En agosto de 2001, ante la renuncia de Hugo Banzer por cuestiones de salud, Jorge «Tuto» Quiroga –a la sazón vicepresidente– asumió el máximo cargo político de Bolivia. Completó la gestión y se fue en agosto de 2002. Pero nunca se desligó de la política y ha sido uno de los ex mandatarios latinoamericanos que más criticó a los regímenes de Nicolás Maduro en Venezuela y de Evo Morales en su país. El Comercio conversó con él.
—¿Cómo avizora la salida de esta crisis?
Habrá más problemas y más protestas, pero, en la medida en que se convoquen las nuevas elecciones en el tiempo más breve posible, el ambiente se irá calmando. El gobierno de Jeanine Áñez tiene el mandato concreto y claro de convocar comicios para redemocratizar Bolivia. Eso va a dar paz y unidad.
—¿Habrá nuevo presidente el 22 de enero de 2020, tal como estaba previsto antes de la crisis?
Mire, es muy difícil. Tienen que garantizarse elecciones limpias, pero con un sistema electoral podrido como el que teníamos, pues yo creo que cualquier experto le va a decir que logísticamente rearmar el andamiaje institucional requiere un tiempo mayor que el originalmente planteado.
—¿Qué plazo le suena razonable?
Soy ingeniero y sé hacer cronogramas, pero no caben en este momento. Hay que manejar un cronograma con cierta flexibilidad. Urge renovar primero el órgano electoral a (escala) departamental y nacional.
—Hablemos de la crisis en sí. ¿Que los militares –con la ‘sugerencia’ del ex comandante de las FF AA, Williams Kaliman– hayan definido la salida de Morales no le hace un flaco favor a la democracia?
Eso fue un absoluto montaje del señor Morales. Lo que precipitó su renuncia fue el informe de la auditoría de la OEA. Hubo entonces un diluvio de renuncias de ministros y autoridades. Llueven entonces los pedidos de renuncia a Morales, y entre ellos el de Kaliman, un hombre servil al gobierno de Evo que le sugiere hacerse a un lado para que justamente Morales pudiera argumentar luego esta narrativa del golpe. Es lo que necesitaba Evo, instrumentalizar a un hombre cercano que le rendía pleitesía para justificar su denuncia de golpe.
—La estrategia de Morales desde México parece clara. ¿Cuán peligroso lo considera desde allá?
Hubiera sido más complicado si se hubiese quedado acá, pero es un hombre cobarde. Cada vez que alguno de los que él perseguía se iba del país, él decía que quien escapa es un delincuente confeso. Es hora de aplicarle de su medicina, es un delincuente confeso que desde la comodidad de México, ahora quiere incendiar Bolivia.
—El gobierno mexicano…
No puede ser lo que está haciendo México. Que el presidente y el canciller lean la convención de asilo para darse cuenta de que un asilado no puede hacer política y dar declaraciones incendiarias. Aún más, la Embajada de México en Bolivia está siendo usada por gente supuestamente perseguida que de día sale para generar convulsión y que de noche regresa al presunto asilo. ¿Cómo es posible que (Andrés Manuel) López Obrador, que denunció fraudes en elecciones pasadas en su país, permita ahora a Morales hacer política y mucho daño desde allá?
—Da la impresión de que la derecha más dura y radical, como la de Áñez y Luis Fernando Camacho, ha desplazado a una derecha más moderada, como la de Mesa.
Áñez trabajó conmigo en la Asamblea Constituyente, ha sido diputada y senadora, es una demócrata cabal. Para ponerlo en términos peruanos, en esta transición Jeanine Áñez es la Valentín Paniagua, que en paz descanse, de Bolivia. Había gente que le propuso a ella una junta cívico-militar con el señor Kaliman y otros ante la demanda de orden, pero ya no son concebibles aventuras como esas.
—¿Y qué opina del ingreso de Áñez al palacio de gobierno blandiendo los Evangelios?
Se debe entender que en Bolivia somos un pueblo creyente. Yo soy católico y no obligo a nadie a creer como yo. Pero el gobierno de Morales era recalcitrantemente ateo. Cuando el papa Francisco vino, Evo hizo una vejación del crucifijo convirtiéndolo en una hoz y un martillo. Obligaba a todos los funcionarios a jurar con el puño izquierdo cerrado, la señal comunista, y no permitía que un católico hiciera la señal de la cruz o que un ateo bajara el puño.
—¿Y entonces pasamos de un extremo a otro?
Desde 1825, con Simón Bolívar y José Antonio de Sucre, hasta el 2005 todos los presidentes hemos tenido una Biblia en el Palacio Quemado y hemos jurado ante ella haciendo la señal de la cruz, lo cual no obligaba a personas que no tenían la misma fe a hacer lo mismo. Ahora que vuelve una Biblia a palacio parece novedoso, pero no lo es. Durante 14 años Evo y el MAS la proscribieron, y eso es lo que indignó a todos los creyentes.
—¿No tiene la impresión de que la figura de Camacho ha opacado a la de Carlos Mesa?
No voy a entrar a hacer validaciones personales. Solo le voy a decir que este ha sido un esfuerzo de toda Bolivia. Valoro los esfuerzos de Mesa en mantener la calma y serenidad, como también el empuje del señor Camacho. Todos han hecho una invalorable contribución; pretender ver quién hizo más o menos no viene al caso, el ganador ha sido el pueblo boliviano y sus ansias de respirar democracia.
—¿Teme usted que las protestas suban de tono?
En la medida en que México siga permitiendo que Morales llame a incendiar Bolivia, todo puede complicarse. En la medida en que México siga permitiendo la generación de convulsión, tendrá que hacerse responsable de lo que suceda. Por cierto, hay bastantes cubanos y venezolanos en las marchas promovidas por la gente de Evo.
—¿Y sobre el papel de los militares en este contexto?
Había cúpulas genuflexas al gobierno, pero ya se está acomodando. El señor Kaliman no está más al frente de las FF AA. La gran diferencia con Venezuela es que los militares acá no se han vuelto parte del conglomerado criminal, no están en el tráfico de cocaína ni en el contrabando de gasolina. Las FF AA también están trabajando para restablecer la democracia.
—Siempre está presente el asunto de la represión y los excesos durante las protestas. Ya hay varios muertos…
Los soldados y policías no van a salir a reprimir al pueblo. La última vez que lo hicieron fue con Sánchez de Lozada aún en el poder, en 2003. Ya aprendieron la lección. Quienes los mandaron a reprimir, Sánchez de Lozada y Sánchez Berzaín, están hoy felices en Miami y Washington, mientras que muchos militares acabaron presos. No se va a meter plomo al pueblo.