La crisis social en Chile, admite el canciller Teodoro Ribera, sin duda tendrá un impacto fuerte en la imagen del país en el extranjero. Negarlo, dice, sería un error. Pero confía en la alta capacidad de resiliencia del país: “La situación que estamos viviendo es fácilmente remontable, en la medida que exista consenso social”.
El canciller aseguró que la decisión de suspender las cumbres APEC y COP fue recibida con “solidaridad” por los socios extranjeros de Chile. “El presidente de la República asumió la agenda ciudadana como su agenda principal. Resolvió postergar las dos grandes cumbres para concentrarse en esta agenda ciudadana; no destinar 20 de los 60 días que faltan para finalizar el año a los temas internacionales. Esa es la expresión más clara de cómo cambió la agenda política en Chile”
“El mensaje que hay que darle a otros gobiernos de Latinoamérica es que el crecimiento económico es fundamental, pero hay que tener una preocupación de que cuando la población va aumentando sus niveles socioeconómicos, sus preocupaciones también van cambiando”, comenta, en esta entrevista con “El Mercurio” para el Grupo de Diarios América, GDA.
—Hasta antes de la crisis, el chileno era visto como un modelo de desarrollo que proveía de bastante estabilidad política, económica, social y había permitido avanzar fuertemente la reducción de la pobreza. ¿Qué falló?
—No cabe duda alguna que el modelo económico chileno ha permitido que Chile tenga los mejores indicadores socioeconómicos de toda Latinoamérica. En materia de crecimiento, de disminución de la pobreza calidad de vida, etcétera (…).
La disminución de crecimiento económico de los últimos años, que va mucho más allá del gobierno del presidente Piñera, generó que las expectativas de las personas no pueden ser las mismas que tuvieron con anterioridad, con un fuerte crecimiento económico. Eso, unido a un mayor endeudamiento, a dudas de perder lo conseguido, generaron demandas por lograr mayores seguridades.
Esta demanda por mayores seguridades fue, por otra parte, un elemento esencial de la campaña del presidente Piñera y el gobierno se preocupó de enviar proyectos de ley y de trabajar en iniciativas orientadas a mejorar sistema de pensiones, a mejorar la salud en caso de situaciones catastróficas.
Sin embargo la dificultad para implementar los cambios se vio también incrementada por el hecho que el gobierno no tuviera las mayorías parlamentarias. De una u otra manera, se produjo una disociación entre el sentir del pueblo y la representación también política.
Ahora, la crisis que vive el país no es una crisis institucional, porque los poderes del Estado funcional totalmente; la democracia no ha sido afectada y el resguardo de los derechos fundamentales está presente.
Lo que estamos viviendo, más bien, es una crisis social, en la que las personas tienen sus fuertes demandas; un porcentaje muy mayoritario lo expresa pacíficamente, pero tenemos un grupo minoritario, violento, anárquico, que ha sido capaz de destruir estaciones del metro, atentar contra bienes públicos y privados y generar una situación que dificulta también ejercicio de la vida cotidiana de la población. Eso va a conllevar no solamente un menor crecimiento económico, sino que también se genera una mala imagen internacional”.
—Usted lo mencionó: esto es resultado de cosas que han venido pasando en todos los últimos gobiernos y desde el retorno a la democracia chile, ha tenido gobiernos de centroizquierda y de centroderecha, ¿hay un fracaso de la clase política o quizás, ya no está vigente el sistema derecha-izquierda?
—Estamos ante una crisis social, como señalé, no una crisis institucional. Y esta crisis social es multifactorial. Pensar que hay un factor que es el desencadenante de la crisis, no es así. Nadie nadie puede pretender que el 0,04 centavos de dólar que en su momento fue el aumento de la tarifa del metro desencadenara esta crisis, no es así. Es una acumulación de circunstancias que abarcan a diversos gobiernos, de diversos signo político.
El mensaje que hay que darle a otro gobierno de Latinoamérica es que el crecimiento económico es fundamental, pero hay que tener una preocupación de que cuando la población va aumentando sus niveles socioeconómicos, sus preocupaciones también van cambiando (…).
Las fuerzas políticas no fueron capaces de asumir el sacrificio que significa plantear reformas para asumir los problemas de la modernidad”.
—Incluso si no es un problema instituciones, ¿se ha visto afectada la confianza en esas instituciones democráticas?
—Hoy los partidos políticos y los actores políticos tienen bajos niveles de aprobación. Porque hay un disenso entre el rol que juegan los líderes políticos, los partidos y lo que demanda la ciudadanía.
Los partidos en una sociedad democrática son los grandes generadores de cauces de opinión. (…) Los partidos no fueron capaces de asumir esta nueva realidad y estas demandas individuales que hoy día se están cristalizando con grandes manifestaciones en búsqueda de la satisfacción de las mismas.
