Con una blusa blanca y el estetoscopio en los oídos, la «doctora Suelen» ausculta a una muñeca negra con el pequeño cuerpo de celuloide dañado en el «hospital» improvisado en su casa en una colina de la periferia de Niteroi, cerca de Río de Janeiro.
Suelen da Silva, de 62 años, perdió en abril su trabajo de limpiadora de casas, poco después de que llegara la pandemia a Brasil. Pero gracias a su ingenio y su fuerte personalidad, esta mujer negra de baja estatura logró convertir su pasatiempo en una fuente de ingresos.
Si los profesionales de la salud son vistos como verdaderos héroes en el combate contra el covid-19, la «doctora Suelen» alimenta la ilusión de los pequeños que le confían sus «pacientes».
Durante el periodo de tratamiento, Suelen les envía fotos por Whatsapp de las muñecas acostadas en una cama miniatura blanca del hospital, rodeada de focos multicolores y con una «ficha médica» claramente visible.
«Saben que están internadas. Entonces, quieren saber cómo están, como una madre haría con su hijo. Siempre les mando noticias, día tras día», explica.
En una ocasión, una niña de cinco años, «llorando como una madre», le dijo: «‘Doctora, por favor, ¿no la va a inyectar no? No la haga sufrir'», relata Suelen.
A Pérola, la muñeca negra con las piernas completamente desarticuladas, incluso le hicieron una perfusión de suero a través de un pequeño tubo pegado con adhesivo.
Fórmula secreta del hospital
La vocación de esta «doctora» surgió durante la infancia de sus hijas, hoy de 22 y 35 años de edad.
«Las crié sola y nunca tuve dinero para comprarles muñecas. Entonces me dediqué a reparar las que encontraba en los basureros», cuenta Suelen, que durante años se dedicó a donar los juguetes que reparaba a proyectos sociales.
«Cuando perdí mi trabajo, esto se convirtió en una profesión», explica.
«Mi hija mayor Lydiane empezó a publicar fotos de mi trabajo en Facebook. Me asusté cuando vi que tenía más de 3.000 visualizaciones», relata.
Gracias a este oficio ahora llega a fin de mes, si bien sus ingresos son «muy variables».
Los costos de «hospitalización» van de cinco reales (un dólar) en caso de síntomas leves -con reparaciones sencillas- hasta 70 reales (14 dólares) para los pacientes en estado crítico.
«En una buena semana, pueden llegar unas 20 muñecas», con una hospitalización de tres a cuatro días en promedio, afirma.
A menudo las muñecas llegan desbaratadas, calvas o decapitadas después de diversos accidentes en la vida. Suelen las repara, mima, lava y a veces hasta les confecciona ropa a mano.
La «doctora» hasta inventó una fórmula secreta en su hospital, con solventes y productos de limpieza, para remover los rayones de bolígrafo, casi imposibles de sacar.
En un balde, varias muñecas toman un baño en esta fórmula para librarse de esos «tatuajes» indeseables.
Clínica en construcción
Como muchos hospitales brasileños de infraestructura precaria, la clínica de muñecas está a la merced de las inclemencias del tiempo.
Una lluvia torrencial inundó su terraza y obligó a Suelen a trasladar su enfermería junto a su cocina, en su pequeña casa con paredes de ladrillos aligerados rojos.
Pero sueña con inaugurar pronto su verdadera clínica, que está en construcción en un terreno contiguo, y que de momento es solo una placa de cemento de 15m2.
«Le pido a Dios que me ayude a conseguir bastante [trabajo] para terminar la construcción», dice esperanzada.