La crisis política en Venezuela ha hecho soplar un aire de Guerra Fría, con dos bloques opuestos, uno liderado por Washington y el otro por Moscú, pero este enfrentamiento diplomático nada tiene que ver con el que sacudió al mundo en el siglo XX, de acuerdo con expertos.
Desde que el jefe del Parlamento venezolano Juan Guaidó se autoproclamó presidente interino de Venezuela frente a Nicolás Maduro, Estados Unidos y Rusia se oponen directamente y cada uno ha elegido a su campeón: Washington a Guaidó y Moscú a Maduro.
Los dos gigantes recibieron cada uno el apoyo de sus aliados tradicionales: Europa y Canadá con Donald Trump, y China con Vladimir Putin. Todo esto hace pensar a un surgimiento de una nueva Guerra Fría, pero los expertos desestiman esta afirmación.
“Hay un aire de Guerra Fría”, admite Thomas Posado, doctor en ciencias políticas de la Universidad París VIII, pero “es mucho menos ideológica”. “La especificidad de esta crisis venezolana es que hay intereses económicos muy actuales, vinculados al reembolso de la deuda venezolana, de la que ambos países son acreedores”.
“No es una Guerra Fría, no hay una política anticomunista estadounidense como en los viejos tiempos, porque el comunismo ya no existe”, coincide el experto británico Richard Lapper, del think thank Chatham House.
Para Isabelle Facon, de la Fundación para la Investigación Estratégica (FRS), no se puede considerar que China y Rusia “formen un bloque”. Según ella, la posición de Moscú y Pekín se explica por su férrea oposición al intervencionismo estadounidense.
“Desde mediados de los años 90, Moscú y Pekín defienden los principios de la Carta de las Naciones Unidas, la no injerencia, el respeto de la soberanía de los Estados miembro, por lo que se unen en la denuncia de lo que consideran como una propensión de Estados Unidos y los Europeos a intervenir para cambiar regímenes”, explica, destacando que lo hacen por su propio interés.
Para Lapper, la situación actual deja en evidencia la “política cada vez más agresiva de China en la región”. “Como en el resto del mundo, quieren dominar en Latinoamérica”, un territorio en el que Estados Unidos “ha perdido terreno”, subraya.
¿Doctrina Monroe?
En cuanto a los estadounidenses, la política exterior de Donald Trump, incluso con sus aliados tradicionales, descalifica cualquier idea de un bloque homogéneo.
Posado ve por su parte en esta crisis actual “una reactivación” de la doctrina Monroe, el nombre con el que se conoce la política exterior adoptada por Estados Unidos respecto a los países Latinoamericanos en el siglo XX.
Una muestra de ello, según este especialista, es la designación por parte de la administración Trump del diplomático Elliot Abrams al cargo de emisario especial encargado de “restaurar la democracia” en Venezuela. Abrams participó en la década de los 80 en las campañas anticomunistas en América Central.
Más allá del aspecto geopolítico, el componente económico también es importante, destacan los expertos.
“Las empresas rusas han hecho grandes inversiones en la región. China tiene intereses en Latinoamérica por sus recursos naturales, y han invertido mucho en Venezuela”, explica Richard Lapper. Es también el caso de Estados Unidos, quien tiene grandes intereses en Venezuela.
Para Thomas Posado, Moscú y Pekín seguirán apoyando a Maduro porque “si se instaura en Venezuela un gobierno cercano a Estados Unidos, es probable que una parte de las deudas contraídas por Maduro en los últimos tiempos sean cuestionadas y renegociadas”.