Yo, sin embargo, no conozco a ninguna persona en Chile, ni partido político, ni en las calles que abogue por un sistema como el venezolano. Lo que se aboga por la solución de los problemas concretos. Por tanto, la discusión en Chile, no es derecha o izquierda, es cómo conciliar crecimiento con mayor seguridad e igualdad social, pero no abandonar el crecimiento.
—Hay un abanico tan grande de demandas como las mismas manifestaciones, pero desde el mismo gobierno se ha dicho que hay limitaciones de recursos, ¿Cuáles son las medidas cruciales que van a permitir abrirse camino a la solución de esta crisis?
—El gobierno está haciendo grandes esfuerzos con el fin de generar un diálogo social que trascienda los partidos políticos. Segundo, recoger las grandes inquietudes y solucionarlas a la brevedad posible. Me refiero al aumento del sueldo mínimo, el sistema de previsión.
Finalmente, el gobierno está dispuesto también a discutir modificaciones en aspectos sensibles como lograr mayores consensos para la reforma tributaria; nuevamente en material previsional, e incluso en buscar una discusión en materia constitucional.
Ahora, los procesos sociales requieren también etapas de maduración para lograr determinar cuáles son los factores que son los incidentes en el conflicto. (…) Una causalidad, por ejemplo, es que el ciudadano se siente en una posición menoscabada frente a los grandes conglomerados económicos y, por tanto, tiene una percepción, muchas veces muy fundada, de abuso de posición dominante.
Todas estas variables son las que tenemos que ser capaces, como chilenos, en el diálogo, de buscar una solución.
—No estaba en los planes del gobierno modificar la Constitución ni hacer una nueva. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar ahora después de esta crisis?
—La Constitución es una piedra angular, que establece los derechos fundamentales las personas y su resguardo frente al Estado. La Constitución, sin embargo, no es la solución de todos los males. En la Constitución no hay ninguna norma que se refiera a cómo mejorar las pensiones ni cómo disminuir el valor de los medicamentos. Pero la Constitución, especialmente en nuestra realidad latinoamericana, es objeto de un fetiche.
Si uno mira Latinoamérica se caracteriza por una existencia muy alta de constituciones, todos los países la tienen. Es la creencia que la Constitución simboliza los males y la solución de los males.
En el caso chileno tenemos una Constitución que fue hecha durante el gobierno militar, fue modificada fuertemente en 1989 y luego ha tenido muchas modificaciones, la más principal el año 2005. Tanto ha sido modificada que quien firma la Constitución del 2005 es el ex presidente Ricardo Lagos.
Lo que tenemos que hacer es primero escuchar a la gente hacer cabildos ciudadanos y generar debates populares, escuchar a la gente.
Segundo tenemos también que ser capaces de producir el encauce de las opiniones ciudadanas en el proceso constitucional actual y finalmente creo que debería considerarse algunas formas plebiscitaria.
—Para definir el mecanismo o la decisión…
Ese es un tema de discusión, pero creo que va a tener que haber necesariamente una forma plebiscitaria. Es un tema que si hay madurez política, le va a dar una fuerte estabilidad Chile para los próximos 20 a 30 años.
—¿Con madurez cívica se refiere a la capacidad de los actores políticos a conversar?
—De llegar acuerdos. Los actores políticos tienen que ser parte de la solución no del problema, tienen que ser capaces de visualizar de que lo que está en debate en la república más allá de su cargo individuales.
—¿Usted ha visto indicios de que eso puede ocurrir?
—Creo que los partidos tiene que tener procesos de maduración, pero creo que la gente está saliendo de las trincheras y se está dando cuenta que todos son parte del problema y todos tenemos que ser parte de la solución.
—El Presidente dijo que él quiere llegar hasta el final de su gobierno…
—Eso no está en duda.
—¿Ha estado alguna vez la opción sobre la mesa la renuncia presidencial?
Jamás. En un sistema presidencial, el presidente de la República es quien da estabilidad la república. El presidente podrá hacer cambios de los ministros, pero lo otro es ajeno a la tradición política chilena.
—Hay denuncias de violación a los Derechos Humanos presuntamente por parte de miembros de las Fuerzas Armadas y de Carabineros que preocupan tanto dentro del país como el exterior. ¿Cómo está enfrentando estos cuestionamientos el gobierno?
—El gobierno se vio enfrentado a una situación extremadamente compleja (…) Y ante la imposibilidad de hacer frente a esta situación especial con las fuerzas policiales, se vio obligado a decretar el estado de emergencia, que por lo demás es una situación constitucional y que permite limitar solamente dos derechos: la libertad de circulación y la libertad de reunión.
