No; no traten de llegar hasta él en coche. Es absolutamente imposible. Por los imponentes muros verticales que conforman la muela de Lord y que se elevan hasta los 1.156 metros de altura, serpentea un escarpado, estrecho y riscoso caminito por el que, tras recorrerlo durante algo menos de media hora, se llega a la planicie que corona la muela. En el trayecto, a veces es posible cruzarse con una suerte de vagoneta que, a modo de rudimentario teleférico, sube o baja pendiendo de un cable de acero. No es posible subirse en él para ahorrarse la caminata: está concebido solo para transportar objetos.
Nos encontramos a pocos kilómetros del núcleo urbano de Sant Llorenç de Morunys (Lérida), en plena comarca del Solsonés. El coche hay que dejarlo en el pequeño aparcamiento situado a los pies de la muela, desde donde parten tanto el camino de ascenso como el teleférico. En la cumbre del peñasco se encuentra el santuario de la Virgen de Lord, probablemente el único de toda España al que solo se puede llegar caminando. El empinado camino, que en algunos tramos no tiene más de un metro de anchura, hace inviable el acceso a los vehículos.
Las vistas que posee el santuario, como se puede figurar el lector, son absolutamente extraordinarias. Desde lo alto de la muela se divisa gran parte de la comarca, el valle de Lord y el embalse de la Llosa del Cavall (la Losa del Caballo). Hay constancia de vida eremítica en este lugar desde finales del siglo X. Sin embargo, pese a lo aislado del sitio, el santuario no se ha librado de numerosas calamidades: ha sufrido incendios; fue saqueado por las tropas napoleónicas y por los milicianos durante la Guerra Civil; ha sido cárcel; posteriormente se transformó en hospital durante las guerras carlistas, al final de las cuales fue completamente arrasado… El complejo actual, por tanto, pertenece en su mayoría a finales del siglo XIX. No posee un gran valor artístico o arquitectónico, pero sí un embriagador encanto.
El tendido eléctrico no llegó hasta 1989, y serían necesarios diez años más para que se construyera la acometida de agua corriente. Hace unos años se instaló allí un sacerdote diocesano, el padre Joan Durbán. En torno a él se formó una pequeña comunidad de personas que buscan el retiro, la oración, la quietud. «Tenemos un estilo de vida monástico-diocesano, bajo la jurisdicción del obispo de la diócesis», explican en su página web. La comunidad «está formada por clérigos, religiosos y laicos, en un estilo de vida contemplativa, con sus vertientes cenobítica y eremítica, en comunidades masculina y femenina, que sigue la Regla de san Benito y las disposiciones del Concilio Vaticano II», añaden.
¿A qué se dedica la comunidad? Ellos mismos responden: «Se siente llamada a un servicio de acogida, en particular de los sacerdotes, también de los religiosos y laicos». Y es que es posible alojarse en la austera pero acogedora hospedería que dirigen. «A quien acude se le invita a insertarse en el silencio, a «desconectar» de todo lo que cotidianamente le ocupa y le distrae (móviles, internet…), para «conectar» con una visión de la realidad más profunda de uno mismo», prosiguen.
Un tenista de élite en Lord
Una de las personas que llegó hasta el santuario leridano en 2002 fue un madrileño al que acompaña una singular historia. Se trata de Javier Sartorius Milans del Bosch, «que llegó a la comunidad a los 29 años después de recorrer el mundo». Nacido en Madrid, estudió Administración de Empresas en Estados Unidos, donde destacó como tenista, llegando a jugar con la élite mundial de este deporte. «Movido por sus buenos sentimientos hacia los más necesitados y por esa necesidad interior que otorga la vocación, tomó la decisión de servir en una misión en Perú», explica la web del santuario. Desde allí se le envió a estudiar Teología en el seminario de Toledo, pero después de dos años «decidió buscar un lugar solitario y dedicar su vida a la oración y al sacrificio; es así como llegó hasta el santuario de Lord».
«Una vez aquí, atraía a los visitantes con su simpatía y amabilidad, y se insertó, no sin poca dificultad, en los trabajos de reconstrucción de los edificios, las labores del campo y con el ganado, trabajando como pastor de un rebaño de cabras y ovejas. No fue ajeno a su persona la dificultad de vivir en soledad, debido al contraste con su anterior vida, pero supo superarlo con ese talante de campeón tan innato en él», agrega.
«Imbuido cada vez más en la vida de oración y en la meditación de la Sagrada Escritura, encontró su vocación y lo que daba sentido a su vida, lo que le impulsó a ofrecer su vida a Dios, profesando, con votos particulares, en la vida religiosa y en el deseo de estabilizarse en la comunidad de Lord», añade.
Finalizados sus estudios de Teología, estaba decidido a recibir la ordenación sacerdotal pero, habiendo recibido las primeras órdenes, un ataque al corazón puso fin a su vida. Tenía 44 años.
«Dejó tras de sí un rastro de bondad, de autenticidad, de verdadera transformación de su ser y de una vida dedicada al Señor», reseñan sobre él.
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