«Hay que tener esperanza. Yo estuve en Haití y sacamos a una niña siete días después. Hay que tener esperanza. Estamos haciendo todo lo posible para sacar a sus familiares vivos de allí», dijo el jefe de los rescatistas del departamento de bomberos de Miami-Dade Andy Álvarez, mientras luchaba por contener las lágrimas y liderar el equipo de 270 rescatistas que desde las primeras horas del jueves 24 de junio buscaban sobrevivientes entre en los escombros de la torre sur del complejo Champlain Towers, en el pueblo de Surfside.
«Aquí estaremos hasta que haga falta», prometió Álvarez a las decenas de personas reunidas frente al Centro comunitario del lugar. Allí inicialmente se había establecido el «centro de reunificación» del desastre provocado por el desplome del edificio de 12 pisos.
Las labores de rescate
El jueves, el trabajo era desgarrador, pero posible. Los rescatistas se dividieron en turnos de cuatro horas y en dos áreas importantes: la montaña en la que habían quedado los 55 apartamentos destruidos y la parte aun en pie del estacionamiento, que está a nivel del mar. Los que estaban al aire libre tenían la labor más pesada físicamente.
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Con perros entrenados para descubrir sobrevivientes, muchos de ellos de la raza Labrador, y a menudo moviendo piedras con sus propias manos, se ocupaban de ir retirando cuidadosamente los escombros. Las labores del segundo grupo eran menos duras, pero más peligrosas. El espacio donde quedaron todos los vehículos de los ocupantes de los apartamentos se inundó. Encomendados a la suerte, tenían la misión de apuntalar lo que quedó de la estructura y abrir túneles con la esperanza de conseguir bolsillos de aire donde alguien pudiera estar atrapado.
Sin rastro de más sobrevivientes
Tres días después no han encontrado a nadie vivo después de los cuatro iniciales. Los rescatistas enfrentan desde ayer viernes una lluvia incesante, que por ratos es acompañada de relámpagos y sonoros truenos. Nada raro para esta época del año, pero sí una gran complicación, pues por ley deben detener toda actividad al aire libre si hay posibilidad de un relámpago a un mínimo de ocho millas (12.8 km) de distancia. Después de cada relámpago hay que esperar media hora.
Como si eso fuera poco, desde el viernes en la mañana se registró un incendio entre los escombros.
«Ustedes pueden ver que las llamas se han expandido y se ven en varias áreas», indicó la alcaldesa del condado Miami-Dade Daniella Levine Cava.
«Estamos haciendo todo lo posible por descubrir cuál es el punto de inicio del fuego y arreglar el problema para poder seguir adelante en la búsqueda. Sin embargo, hasta ahora no sabemos dónde está. Estamos usando sistemas de detección infrarrojos (que leen las temperaturas), agua, espuma. Todas las tácticas que se conocen para contener el incendio y el humo. Hemos usado maquinaria pesada para abrir una zanja para intentar aislar las llamas y seguir con las tareas de rescate, pero hasta ahora nada ha cambiado», agregó.
Eso de que nada ha cambiado no solo describe lo que sucede con el incendio. También incluye la parte más dolorosa del desastre. Desde el viernes en la mañana las cifras siguen igual: 159 desaparecidos, 127 confirmados vivos y cuatro muertos.
Llega ayuda desde diferentes lugares
Pocos saben lo duro que son este tipo de trabajos como «Los topos», el equipo de búsqueda y rescate mexicano, famoso por su labor heroica durante los sismos que han sacudido a su país. Un contingente llegó anoche a Miami. También han viajado expertos del resto del país y se espera más ayuda internacional. Y es que los contingentes de rescate del departamento de bomberos de Miami-Dade, del equipo de Búsqueda y rescate urbano del Sur de Florida y los que se han sumado de ciudades y condados aledaños ya están agotados.
Los turnos iniciales se redujeron ayer a 15 minutos, pues el peligro se ha incrementado para todos. Los que están al aire libre ahora padecen los efectos de un terrible olor, que en el sitio se ha asociado con el alquitrán y se considera tóxico. Además los escombros están más resbalosos por la lluvia. Los que están bajo el edificio saben que con cada minuto que pasa la estructura se debilita cada vez más.
Además de la ayuda física ha llegado ayuda moral. Los Legendarios, un grupo de hombres religiosos enfocados en la oración, llegaron al lugar del desastre a rezar con y por los rescatistas y el éxito de su misión.
A pesar de que hasta en inglés han comenzado a traducir la frase de que “la esperanza es lo último que se pierde”, las familias van perdiendo la ilusión de encontrar a sus seres queridos con vida. “A estas alturas ya lo que estamos esperando es un milagro”, indicó la colombiana Adriana Lafont, quien tiene a su exesposo y padre de sus dos hijos Manuel Lafont desaparecido. Aun así, las familias califican de “ángeles” a los que arriesgan sus vidas por encontrar a sus familiares.
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