El presidente de la República, personalmente, antes de decretar estado de emergencia instruyó a que los jueces de garantías fiscales tuvieran una alta presencia y acceso a lugares de atención que los defensores penales públicos pudieran asistir a las personas, que hubiera un instructivo sobre uso de la fuerza por parte de Carabineros, que las Fuerzas Armadas principalmente se concentraran en lugares estratégicos y no en la vía pública y tuvieran un uso de la fuerza lo más racional y imprescindible posible. Y con posterioridad se contactó con la alta comisionada de derechos humanos Michelle Bachelet para que se decidiera enviar una comisión a Chile.
Estas medidas que el presidente adoptó antes de decretar el estado de emergencia expresan la preocupación de él por los Derechos Humanos (…).
Creemos que primero, (tenemos que) colaborar plenamente con la alta comisionada derechos humanos, con el Instituto Nacional de los Derechos Humanos que también fue convocado por el presidente para que actuara fuertemente y quienes transgredan las normas obviamente serán sancionados”.
—¿Ha tenido contacto con los socios principales del país respecto a este tema?
—El miércoles siguiente al viernes 18 se citó en la mañana a todos los embajadores de la Unión Europea para ponerlos en conocimiento de la medida que están adoptando para responder inquietudes y para ser absolutamente transparentes. Luego a las 12 del día se hizo lo mismo con los países del Asia Pacífico.
Hemos recibido también llamados de solidaridad de cancilleres latinoamericanos, que agradecemos.
Y nuestra preocupación está, primero, en garantizar la seguridad de las personas; segundo, impulsar modificaciones en materia de demandas sociales para cumplirlas y tercero, abrirnos a un diálogo político para las reformas legales. Son esas tres etapas que nosotros consideramos necesarias.
—¿Cuál es la expectativa del trabajo de la comisión enviada por la alta comisionada de la ONU para los DD HH?
—El hecho de invitar a que nos visiten es primero una señal de transparencia, de disposición en favor de los derechos humanos. Esperamos que la comisión haga un informe lo más objetivo posible, reconozcan nuestros esfuerzos en la materia y si hay algunos puntos que observar, con gusto los consideraremos en nuestras políticas internas.
—Hay cancilleres como el argentino, el ministro Jorge Faurie, el secretario general de la OEA, Luis Almagro, que han hablado o de una brisa bolivariana en las protestas chilenas o de una injerencia o participación del foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla, sugiriendo una suerte de conspiración y como fuentes de agitación en la protesta. ¿El gobierno tiene indicios de algo así?
—Los servicios de inteligencia han estado investigando la materia. También ha habido informaciones externas provenientes de otros estados, sobre interferencia en las redes sociales.
Es una materia que se investiga, pero nuestro objetivo principal es hacemos cargo de las demandas sociales internas y no traspasar este descontento a una intervención extranjera.
Estamos investigando si hay una intervención extranjera, pero creo que lo urgente no es justificar ello por la intervención extranjera sino que primero abocarnos profundamente a entender el por qué sucedió lo que sucedió en un país con el nivel de desarrollo que tiene Chile.
—Estados Unidos dijo que tiene indicios de que hay injerencia rusa a través de redes sociales en Chile. ¿Han pedido colaboración a EE UU en ese aspecto?
—Es una materia de seguridad. Lo llevan ellos.
—Lo otro es que se ha comentado es un rumor sobre una eventual presencia de agentes venezolanos en las protestas en Chile, incluso con algunos de ellos arrestados. ¿El gobierno tiene información al respecto?
—Lo que le puedo señalar es que del porcentaje de las personas arrestadas o detenidas, alrededor de 6% son extranjeros y alrededor de 1,2% a 2% son venezolanos. Esto es un porcentaje muy menor en lo que se refiere a la representación de estos en la población nacional.
No se olvide usted que los extranjeros en Chile son cerca de 10% y los venezolanos de 5% de la población. Por tanto, si la detenciones se reducen 1,2% tendrían una representación muy significativa. Pero eso es una información que la manejan los servicios de inteligencia.
—Vamos a una de las decisiones más complicadas en las que usted tuvo un rol: suspender las cumbres de APEC y de la COP25. ¿Cuánto cree usted que va a repercutir en la imagen de Chile, por ejemplo como una señal para los inversionistas extranjeros?
—Chile sigue siendo probablemente uno de los países más atractivos para inversiones y un país con un alto nivel de calidad de vida.
Dado que Chile tiene una gran fortaleza económica y si dejamos de capacidades individuales, esta situación que estamos viviendo hoy día es fácilmente remontable, en la medida que exista consenso social. Chile tiene una capacidad de resiliencia muy alta producto de los terremotos.
