Mayerly Sánchez se pone en la larga y lenta fila de los que esperan un plato de comida en el campo de refugiados de Maicao, Colombia. Es sordomuda y madre soltera de 31 años.
«Quiere comer», explica Antonio, su hijo de 9 años.
Mayerly y Antonio, al igual que otros miles de venezolanos en Maicao, encarnan una nueva etapa de la mayor crisis de refugiados en la historia de América Latina.
Esta es una de las historias que publicó el diario The Washington Post en un trabajo en el que afirman que la crisis de refugiados venezolanos se ha convertido en la segunda más grande del mundo después de Siria. Pero los venezolanos no han recibido la ayuda internacional que recibieron los sirios.
El gasto por cada ciudadano sirio desplazado supera los 5000 dólares. Los venezolanos han recibido un promedio de 300 dólares por persona. El año pasado, la ONU pidió para Venezuela 738 millones de dólares y logró recaudar menos de la cuarta parte de su objetivo.
Mucho antes de que Estados Unidos comenzara a imponer sanciones, el hambre y la disminución de la esperanza de cambio, impulsaron una salida que ahora se extiende hasta su cuarto año. Sin embargo, la migración en años anteriores se caracterizó por un gran número de profesionales. Ahora, los que salen son venezolanos cada vez más pobres y vulnerables para quienes la migración es más difícil.
«Colombia está pidiendo al mundo más solidaridad. Hemos hecho todo lo que podemos. Hemos tomado medidas humanitarias. Pero la magnitud de esta migración supera nuestra capacidad para manejarla», dijo Carlos Holmes Trujillo, ministro de Relaciones Exteriores de Colombia.
En Colombia, los centros de recepción, hospitales y escuelas están abrumados. Miles de mujeres embarazadas, niños, ancianos y otros venezolanos vulnerables quedan desamparados en las calles.
A esto se le suma otro problema: Las autoridades de Maicao dicen que los narcotraficantes están reclutando venezolanos desesperados para el tráfico de cocaína.
Actualmente hay al menos de 1.4 millones de migrantes venezolanos en Colombia. Ese país cuenta con un solo refugio con apenas 350 camas para miles de venezolanos que las necesitan.