La victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses mantiene a la expectativa a Latinoamérica, región que anticipa cambios drásticos en las relaciones bilaterales, el comercio o la política migratoria. EL TIEMPO habló con Carolina Jiménez, presidenta de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), sobre lo que viene para Colombia y la región cuando el republicano asuma en enero de 2025.
—¿La sorprende el triunfo de Donald Trump?
—Si bien no es completamente sorpresiva su victoria, sí sorprende la contundencia con la que lo hizo. Es decir, no solo ganó de forma muy holgada en el sistema del Colegio Electoral sino que también ganó el voto popular siendo la primera vez que lo logra de las tres que se ha postulado al cargo.
—Y lo hace teniendo como gran punta de lanza de su campaña un discurso antimigrante…
—Donald Trump muestra una consistencia en la agenda que ha defendido desde que comenzó a ser parte de la vida política, sobre todo aspirando a la presidencia en 2016. La antimigración ha sido una de sus banderas principales y lo supimos desde ese primer discurso que dio entonces donde deshumanizaba, en especial, a la población mexicana ilegal en Estados Unidos. Desde ese momento, su agenda antimigrante ha sido parte casi identitaria de su movimiento político.
—¿Cree entonces que será una prioridad en su agenda una vez que asuma el cargo en enero?
—En esta campaña electoral, Trump ha ido un paso más adelante. No solo insiste en la creación de un muro en la frontera con México, sino que promete una deportación exprés y masiva, un proyecto que, aparte de discriminatorio, afectaría la vida de millones de personas.
—¿Por qué?
—Estados Unidos tiene, más o menos, una población de 48 millones de personas que viven en el país y que han nacido fuera del territorio. De esas, 11 millones son personas que están en situación irregular en cuanto a su estatus migratorio. Entonces, si como él dice, sacará a ese gran número afuera, simplemente hay un tema logístico que es casi imposible de lograr. No solo tendría que invertir en una infraestructura de deportación con la que el país no cuenta, sino que estamos hablando de una fuerza laboral fundamental para el país.
—¿Como cuáles?
—Pensemos en la industria de la construcción, de la agricultura o la hotelera. Todas tienen una mano de obra migrante muy significativa. El impacto económico real es diario. No estamos hablando solamente del impacto en las poblaciones migrantes sino de la vida misma de la ciudadanía. Luego, si a eso le sumamos el tema de la ruptura de lazos familiares e incluso de lazos comunitarios, que en Estados Unidos es lo que se conoce como familias con estatus mixtos donde los hijos nacen en territorio y son ciudadanos estadounidenses, pero uno de sus padres es una persona indocumentada, entonces, que deporten a la madre de un niño y lo dejen solo con el padre, o incluso solo si sus dos padres están en condición irregular, la situación puede ser verdaderamente caótica.
—Pero, Trump insiste en que los migrantes son responsables de la gran mayoría de crímenes…
—¿Qué nos dicen los datos? Que el crimen violento en Estados Unidos, según cifras del FBI del 2022, que es la última cifra que tenemos, se redujo en casi 2%. Lo que sí ha aumentado son los crímenes de odio ya sea contra población afroestadounidense, migrante, judía, musulmana o asiático-americana. En ese sentido, va a ser muy importante monitorear la narrativa de Trump en los próximos años cimentada en la construcción de enemigos internos y la demonización de grupos poblacionales que termina siempre erosionando una democracia, sobre todo una donde hay tantos y tan diversos grupos étnicos y raciales.
—A eso se suma el hecho de tener que coordinar la deportación con los países receptores…
—Eso va de la mano con la necesidad de entender cómo han cambiado los flujos migratorios que llegan a la frontera entre México y Estados Unidos. En 2022, tal vez para sorpresa de muchos, después de los mexicanos, el segundo grupo que más intenta cruzar la frontera es el de los venezolanos, cubanos y nicaragüenses. Tres países con los que Estados Unidos, o no tiene relaciones diplomáticas o tiene una comunicación tremendamente tensa, como para hablar de un programa de deportación como el que Trump quiere implementar.
—¿Qué decir de Venezuela?
—En un país como Venezuela, en donde ni siquiera existen relaciones diplomáticas, es curioso ver que la Cancillería venezolana emitió un comunicado felicitando a Donald Trump por su triunfo y diciendo que Venezuela está abierta al diálogo. Yo creo que ese es un primer intento del gobierno de Nicolás Maduro de establecer un puente con un presidente electo con quien tuvo en el pasado relaciones bastante conflictivas y cuando aún no es claro cuál será la política exterior de Trump hacia ese país. Pero lo que sí quedó claro es que durante su campaña uno de los grupos de migrantes a los que más atacó fue a los venezolanos.
—¿Cree que Donald Trump mantendrá una mano dura hacia Nicolás Maduro?
—Trump tiene afinidad con los líderes autoritarios del mundo. Así que no tendría que extrañarnos que la política de Trump hacia Venezuela se vuelva más transaccional y menos basada en ese conflicto que tuvo en su primera presidencia con Maduro y más basada en su necesidad de deportar a personas venezolanas y, probablemente, suplir sus necesidades energéticas, que en este caso también cuentan porque Venezuela está produciendo más petróleo ahora que lo que estaba generando en años anteriores.
