Villavicencio
Foto archivo

El asesinato del candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio evidenció el alcance del entramado criminal que asfixia al país andino.

Detrás del asesinato del candidato se mezclan sicarios colombianos, carteles de drogas de Jalisco y Sinaloa Nueva Generación. También influyeron los fallos en la seguridad. Así lo reseñó un trabajo especial de El País.

La policía determinó este viernes que cuatro de los seis detenidos por el asesinato estuvieron en la escena del crimen de Villavicencio. Otro murió minutos después de la emboscada en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad.

Al menos dos de esos sicarios fueron los que el miércoles dispararon seis balas contra el cristal de la camioneta de doble cabina en la que acababa de subir el candidato.

El vehículo, cedido por el Estado, no estaba blindado. Esto a pesar de que las mismas autoridades habían comunicado al aspirante que tenía un 97% de probabilidades de sufrir un atentado.

Según el informe forense, Villavicencio falleció por el impacto de una bala en la cabeza.

Detalles escabrosos

Tras la detención de los ciudadanos colombianos acusados del ataque, fuentes de la investigación explicaron a EL PAÍS que dos de ellos habían seguido ese día a Villavicencio.

El candidato, tras un acto público en Guayaquil, viajó a Quito para seguir con las actividades de campaña.

Los sospechosos fueron grabados por las cámaras de seguridad de algunos locales comerciales ubicados cerca de la escena del crimen en Quito. Sin embargo no fueron detectados por los escoltas del político.

Se conoció que el sicario que murió poco después del atentado estuvo merodeando en los alrededores. Vestía con la camiseta del partido político de Villavicencio, Movimiento Construye, mientras esperaba a que el candidato saliera del evento en el colegio Anderson.

Los criminales se alejaron del lugar a bordo de unas motos y las abandonaron a pocas manzanas de ahí. Luego huyeron en un vehículo en el que los esperaban otros dos sicarios.

Villavicencio había denunciado las amenazas de un criminal conocido como «Fito», cabecilla de la banda de narcotraficantes de Los Choneros. Este grupo tiene presencia activa en la costa y está al servicio del cartel mexicano de Sinaloa.

Otra de las pistas que sigue la policía está relacionada con una investigación previa de la brigada antinarcóticos sobre el principal microtraficante en Quito.

Se trata de Fabricio Colón Pico, quien tiene cerca de 30 procesos judiciales en su contra por distintos delitos relacionados con narcotráfico. También por robo, extorsión, delincuencia organizada y tenencia de armas. El narco todavía se encuentra en libertad.

El criminal, considerado como uno de los más sanguinarios, tiene 44 años y una carrera delictiva desde la década de los noventa.

Maneja todo el tráfico de droga de Quito y sus alrededores. Para ello, ha montado una estructura en la que recluta a criminales que se dedican a todo tipo de delitos, como robo, extorsión, tráfico a pequeña escala y al sicariato.

Conexiones criminales

Este delincuente también opera como brazo armado del grupo delictivo Los Lobos, la segunda banda criminal más grande de Ecuador.

Según las investigaciones, Los Lobos tienen vínculos con el cartel mexicano Jalisco Nueva Generación. Su centro de operaciones está en la cárcel de Cotopaxi, ubicada a una hora de la capital ecuatoriana.

Las investigaciones todavía deben determinar si alguien contrató a Colón Pico para asesinar a Fernando Villavicencio.

La Fiscalía, mientras tanto, formalizó los cargos contra los seis detenidos, y el juez confirmó su decisión de enviarlos a prisión provisional. “El protocolo de autopsia indica que la víctima recibió disparos de larga distancia. El informe balístico determinó que las vainas calibre 2-23 coinciden con uno de los fusiles encontrados en los allanamientos de los domicilios de los sospechosos”, indicó el ministerio público.

La detención de los sicarios colombianos y la presencia en Ecuador de organizaciones mexicanas complican, en cualquier caso, la investigación y muestran la complejidad del entramado criminal de la región.

No hay país en el mundo que maneje una proporción tan elevada de toneladas de cocaína por habitante como Ecuador. El territorio se convirtió en una «bisagra» entre los dos grandes productores de hoja de coca de Sudamérica y el mundo, Colombia y Perú.

En los últimos 15 años se convirtió en una plataforma logística para las grandes organizaciones transnacionales del crimen. .

Ante este desafío, las autoridades ecuatorianas han solicitado la colaboración del FBI para avanzar en la investigación del asesinato de Villavicencio.


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