La conflictividad social que estamos viendo, en la medida que logremos encauzarla adecuadamente y superarla, Chile, seguirá siendo un país de alto desempeño y alto interés.
La suspensión de APEC es la siguiente: lo que suspendimos fue la reunión de líderes, cumbres y SOM que se producía al final de un proceso de un año. Pero la entrega de los materiales y de los avances se sigue adelante, lo que suspendimos fue la parte más visible y política. Pero la APEC durante un año la gestionamos la llevamos a cabo y entregaremos los avances, que son notables, a Malasia.
En lo que respecta a la COP, lo que se suspendió fue que Chile fuera el país anfitrión de una asamblea de Naciones Unidas, pero Chile sigues siendo y teniendo la presidencia de la COP por tanto y en eso se demuestra que nuestra presencia internacional sigue siendo reconocida, porque en definitiva se confía en que Chile dirija la COP a través del ejercicio de la presidencia.
Pensar que una crisis social como esta no afecta la imagen internacional es un error. Lo que tenemos que hacer es recuperar el diálogo social y repensar el futuro de este país para los próximos 20 o 30 años.
—¿Cuál fue la reacción de los socios más cercanos por esta decisión?
—Solidaridad, comprensión, apoyo.
—En la región hay cambios en los gobiernos. ¿Qué futuro le ven a proyectos como Prosur que impulsaron tan fuertemente con el gobierno de Mauricio Macri o por ejemplo del Grupo de Lima que también se está viendo afectado?
—Con Argentina nos une no solamente una larga frontera, sino que una larga historia común. Y con Argentina se ha estado trabajando ya en una alianza que vaya más allá de los gobiernos. Esta alianza estratégica significa generar un corredor bioceánico, acceso a los puertos, explotación de minerales en zona fronterizas, vías de comunicación, etc. Dado que esos temas son estratégicos para ambos países nosotros auguramos que con prescindencia de quién gobierna en Chile o Argentina, los temas son de intereses recíprocos y tienen que seguir siendo impulsados. Eso es lo que es explicable bajo un prisma de racionalidad.
Ahora que pueden haber énfasis distintos producto las políticas internas eso es natural, pero vuelvo a señalar 80% de nuestra relación con Argentina se refiere a temas estratégicos de largo alcance y no coyunturas políticas”.
—Hace unos días el Presidente electo Fernández, comentó que “el único milagro” chileno era que la gente no hubiera salido antes a las calles…
—A medida que él vaya asumiendo la figura de Presidente de la República, en su discursos, me imagino que irá adoptando más una visión de Jefe de Estado.
En lo que se refiere a Prosur es un foro de encuentro y no es una organización internacional. Este foro de encuentro tiene un supuesto básico: que en definitiva se reúnen los gobiernos democráticos para agendas concretas de interés recíproco. Por tanto, mientras Prosur sea un foro de encuentro y logre solucionar los problemas de los países o maximizar sus logros va a ser un instrumento eficaz. No es la situación que existió con otros organismos internacionales creados en Latinoamérica donde el énfasis se puso en los edificios y en las estructuras”.
—Está hablando de Unasur…
—No solamente de Unasur, sino que otros más que posiblemente podrían ser considerado y reformulados bajos una mirada más moderna.
—¿Cómo cuáles?
—Hay muchos. Así como somos profusos en constituciones, somos también profusos en organismos”.
—¿Usted enmarcaría las protestas chilena en otras similares, otros movimientos sociales similares ocurridos en otras partes del mundo?
—Lo que sucede en Chile ha sucedido también en otros países que tienen niveles de desarrollo más crecientes, una juventud que ha vivido muchos años con crecimiento económico y que son capaces de generar a través de las relaciones y mundos propios.
Las redes permiten que uno no solamente esté relacionado con el mundo global y con el mundo nacional, sino que también permiten la generación de grupos donde se reúnen y se comentan personas con visiones comunes. Me parece mucho que si uno mirara la Primavera Árabe, el tema del Líbano y otros, es probable encontrar algunas características comunes, pero sin lugar a duda todas ellas tienen sustentos diversos.
Pero los medios que se utilizan para relacionarse están fuertemente influenciado por las nueva tecnologías.
—Hay otra cosa que tienen en común y es que ninguna tiene un líder visible y creo que acá se da lo mismo. ¿Ha sido una dificultad para el gobierno?
—No solo no tienen líderes visibles. Sino que la convocatoria no se realiza por los medios tradicionales, no hay un aviso de prensa que diga nos reunimos tal día a tal hora, ni por la prensa escrita ni por los nuevos medios. Es esta nueva forma de relacionarse que demuestra la dificultad que tienen los políticos de vincularse con estos grupos sociales y de lograr captar cuáles son efectivamente los temas sensibles que les aquejan.