El viernes fue encontrado el cuerpo del exteniente venezolano Ronald Ojeda, secuestrado en su apartamento de Independencia, en Santiago de Chile. El cadáver estaba en una maleta enterrada a 1,4 metros tapada con cemento en la comuna de Maipú. De acuerdo con los peritajes en el cuerpo, el exmilitar no presentó signos de tiros y murió por asfixia mecánica posicional perpetrada “con un elemento de tracción”, dijo Héctor Barros, fiscal a cargo de la investigación.
En rueda de prensa el 4 de marzo, Barros dijo que “por ahora hay solamente un informe preliminar, el informe final lo tiene que evacuar el Servicio Médico Legal en el curso de los días que vienen”. Sin embargo, aclaró que se están realizando las averiguaciones pertinentes para entregar una respuesta al caso y esclarecer la autoría del delito, “con las complejidades que eso significa, en un contexto de criminalidad transnacional organizada vinculada en este caso al Tren de Aragua y que ha estado cometiendo distintos delitos, como el de secuestro”.
El Equipo de Crimen Organizado y Homicidios (ECOH) de la Fiscalía está preparando la formalización del hasta el momento único detenido por el secuestro de Ojeda: un adolescente de 17 años de edad y de nacionalidad venezolana que estaba de manera irregular en el país. De acuerdo con la Brigada de Investigaciones Especiales de la PDI (Bipe), el imputado entró cerca de la medianoche al edificio del exmilitar y llegó acompañado para vigilar el apartamento.
El único imputado por el caso Ojeda quedó en internación provisoria. Sin embargo, debido al avance de la investigación, las autoridades indicaron que podían ser al menos siete personas involucradas en el delito de secuestro y homicidio. Todos vinculados al Tren de Aragua.
El poder del Tren de Aragua
Jaime Abedrapo, académico de la Universidad San Sebastián, exsubdirector de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE) y exasesor de la comandancia en jefe del ejército, señala que el Tren de Aragua tiene una influencia a escala regional en alza y ha “socavado las capacidades y ha dejado en evidencia las incapacidades de los Estados de la región para articular políticas que pudieran mitigar su acción delictiva y criminal”.
El Tren de Aragua ha “diversificado ampliamente la gama de delitos y crímenes en la región. Las tasas de homicidio tienen especial injerencia e impacto (por) este tipo de organizaciones criminales; además de trata de personas, el tráfico de armas, la venta y consumo de drogas, es decir, la red y el catálogo de negocios delictuales y crímenes que realiza se han diversificado mucho en la zona. Chile no es una excepción”.
Abedrapo explica que el país posee un nivel robusto desde el “punto de vista institucional comparado a nivel regional”. Sin embargo, detalla que una de las mayores debilidades de Chile tiene relación con sus fronteras, que son “extremadamente porosas». «No somos el único país de la región que tiene esta porosidad y eso genera un campo muy fértil para que ellos puedan desarrollar sus crímenes y negocios, asociados ya no solo con el narcotráfico, sino también la extorsión y a una serie de otros negocios que van socavando en sí mismo las bases de una república y del sistema democrático”.
Pablo Galain, investigador y docente de derecho penal y criminología de la Universidad Andrés Bello, comenta que el alcance y poder de organizaciones como el Tren de Aragua “es como si estuviésemos frente a un iceberg, del que solo podemos divisar una parte pequeña de su estructura y donde la mayor parte se encuentra oculta bajo distintos formatos. Ninguna organización con capacidad de acción transnacional sobrevive sin una estructura organizada que pueda funcionar en distintos mercados (legales e ilegales) con potencialidad de competir y controlar dichos mercados”.
División de tareas y funciones
El experto detalla que esas características sugieren la existencia de una organización con muchos integrantes con división de tareas y funciones, “pero con alguna forma de “comando central”, es decir, se necesita de un órgano que tome las decisiones principales, aquellas que marquen un objetivo o un plan general de actuación. Además, requiere no solo de “soldados” dispuestos a cumplir órdenes, sino incluso de un “ejército privado”, algunas veces compuesto por una extraña mezcla entre migrantes, personas indocumentadas, jóvenes pobres con poco nivel educativo, exfuncionarios policiales o militares, por un lado, y otros dedicados a tareas profesionales relacionadas con la logística, la cibernética, las finanzas, las inversiones o el derecho”.
Galain explica que el éxito de este tipo de organizaciones se concentra en la reinversión del dinero obtenido a través de las actividades ilícitas. Estas ganancias “tienen que ser “reintroducidas” en la economía legal, de forma que la prevención del delito con referencia a estas organizaciones tiene que concentrar importantes recursos en la persecución del lavado de dinero y en comprender quiénes son los actores (legales e ilegales) que participan de estos procesos”.
El académico detalla que el Tren de Aragua, junto con otras bandas de crimen organizado, controla las costas del Pacífico, sus salidas portuarias y aeronáuticas: “Este control es fundamental para que puedan operar transnacionalmente. Del otro lado del océano, sus alianzas con grupos criminales europeos, asiáticos y africanos, son la contracara del éxito de las operaciones ligadas a los distintos ‘tráficos’ de personas, trabajadores, órganos, armas o drogas. Regionalmente, sus alianzas incluyen a grupos mexicanos para la llegada al mercado norteamericano”.
Galain señala que uno de los factores del éxito de este tipo de organizaciones radica en la “cooperación de las fuerzas encargadas del control social formal”, y para luchar contra ello es fundamental trabajar en contra del lavado de dinero y la corrupción.