El manotazo del papa Francisco a una mujer que lo halaba con fuerza durante la Noche Vieja en la plaza de San Pedro desató todo un debate este jueves sobre la seguridad del pontífice argentino durante los actos multitudinarios.
El incidente, cuyas imágenes han dado la vuelta al mundo, no solo muestran al papa Francisco muy irritado, sino que también ha puesto en duda el esquema de seguridad para protegerlo.
El pontífice logró zafarse de la mujer, de rasgos asiáticos y cuya identidad aún no se conoce. Sin embargo, corrió el riesgo de ser agredido y hasta de caer, puesto que es un anciano de 83 años de edad y tiene problemas para caminar.
Pese a que la seguridad estaba a pocos pasos y a punto de actuar, el pontífice resultó un blanco fácil. Algunos recordaron el atentado en 1981 que sufrió Juan Pablo II en plena plaza de San Pedro cuando el turco Alí Agca le disparó.
Francisco ama el contacto con la gente, saludar y besar a los feligreses que se agolpan para verlo. En estos siete años se ha tomado selfis con los fieles y hasta suele aceptar beber mate que le ofrecen sudamericanos.
«Hay que respetar el estilo personal de cada papa. Los funcionarios encargados de la seguridad saben que no depende de ellos la decisión», explicó el entonces portavoz del papa, padre Federico Lombardi.
El papa se disculpó el miércoles durante el Ángelus por haber perdido la paciencia. «Tuvo el coraje de admitir sus debilidades y mostrar el lado oscuro y, a la vez, humano del pontífice», explicó el Vaticano.
«Tantas veces perdemos la paciencia. A mí también me ocurre», admitió Francisco mientras circulaba el video del incidente en el cual aparece visiblemente enojado.
Un reto
No se trata de la primera vez que el papa argentino reacciona ante los excesos de los fieles en actos públicos.
En febrero de 2016, durante una misa en un estadio de México, se enojó con un devoto demasiado entusiasta que lo hizo tropezar con un niño en silla de ruedas.
En 2015, un grupo de monjas de clausura asaltó al papa en la catedral de Nápoles, con lo que sorprendieron a la seguridad.
La vaticanista del diario romano Il Messagero, Franca Giansoldati, afirmó que el número de guardaespaldas del papa, bajo las órdenes de la gendarmería del Vaticano, ha sido reducido por voluntad del propio pontífice.
Interrogado sobre si teme por su seguridad durante uno de sus viajes al exterior, Francisco confesó a los periodistas que no teme sufrir atentados y dio a entender que sería de alguna manera una muerte gloriosa.
«Los que se tienen que disculpar son los encargados de la seguridad del santo padre», comentó el Comandante Alpha en una entrevista con la agencia italiana Agi. Para el experto en seguridad, el incidente con la mujer se trató de un error causado por rutina o por falta de concentración.
Los agentes de seguridad del papa dependen de la gendarmería, un cuerpo militarizado, y lo integran alrededor de 150 miembros italianos. En los últimos años sus miembros se han profesionalizado creando incluso un grupo de intervención rápida.
Uno de los episodios más graves ocurridos en este siglo fue en la Navidad de 2009, cuando una mujer desequilibrada sorteó las vallas para alcanzar al papa Benedicto XVI al final de una ceremonia.
Con el papa latinoamericano, espontáneo e impulsivo, considerado alérgico a las medidas de seguridad, el reto resulta mayor. El pontífice evita usar automóviles blindados y rechaza el chaleco antibalas.