Con un movimiento urbano similar al de un fin de semana, Sao Paulo vive este martes el primer día de una cuarentena menos rigurosa que la de otros países, con la que se propone contener la pandemia del nuevo coronavirus en el estado más poblado de Brasil.
En la avenida Paulista, eje de la ciudad de Sao Paulo, capital del estado del mismo nombre, muchas personas hacían su footing o andaban en bicicleta, algunos con tapabocas, en una mañana de cielo descubierto y una agradable temperatura de 22 grados.
«Me parece que hay mucha gente exagerando; es una medida que perjudica a todo el mundo. Los restaurantes deberían seguir abiertos, bastaría con apartar las mesas y poner alcohol para las manos», dice Ana Dias, de 71 años de edad, que salió para hacer una caminata.
El gobernador del estado, Joao Doria, decretó una cuarentena de 15 días, hasta el 7 de abril, con el cierre de todos los servicios no esenciales para contener la pandemia.
Los desafíos en Sao Paulo, una metrópolis de 12,2 millones de habitantes con considerables diferencias sociales, es enorme.
Miriam, una mujer de 25 años que vive en una carpa en la Paulista junto con su marido y su perro, se tranquiliza constatando que no tiene gripe.
«Claro que estoy preocupada. Llenamos un cubo de agua para lavarnos las manos«, explica la joven, que descarta acogerse a un refugio porque están llenos de coronavirus.
La cuarentena decretada por Doria excluye la industria de este estado de 45,9 millones de habitantes, que asegura casi un tercio del PIB de Brasil.
El fin de semana, Doria alegó que eso se debe a que la industria no tiene contacto directo con el público. Y el lunes explicó: «Si paran las fábricas, tendremos un colapso, y no solo en Sao Paulo«.
Río de Janeiro también impuso medidas restrictivas al comercio y los transportes. En Brasil, una república federativa, los estados tienen amplia autonomía en materia de salud y seguridad.
En otros países, como Argentina, Francia o España, la cuarentena ha sido estricta, con confinamiento de los habitantes.