Para proteger la intimidad del Sínodo de Obispos que comenzó el miércoles y que durará hasta fin de mes, en el que por primera vez tendrán voz y voto mujeres y laicos, el papa Francisco pidió encarecidamente un “ayuno de palabra pública”, hacer una “pausa” y darle “prioridad a la escucha”. Pero ya aparecieron algunos díscolos, como el cardenal alemán Gerhard Müller, que pasó a ser el primero en salir a desafiar esta consigna de silencio.
El prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, exponente del ala conservadora de la Iglesia y desde hace meses uno de los críticos más acérrimos de este gran evento eclesial en el que se discute la identidad de la Iglesia, en efecto desobedeció el reglamento, que pide a sus 365 participantes “confidencialidad” y “reserva”. Y ayer concedió una entrevista de diez minutos al canal católico ultraconservador norteamericano EWTN que causó revuelo y molestia entre los miembros de la asamblea, pudo saber LA NACION.
Entrevistado por el periodista estadounidense Raymond Arroyo -conocido detractor del papa Francisco-, aunque Müller intentó mostrarse contenido, lanzó munición gruesa tanto en contra del Sínodo -que tendrá una segunda fase en octubre de 2024-, como en contra del Papa y de su nuevo custodio de la ortodoxia católico, el cardenal Víctor Manuel “Tucho” Fernández, flamante prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (DDF) y primer compatriota y hombre de confianza que Francisco trae a Roma.
Críticas
Müller, que participa en el sínodo por “nómina pontificia” -el Papa lo designó justamente para que pudieran expresarse todas las voces y visiones de Iglesia-, no ocultó, ante todo, que le parece un espanto que participen en la reunión -antes solamente de obispos- 54 mujeres y laicos, por primera vez con derecho a voto. “Nadie sabe qué significa darle el voto también a los laicos porque la naturaleza de esta asamblea ha cambiado”, lamentó.
En otro reflejo de su postura crítica, el cardenal alemán, de 75 años de edad, no participó del retiro de tres días en las afueras de Roma que precedió la asamblea, evento de recogimiento sin precedente al que todos estaban llamados a asistir, así como en la procesión de la misa de apertura, pudo saber LA NACION. Además, en una reunión radicalmente distinta de las anteriores no solo por la participación de las mujeres y laicos, sino por su nueva metodología de trabajo -con 35 mesas redondas-, es el único que participa vistiendo la sotana cardenalicia, aunque nadie lo exige.
Como hizo en vísperas del sínodo el cardenal estadounidense Raymond Leo Burke, líder de la oposición conservadora, que no participa de la reunión, en un evento titulado “La Babel Sinodal” en el que expresó todo el temor de que la asamblea pueda “destruir” la Iglesia con cambios de doctrina, Müller también atacó al cardenal Fernández.
Específicamente criticó declaraciones que hizo en una entrevista en la que dijo que el Papa tiene un “don vivo y activo”, que resulta en “la doctrina del santo padre”. Müller recordó que “existe la doctrina de Jesús, de los apóstoles y de la Iglesia, y los papas y los obispos son promotores de esta doctrina, pero no tienen sus doctrinas propias (…). Claro que el Papa tiene una autoridad especial en la Iglesia y para la fe católica, pero no es una persona que recibe nuevas revelaciones. Por eso esta idea formulada por el nuevo prefecto es muy nueva, una idea muy especial, nunca escuché algo parecido y fui 16 años profesor de dogmática y nunca leí nada de este carisma especial”, disparó.
Müller, arzobispo de Ratisbona y teólogo, fue llamado por el papa Benedicto XVI en 2012 para ser prefecto del hoy llamado DDF. Fue designado cardenal en 2014 por Francisco, que en 2017 decidió reemplazarlo con el jesuita español Luis Ladaria, en una remoción para él sorpresiva, que nunca digirió. En un libro entrevista con la vaticanista Franca Giansoldati, publicado a principios de año, de hecho, confesó que creía haber sido echado por Francisco “sin justificaciones”, por influencia del Tucho Fernández.
Müller también denunció una supuesta “doble actitud” del Vaticano, para él tolerante con obispos progresistas e intolerante con obispos conservadores. “Critiqué abiertamente (y dije) que es una vergüenza que cualquier buen obispo ortodoxo esté bajo agresión y que otra gente que está haciendo muchas cosas erradas, herejías, reciben una actitud de tolerancia desde Roma”, dijo.
Además, como ya hizo en el pasado, denostó la apertura al sacramento de la comunión a los divorciados vueltos a casar, en ciertos casos, dispuesta por el papa Francisco en un pie de nota de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, resultado del doble sínodo sobre la familia de 2015 y 2016.
“Es muy claro que según el Viejo y Nuevo Testamento y los Mandamientos, que cualquier comportamiento sexual afuera de un legítimo matrimonio es un pecado y nadie puede cambiarlo, es la palabra de Dios (…) [El Papa y el cardenal Fernández] dicen que son excepciones, pero en algunos casos no son excepciones y no se puede relativizar a la Palabra de Dios con la llamada ‘ética de la situación”, protestó.
Si bien en el pasado, como recordó su entrevistador, Müller dijo que el actual sínodo -que comenzó hace dos años a través de una consulta global- había “secuestrado a la Iglesia”, el cardenal alemán se cuidó de repetir esa expresión. Es más, ante una pregunta, reconoció que no le había parecido mal, al momento, su experiencia en los círculos menores, las reuniones grupales. “La experiencia en las mesas, en mi mesa, fue muy buena (…). Tengo una cierta forma de optimismo, pero, al final, hay que esperar a ver qué dirección toma el sínodo y las direcciones detrás del escenario, ese es el problema”, planteó.
En un briefing en el Vaticano, el prefecto del Dicasterio para la Comunicación, Paolo Ruffini, que también participa del sínodo, ante una pregunta sobre un posible castigo para el díscolo cardenal Müller, que desobedeció la consigna de confidencialidad, respondió con risas. “Es un tema de discernimiento personal lo del silencio -explicó-. No va a intervenir la policía y va a castigar o a dar una multa, somos hermanos y hermanas, cada uno tiene capacidad de discernimiento”.