El anuncio del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, de que seguirá al frente del Ejecutivo no acabó con el misterio sobre los motivos que le llevaron a mantener durante cinco días la incertidumbre sobre una posible dimisión por el acoso que dice sufrir de la oposición.
A excepción de los responsables de su Partido Socialista, la resolución de lo que algunos rivales calificaron de «comedia» o «teatro» no convenció a nadie en el mundo político y tampoco parece haber cerrado la crisis abierta.
Sánchez abogó en su discurso por la «regeneración» de la democracia española, en peligro, según él, por las campañas de desinformación e intoxicación de las que acusa a la derecha y la extrema derecha.
En su alocución, sin embargo, no anunció ninguna medida, más allá de comprometerse a trabajar para que España se convierta en una «inspiración» en la defensa de la democracia contra un «movimiento reaccionario mundial», que recurre a «la difamación y la falsedad, el odio y la apelación a miedos y amenazas» para conseguir sus fines.
En el entorno de Sánchez, donde no escondían su alivio, precisaron a la AFP que «la regeneración democrática» es «la gran causa de esta legislatura».
«Cada día un bulo, cada día una mentira, cada día un insulto. Hay que poner fin a esto», resaltaron.
El socialista sorprendió a todo el mundo el miércoles cuando publicó en la red social X una carta a la ciudadanía en la que aseguraba que necesitaba «parar y reflexionar» sobre si debía «continuar al frente del gobierno o renunciar a este alto honor».
Este anuncio sin precedentes llegó poco después de conocerse la investigación preliminar abierta a su esposa, Begoña Gómez, por sospechas de tráfico de influencias y corrupción tras una denuncia presentada por un colectivo cercano a la extrema derecha que se basó en artículos de prensa cuya veracidad está por demostrar.
Críticas a Sánchez
La decisión de Sánchez de desaparecer durante cinco días para reflexionar en familia sobre su futuro, ¿fue la reacción sincera de un hombre enamorado y harto tras años de ataques personales, como defendía su entorno? O, por el contrario, ¿se trató de la última maniobra de un astuto político amante de los golpes de efecto, como asegura la derecha y la extrema derecha? El debate no está zanjado.
La politóloga Cristina Monge indicó a la AFP que parece que Sánchez tuvo «un momento de debilidad emocional y personal».
Pero si se trató de un movimiento táctico, no parece haber tenido mucho éxito, pues tras su discurso este lunes, las críticas llegaron de casi todos los frentes.
Las más feroces fueron las del líder de la oposición de derecha, Alberto Núñez Feijóo, que le acusó de haberle «tomado el pelo a una nación de 48 millones de españoles», con el único objetivo de «cohesionar a los suyos a costa de dividir a España en dos». El jefe de la extrema derecha, Santiago Abascal, llegó a calificarle de «autócrata enrabietado y desatado».
Las dudas sobre su sinceridad llegaron también de los partidos que componen la heterogénea coalición que le apoya en el Parlamento.
Necesidad de medidas concretas
A menos de dos semanas de las importantes elecciones regionales en Cataluña, en las que los socialistas aparecen como favoritos por los sondeos, el presidente de la Generalitat (el gobierno regional catalán), Pere Aragonès -cuyo partido independentista apoya a Sánchez en Madrid- criticó «el último acto de una comedia que ha durado cinco días».
La otra gran formación independentista catalana, la de Carles Puigdemont, vio igualmente en esta amenaza de dimisión una «maniobra» con «carácter electoralista».
Y también hubo reproches en el propio gobierno central. En una alusión a Sánchez, la ministra de Trabajo y jefa de filas de Sumar, el partido de izquierda radical aliado de los socialistas, Yolanda Díaz, número tres del ejecutivo, pidió «quitarle un poco de melodrama a la política».
Díaz pidió además que este «punto y aparte» que según Sánchez supone su decisión «tiene que llenarse de contenido, de iniciativa política y de medidas nuevas».
«Tengo la sensación que no ha terminado», valoró la politóloga Cristina Monge, que cree que el sorprendente movimiento del socialista podría tener una segunda parte que se tradujera en medidas concretas.
«Porque si la cosa termina así, si no hay más, la gente no va a entender lo que ha pasado y lo que está en juego», agregó.