—¿Cómo se pronostica la relación de republicano con la presidenta mexicana de izquierda Claudia Sheinbaum?
—Donald Trump tiende a simplificar todas las complejidades; para él, la izquierda es socialismo-comunismo, sin necesariamente ahondar si son países democráticos o no. Allí hay un primer desafío, sobre todo para Colombia, pero también para países como Honduras y México. Él tenía una buena relación con Andrés Manuel López Obrador y eso no hay que olvidarlo.
—¿Seguirá siendo así?
—Creo que Claudia Sheinbaum va a tener un gran desafío, primero porque es una mujer, la primera presidenta de México, y ya sabemos que Trump puede tener lenguaje y narrativa bastante misógina, pero además porque está tan obsesionado con el tema migratorio. De hecho, hace pocos días amenazó a Sheinbaum de que si no hacía suficientes esfuerzos para detener la migración iba a imponer aranceles de hasta el 25% y que si no era suficiente, impondría hasta el doble. Pero, por supuesto, eso tendría un impacto económico en Estados Unidos. Pero es parte de su estilo impredecible de gobernar y veremos qué asesores ganan la pelea cuando tengan que tomar ese tipo de decisiones.
—Y con Gustavo Petro…
—Me preocupa mucho lo que pueda ser una relación con Colombia por los temas de seguridad y por cómo ve Donald Trump la política de drogas, por ejemplo. Trump obviamente favorece la mano dura, por eso pareciera tener mucha mejor relación con el movimiento político de Nayib Bukele en El Salvador, por ejemplo. Creo que podríamos ver a un Donald Trump exigiéndole a Colombia políticas de mano dura para combatir el tráfico y la producción de droga, y allí creo que puede haber un posible choque fuerte con el gobierno del presidente Petro, y lo mismo con el gobierno de la presidenta Sheinbaum.
—¿Habrá países en la región que tengan un trato preferencial?
—Sí, creo que los países en donde los gobiernos tengan una mayor afinidad ideológica, como Argentina, con Javier Milei, y El Salvador, dirigido por Nayib Bukele, van a tener tratos diferenciados. Ahora, en otros casos probablemente tengamos un Donald Trump pragmático, y en otros también uno que necesita mantener a sus bases latinas conservadoras apoyándolo, algunas que incluso se consideran anticomunistas, antisocialistas y que ven en Trump un campeón de ese tipo de temas ideológicos.
—¿Vendrán retrocesos en materia de derechos civiles?
—Hay riesgos muy grandes de que veamos no solo retrocesos en tema de derechos reproductivos sino otros derechos ganados de la mujer o incluso en participación de la mujer en la política y otros sectores. Hay que recordar que de las tres veces que Trump ha optado por la presidencia, las dos que ganó fue contra candidatas mujeres y esto es algo que requiere un análisis más profundo en Estados Unidos como sociedad.
—Particularmente, sobre los derechos reproductivos, su fórmula vicepresidencial J. D. Vance está muy ligado a sectores religiosos…
—En cuanto al aborto, si bien en su campaña el ahora vicepresidente virtual moderó su lenguaje, recordemos que hacia junio de 2022, poco tiempo después de que la Corte Suprema eliminó la protección constitucional del derecho al aborto a nivel federal, Vance dio a entender que estaría a favor de una prohibición nacional para evitar que las personas gestantes pasaran de un estado a otro en busca de acceder a una atención de manera legal. Pero eso es una política tremendamente impopular porque, en general, hay un apoyo dentro del electorado a que las mujeres puedan decidir si abortan o no y eso lo entendieron bien moderando su postura en la materia, al menos en campaña.
—¿Qué tan viable es que el aborto se penalice a nivel nacional?
—En este aspecto, hay que recordar que los republicanos tienen amplias posibilidades de controlar el Legislativo, órgano encargado de realizar los nombramientos judiciales. Entonces, si en los próximos cuatro años se retira o fallece algún miembro de la Corte Suprema, sería este Senado con mayorías republicanas, por lo menos por los próximos dos años, quien elegiría a un nuevo juez en una Corte que de por sí ya tiene mayorías conservadoras. Entonces, ¿podría haber una posibilidad de una prohibición total a nivel nacional del aborto? No lo sabemos, pero tienen todas las ventajas de lograrlo si así lo quieren.
—Algo que sin duda agitaría masas…
—Creo que sería algo que verdaderamente movilizaría a las mujeres, independientemente de su color político. En esta elección, la mayoría de personas expresaron que están a favor del aborto, pero por razones económicas votaron por Donald Trump. Sin embargo, creo que en la práctica vemos cada vez más jueces conservadores, no solo en la Corte Suprema, sino también a nivel federal defendiendo una narrativa mucho más conservadora sobre el rol de la mujer y sobre sus derechos, algo que probablemente tenga un impacto no solo en el derecho al aborto sino también en otros derechos de la mujer.
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