“Todos los días me pregunto qué puedo hacer para que mi hija vuelva a casa”, responde Shlomi Berger por teléfono y con la voz rota a EFE, a punto de cumplirse medio año de guerra en la Franja de Gaza, donde su hija Agam Berger, de 19 años de edad, sigue secuestrada por Hamás.
Sobre si está viva o no, este padre prefiere aferrarse a la última información que le brindó una de las rehenes liberadas en noviembre, cuando Israel y Hamás -con la mediación de Qatar, Egipto y Estados Unidos- sellaron el único pacto de tregua, alcanzado hasta ahora, que permitió la liberación de 105 rehenes por 240 presos palestinos.
«Una de las chicas liberadas me llamó y me contó que mi hija había estado con ella en los túneles y que pese a la dureza de las condiciones estaba bien. Ese nos dio un pequeño alivio», agrega.
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Pese a todo, convivir con el dolor se les está haciendo cuesta arriba tras tantos meses sin saber de su hija, quien fue secuestrada en una de las bases militares cercanas a la Franja donde cumplía el servicio militar el 7 de octubre, cuando Hamás mató a unas 1.200 personas y se llevó cautivas a más e 250.
«Mi mujer ha dejado de trabajar, yo intento ir para al menos mantenerme algo ocupado», comenta Berger.
Desde la última tregua, la información sobre el estado de salud y el paradero de los cautivos ha sido escasa y contradictoria.
Israel sostiene que quedarían 130 rehenes de los cuales 30 estarían muertos y Hamás, por su parte, eleva la cifra de rehenes muertos a 70 «por los bombardeos israelíes».
La sombra de los abusos sexuales
Este padre no deja de pensar en una cosa: si su hija ha sido abusada sexualmente por los milicianos a raíz de la publicación de nuevos testimonios en la prensa de mujeres exrehenes en Gaza.
“Lo pienso poco para no asustarme, pero es una mujer y sabemos lo que puede pasar”, cuenta.
Un informe de la ONU publicado el pasado 5 de marzo, a cargo de Pramila Patten, señalaba que hay “una base razonable” para creer que hubo violencia sexual en el ataque del 7 de octubre así como “información clara y convincente” de que algunas rehenes fueron violadas.
Esta preocupación también la comparte Shay Dickman, una israelí de 28 años, estudiante de medicina y prima de otra de las 19 rehenes mujeres que quedan cautivas: Carmel Gat, secuestrada en el kibutz Beeri, donde Hamás también mató a su madre.
«No dejo de pensar en mi prima todas en las noches, me pregunto cómo estará, si habrá perdido la esperanza, si la estarán torturando», cuenta a EFE.
El pacto que no llega
Los desencuentros entre Israel y Hamás se han agudizado en estos últimos meses porque el primer ministro, Benjamín Netanyahu, considera que las demandas de la milicia islamista son «delirantes, extremas e inaceptables».
La organización islamista pide la retirada completa de las tropas israelíes de Gaza, un alto el fuego integral, que los desplazados del norte puedan regresar y la liberación de presos palestinos de alta seguridad, muchos de los cuales están cumpliendo cadena perpetua.
Lo cierto es que las negociaciones llevan meses sin dar frutos, aunque el martes el jefe del Mosad, David Barnea, regresó de El Cairo tras haber entregado a Hamás una nueva propuesta, a espera de respuesta.
Para estos dos israelíes esta situación enquistada no es solo responsabilidad del primer ministro: «yo solo sé que mi hija no está aquí, así que no eso solo cuestión de Netanyahu porque estamos viendo que con Hamás es muy difícil llegar a un acuerdo», critica este padre israelí.
«No quiero guerra ni más muertes en ningún de los dos lados, pero si se pide un alto el fuego, también se tiene que pedir la liberación inmediata de todos los rehenes», señala Dickman.
Pero muchos israelíes no lo ven así y responsabilizan directamente a Netanyahu de la falta de acuerdo para liberar a los rehenes, un clamor que ha cobrado fuerza en las calles, donde las familias de los rehenes se han unido al heterogéneo movimiento de protestas prodemocrático para exigir no solo ese pacto, sino también elecciones anticipadas.
El pasado domingo, más de 100.000 israelíes protestaron frente a la Knéset con estos reclamos e incluso acamparon allí durante cuatro días.
«Netanyahu está improvisando todas las decisiones, no sabe qué hacer. Somos un país fuerte, pero tenemos al gobierno más desastroso en la historia de nuestro país», lamentó Sally Anne en esa manifestación, la más multitudinaria desde el inicio de la guerra.
De momento, el escenario político pinta mal para los familiares de los rehenes ante un Netanyahu decidido a proseguir con la ofensiva en la Franja, con una incursión terrestre en Rafah, donde viven 1,4 millones de gazatíes, para «acabar con los cuatro batallones de Hamás», a pesar de que Israel lo considera una «línea roja».
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