La mayor presión este año de gobiernos latinoamericanos sobre el de Nicolás Maduro está asociada a su búsqueda de contener las oleadas de migrantes o refugiados venezolanos que de manera creciente tocan a sus puertas.
En principio, las posiciones de esos gobiernos “han atendido elementos puntuales, como el debilitamiento institucional de Venezuela y el déficit democrático, la violencia política, las violaciones a los derechos humanos. Acuden con una preocupación propia de la diplomacia preventiva, cuando ven en un vecino desviaciones a los principios del derecho internacional y de los derechos civiles”, recuerda el politólogo y diplomático venezolano Oscar Hernández Bernalette.
Sin embargo, “el impacto de mayor preocupación, sobre todo en vecinos y algunos países desarrollados, es el de la migración, que les hace sentir la crisis directamente, sea de migrantes legales o ilegales, de nacionales que retornan a sus países (como en Colombia o España) o de movilización de refugiados. El impacto es inmediato en países vecinos y regiones fronterizas”, indicó Hernández Bernalette, creador del Centro de Capacitación Migratoria y coautor del libro Me quedo o me voy.
Si bien la migración se alimentó de la situación política y de la inseguridad ciudadana, creció en los últimos años con la crisis económica. Un agravamiento de la crisis en Venezuela permite prever que la migración crecerá aún más.
¿Cuántos son? Se manejan cifras de dos millones o más de venezolanos que se han marchado. Los grandes receptores en América son Estados Unidos, con unos 600.000, Colombia, con al menos 300.000 y otros tantos en la península ibérica. Más de 100.000 en Ecuador, 80.000 en Panamá, alrededor de 40.000 en Chile, o en Argentina, en México o en Trinidad y Tobago, al menos 30.000 en Brasil… Más allá de que algunas cifras sean inexactas o especulativas —por razones como la ilegalidad de algunos migrantes o la inexactitud de los registros tanto del país emisor como del receptor—, se trata de un fenómeno de impacto y en crecimiento, que demanda la atención de los gobiernos sobre las causas que lo generan en Venezuela.
Esos gobiernos “no tienen ninguna duda acerca de los problemas que genera la ola de migrantes que cruzan la frontera buscando alimentos o medicinas, o viajan más lejos para dejar atrás la situación venezolana”, apunta Hernández Bernalette. La prensa de esos países recoge las molestias, problemas y preocupaciones que genera la llegada de tantos venezolanos a competir por empleos, salud, vivienda y oportunidades. “Son elementos objetivos que producen reacciones de la gente y reacciones políticas de los gobiernos, junto a sus posiciones principistas”, agrega el experto internacionalista.
Es también una actitud preventiva, porque si empeora la situación venezolana de modo que lleve a una crisis de mayor intensidad, la tendencia será, como ya está ocurriendo, la de buscar las fronteras, Colombia, Brasil, Trinidad y Tobago y algunas otras de la Antillas. A mayor presencia de migrantes, a mayor flujo de refugiados, más urgencia para que se encuentren dentro de Venezuela soluciones a una crisis que es venezolana.