», apunta el militar retirado.
Motín policial
Cuando se rompió la cadena de mando con los militares, Morales ya soportaba desde hacía dos días un motín policial. Los funcionarios basaron sus reclamos «tras un tiempo de maltrato y menosprecio. Así explica a la AFP el ex mayor David Vargas, quien comandó otro motín en 2003 contra el entonces presidente Gonzalo Sánchez de Lozada.
Vargas afirma que los policías mantenían reclamos que no habían sido atendidos por el gobierno de Morales. Algunos de ellos eran mejoras salariales y jubilaciones similares a las que reciben los militares (pensión vitalicia con 100% del sueldo).
Tanto Durán como Vargas coinciden en que las Fuerzas Armadas y la Policía deben encuadrar sus actos en la Constitución y las leyes y hacer los esfuerzos para no caer en un manoseo político de parte de los gobernantes de turno.