Desde su descubrimiento en la década de los setenta, uno de los mayores misterios sobre los Guerreros de terracota de Xian, en China, fue el sorprendente estado de preservación de las armas que las estatuas llevaban consigo, después de haber pasado más de 2.200 años enterradas. Ahora, un nuevo estudio asume haber dado con una posible respuesta.
El ejército fue mandado a construir por el primer emperador chino de la dinastía Quin, Qin Shihuang, con la intención de que fuera su compañía en el más allá una vez que muriera. En total hay 8.000 figuras, cada una con rasgos particulares y además con sus propias armas. El mausoleo fue descubierto casualmente en 1974 cuando se realizaban unas obras para abastecimiento de agua.
Pero sin duda, una de las cosas que más llamó la atención de los arqueólogos fue el gran estado de conservación de las armas encontradas, que a pesar del tiempo tenían su aspecto original. Ante esta interrogante, una de las hipótesis más aceptadas hasta ahora postulaba la invención de una sustancia especial por parte de los artesanos chinos, que habría servido para proteger el bronce de las armas. Lo curioso de esto es que una técnica así no fue patentada sino hasta el siglo XX.
Sin embargo, un nuevo estudio publicado en la revista Scientific Reports, que fue realizado por investigadores del University College of London junto con el Museo del Ejército de Terracota, afirma que el verdadero causante de este prodigio es otro.
El poder de la naturaleza
Cuando esta joya arqueológica fue descubierta, se encontró que las estatuas de arcilla poseían un revestimiento cromado, por lo que se supuso que se trataba de una fórmula para conservar el metal.
Pero resulta que, luego de investigar el armamento, se halló que de las 500 unidades estudiadas solo 37% presentaba cromo, y la mayor parte de este elemento estaba presente principalmente en partes de arma directamente asociadas a elementos orgánicos ahora en descomposición, como ejes de lanza y las empuñaduras de las espadas, que eran de madera y bambú.
Por eso, los autores de este nuevo estudio apuntan a que la presencia de cromo puede deberse a que se usó una mezcla de laca para revestir y conservar a los soldados, aunque no fue aplicada en los instrumentos metálicos.
En realidad, el gran conservador del armamento habría sido, sobre todo, el suelo del lugar. ¿Qué tiene de especial este suelo?
Para estudiar las razones del excelente estado de conservación se simuló la intemperie con unas réplicas en una cámara ambiental en Xian y otra en Inglaterra. Los bronces enterrados en el suelo chino permanecieron casi puros después de cuatro meses de temperatura y humedad extremas. Muy al contrario de otras réplicas enterradas en suelo británico, que mostraron una severa corrosión.
“[El suelo] suele tener un grano muy fino y un contenido de material orgánico muy bajo, lo que hace que no se formen ácidos orgánicos, los elementos que más corroen los metales de los yacimientos arqueológicos”, dice Martín Torres, quien participó en la investigación, en diálogo con el diario El País de España.
Así pues, con un pH relativamente alto y un grano que dificulta la filtración de agua y aire, los procesos de oxidación se entorpecen.
No obstante, este no es el único factor. Los materiales con los que fueron forjadas las armas también ayudaron a su conservación. «La elevada presencia de estaño en el bronce, la técnica de templado y la particular naturaleza del suelo explican de alguna manera su notable conservación”, comenta en una nota el investigador de la UCL y el Mausoleo del Emperador Qin Shihuang y coautor del estudio, Xiuzhen Li.
Pero a pesar de todos los datos adquiridos, los investigadores aclaran que este estudio no descarta la posibilidad de que los artesanos chinos hayan inventado alguna sustancia capaz de proteger el metal de la corrosión.